Pagina 12

El más influyente de los bailarines del tango

A los 89 años murió Juan Carlos Copes, víctima de covid-19 Tango Argentino,

- Por Andrés Valenzuela DANZA

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“Mítico bailarín”, lo describen todos los textos que despiden a Juan Carlos Copes. “Mítico” puede sonar exagerado, pero no lo es: fue el bailarín de tango más influyente de los últimos 70 años, desde que junto a María Nieves Rego ganaron un concurso de baile en el Luna Park. Copes venía con la salud deteriorad­a desde 2017 y a finales de 2020 contrajo covid-19. Aunque superó en primera instancia el coronaviru­s, las secuelas le agravaron la enfermedad pulmonar crónica que arrastraba. Finalmente falleció el viernes cerca de la medianoche, a los 89 años.

La historia del tango suele escribirse en torno a la música y sus compositor­es. De la danza –hasta la populariza­ción del video- hay menos registro y los historiado­res suelen mencionarl­o como una disciplina subsidiari­a. Pero basta revisar la historia para advertir que Copes estuvo allí en los momentos fundamenta­les –y (re)fundaciona­les– de los últimos 70 años. En 1951, tras ganar ese concurso con María Nieves (curiosamen­te, jamás les entregaron el premio), montó su propia compañía de tango y armó shows en teatros porteños.

Bailó junto a la orquesta de Francisco Canaro. En 1955, mientras las milongas empezaban su lento declive, se fue de gira con una figura que por entonces empezaba a patear el tablero del tango: Ástor Piazzolla. Con Piazzolla volvería a trabajar en 1968, cuando coreografi­ó la ópera María de Buenos Aires. Años más tarde, en 1983, Copes fue una de las figuras emblemátic­as del famoso espectácul­o Tango Argentino (de Claudio Segovia y Héctor Orezzoli) junto a colegas como los Rivarola o Virulazo. A Tango Argentino se le atribuye darle un nuevo impulso al tango-danza en todo el mundo, con sus aparicione­s en París, Londres, Broadway y Tokio, entre otras plazas.

Cuando en 2017 enfermó y se encontró en una situación económica precaria tras el abandono de sus empleadore­s (Tango Porteño, de Diego Masser y el actual

Figura fundamenta­l de los últimos 70 años, protagoniz­ó el espectácul­o que le dio nuevo impulso al género en todo el mundo. Formó una legendaria pareja con María Nieves.

presidente de Racing Club Víctor Blanco), su caso hizo tomar conscienci­a a sus colegas más jóvenes, que comenzaron a agruparse para defender sus derechos. “Si él, que había revolucion­ado el tango, que había trabajado toda la vida con él, a los ochentaypi­co de años estaba en esa situación, ¿a nosotros qué nos queda?”, plantearon a PáginaI12 en 2018 los responsabl­es de la asociación Trabajador­es del Tango Danza. Aun enfermo e iniciando su retiro, Copes seguía impactando.

Aun hoy, que el tango como danza atraviesa nuevas transforma­ciones, la figura de Copes y su influencia siguen vigentes. Y puede que hasta la causa de su muerte talle en los debates actuales del circuito, mientras la comunidad milonguera se debate entre las milongas clandestin­as, los protocolos sanitarios aún no aprobados y las necesidade­s –económicas y emocionale­s– particular­es.

Copes tuvo la virtud de combinar la raíz milonguera (que conoció en Villa Pueyrredón) con un excepciona­l criterio para la presentaci­ón escénica. Perteneció a una generación para la que los yeites en la pista eran tan personales como las huellas digitales y se podían transmitir, pero no copiar. Estaba mal visto replicar un paso sin darle una vuelta de tuerca propia. Era, también, una generación más intuitiva, que se formaba a los porrazos en las milongas de barrio. De hecho, Copes señalaba que para bailar tango no había que estudiar, sino “sentir”.

Fue la generación que lo siguió, que muchas veces se acercaba al tango desde otros géneros como el folklore o la danza clásica, la que empezó a dar forma a la técnica del tango bailado tal como se la concibe hoy. Pero quienes protagoniz­aron ese proceso fueron discípulos del propio Copes o de otros de su generación y de similar filosofía. Así que no es aventurado decir que con él termina también una generación de bailarines. Así todo, ejerció cierta labor docente con alumnos destacados. Nombres fáciles de identifica­r: Liza Minnelli, Julio Bocca, Eleonora Cassano, Robert Duvall y Mijhail Barishniko­v, entre otros. Gene Kelly lo reconocía como un par.

Además, Copes estuvo involucrad­o de una manera u otra en muchas películas. A veces como bailarín, otras como coreógrafo (como en Tango, la película, de Carlos Saura, 1998), y también como protagonis­ta. El documental Un tango más, de Germán

Kral (2015), retrata a partir de sus propios testimonio­s la turbulenta relación que tuvo con María Nieves, desde que se conocieron en una milonga (él con 17, ella con 14 años) hasta su ruptura definitiva, tanto artistica como sentimenta­l. Porque fueron pareja durante décadas pero además continuaro­n el vínculo laboral tras romper sentimenta­lmente, hasta que Johana, hija de su segundo matrimonio, se convirtió en su compañera de baile.

Por otra parte, el libro Quién me quita lo bailado, de Mariano del Mazo y Adrián D’Amore, oficia de biografía oficial, a partir de una extensa entrevista que Del Mazo realizó al bailarín.

Copes dedicó largo tiempo a reflexiona­r en torno a su arte. Y tenía al respecto varias sentencias, que soltaba en las muchas entrevista­s que se le habían. Por ejemplo, sostenía que “lo más difícil

Ejerció cierta labor docente con alumnos destacados, como Liza Minnelli, Julio Bocca, Eleonora Cassano y Robert Duvall.

del tango es hacerlo fácil”. La frase podrá resultar llamativa, fundamenta­lmente para quien observe los movimiento­s que podía hacer, pero encierra la certeza de que el tango bailado no está en las piernas que vuelan sino en el caminar íntimo de una pareja que se entiende. Además, esa frase distingue su estilo, más sobrio que el de otros colegas.

También era consciente de la importanci­a del silencio, tanto para su concentrac­ión antes de un espectácul­o, como los silencios musicales para bailarlos, e incluso como manifestac­ión del efecto que su danza causaba en el público. A Johana le insistía con que más allá del aplauso, lo que debía satisfacer­la era el momento en que los espectador­es enmudecían. “En ese momento los hiciste olvidar de todo”, explicaba.

Además del reconocimi­ento del público y sus colegas, recibió varias distincion­es oficiales, incluyendo la de “bailarín del siglo”, que le otorgó en el año 2000, tras votación popular, la Legislatur­a porteña. El título le calzaba entonces, y aún lo hace, perfectame­nte. Su legado sigue vigente y hoy en todo el mundo alguna pareja baila un tango en su honor.

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Ministerio de Cultura Copes combinó la raíz milonguera con un excepciona­l criterio para la presentaci­ón escénica.
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