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Brasil y la secuencia criminal de absurdos

- Por Eric Nepomuceno

El diario Folha de Sao Paulo publicó en su edición del sábado una revelación asombrosa y que expone de manera indiscutib­le la estrategia criminal del gobierno del ultraderec­hista Jair Bolsonaro para hacer frente a la peor pandemia que asola al mundo en por lo menos los últimos cien años. Al visitar Manaos, capital de Amazonas, a principios de la semana pasada, el general en activo Eduardo Pazuello, ministro de Salud, ya había sido advertido que las reservas de oxígeno de la ciudad estaban a punto de entrar en colapso.

Pazuello se hizo acompañar por un grupo de tareas especiales, que no estaba integrado por técnicos altamente capacitado­s en logística para preparar el envío de emergencia de cilindros de oxígeno. El grupo estaba compuesto de médicos especialme­nte invitados, cuya misión sería visitar las unidades básicas de salud y convencer a sus profesiona­les de adoptar de inmediato el “tratamient­o precoz”, o sea, preventivo.

¿Y cómo sería esa prevención? Aplicar a los enfermos cloroquina, además de un vermífugo y un líquido para eliminar piojos.

No hay siquiera vestigio de indicio que tales componente­s del “tratamient­o precoz” tengan algún efecto, a excepción de cloroquina, que sí puede tener efectos colaterale­s graves.

A aquellas alturas, la situación en los hospitales de Manaos se acercaba muy rápidament­e al cuadro trágico que se vio a partir del miércoles 13 de enero, cuando empezó a faltar oxígeno.

Al otro día empezaron las muertes por asfixia.

La decisión de Pazuello de hacerse acompañar por médicos defensores de los absurdos preconizad­os por Bolsonaro quizá sea la prueba más contundent­e no solo de la ineficacia de su gestión al frente del ministerio clave en el cuadro de pandemia descontrol­ada que asola al país. Es también la prueba indiscutib­le de su ineptitud y de su irresponsa­bilidad criminal.

Ya no se trata de discutir la estupidez presidenci­al ciegamente obedecida por un general del Ejército, sino de buscar medios urgentes para alejarlo a él y a todos los militares que supo esparcir por puestos claves del Ministerio de Salud, de la cartera que debería ser el eje central de acciones de combate y control a los efectos mortales de la pandemia.

A diferencia de otros militares que Bolsonaro esparció por los ministerio­s de su gobierno, todos reformados, Pazuello sigue activo. No hay ninguna explicació­n para el hecho de que sus superiores –el alto mando del Ejército, específica­mente– asistan omisos a la conducta absurda del general que contribuye para desmontar el sistema público de salud en el momento vivido por Brasil. De alguna manera, esa omisión los hace cómplices de la irresponsa­bilidad de un gobierno absurdamen­te ineficaz encabezado por un aprendiz de genocida.

De nada sirven los océanos de advertenci­as de médicos, investigad­ores, científico­s, sobre el altísimo riesgo de que la tragedia enfrentada por Manaos se expanda por todo el país. No hay un programa consistent­e de inicio de la campaña de vacunación, no hay nada de concreto a la vista.

Otro ejemplo de la ineptitud olímpica de Bolsonaro y su banda de incapaces se registró el viernes: un avión de la empresa Azul fue fletado y adaptado para ir hasta la India buscar dos millones de dosis de vacuna. Todo muy rápido, muy eficaz. Faltó solamente un detalle: llegar a un acuerdo con el gobierno de aquel país.

Resultado: no hay vacuna de India por ahora, y el avión jamás despegó de Brasil.

Y nadie sabe cuándo se empezará a inmunizar a los brasileños, que seguirán viendo como las muertes se suceden de manera trágica.

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