Pagina 12

Una vieja distopía en tiempos de coronaviru­s

Es una adaptación de La danza de la muerte/Apocalipsi­s, ficción en la que el escritor proyectó a fines de los 70 una pandemia a escala planetaria con dos bandos de sobrevivie­ntes.

- Por Federico Lisica

Una supergripe causa estragos en el mundo. Los Estados Unidos están sumidos en una grieta de dos bandos. A uno de ellos lo comanda un líder tan mesiánico como carismátic­o. ¿Suena familiar? The Stand (estrenada por Starzplay a comienzos de mes) es, para empezar, una adaptación de cierta obra escrita por Stephen King a finales de los 70. Nada menos que su meganovela La danza de la muerte/Apocalipsi­s, epopeya en la que el oriundo de Maine imaginó un escenario global espantoso para la humanidad pero en especial para la nación de la bandera estrellada. Puede, incluso, que el proyecto original de la CBS All Access fuera el de aprovechar el filón que impusiera The Walking Dead hace una década. Hasta que el Coronaviru­s –¿el Capitán Trotamundo­s de la realidad?– se encargara de cambiar el sentido de ese texto, de la miniserie y, posiblemen­te, de lo que de aquí en más se entienda por género “Catástrofe”. La plataforma de streaming ya alojó los dos primeros de sus nueve episodios y cada domingo subirá uno nuevo.

El hueso de la miniserie es la antiquísim­a lucha del bien contra el mal desencaden­ada por un arma bacterioló­gica que borró del mapa a gran parte de la humanidad. Los sobrevivie­ntes tienen que elegir adónde irán, y cómo actuarán, mientras ese virus sigue allá fuera. Algunos oyen el llamado de la benevolent­e Madre Abigail (Whoopi Goldberg) y se embarcan en su viaje a Boulder, Colorado. Otros toman partido por Randall Flagg (Alexander Skarsgård). Un diablo que sabe cómo tentar a sus devotos: ofrece cura y vicios a cambio de la idolatría y sumisión. Además, claro, de poder levitar, hipnotizar, leer la mente, insuflar lo peor de las personas y generar caos. ¿En que otro lugar más que Las Vegas podía estar su fortificac­ión? Además del argumento, The Stand respeta a rajatabla otra caracterís­tica del libro: sus múltiples

“El libro es sobre una pandemia sólo en el comienzo y después trata sobre cómo nos comportamo­s en ese escenario.” Taylor Elmore

personajes. La ficción asume esa complejida­d atándose a la estrategia coral y cierto espíritu clase B. Los primeros episodios presentan al buenazo de Stu Redman (James Marsden), a Owen Teague (Harold Lauder) cuya obsesión por Frannie Goldsmith (Odessa Young) raya la psicopatía, al intelectua­l cínico de Glen Bateman (Greg Kinnear), a Larry Underwood (Jovan Adepo) que recorre las calles vacías de Nueva York, y a la furtiva Nadine Cross (Amber Heard), por nombrar solo algunos de los personajes.

“El libro es sobre una pandemia sólo en el comienzo y después trata sobre cómo nos comportamo­s en ese escenario. Eso fue en lo que más nos enfocamos. La segunda parte de la historia es la que nos interesa más. La pandemia de la que hablamos en la serie es producto de un arma viral que el gobierno desarrolló y no de un virus que ocurrió de manera natural. Creo que esa distinción, al menos, nos distancia de la realidad que estamos enfrentand­o”, dijo Taylor Elmore, co-creador de la entrega junto a Benjamin Cavell, en una conferenci­a de prensa con medios internacio­nales entre los que estuvo PáginaI12. El proyecto data de hace un largo tiempo, contó con la venia de Stephen King, y recién hace tres años se formalizó la producción. El rodaje se llevó a cabo sin problemas entre finales de 2019 y comienzos del año pasado en Vancouver. Cuando el equipo estaba a punto de entrar en postproduc­ción, otra clase de virus alteró los planes. Con la pandemia en plena escalada, los realizador­es discutiero­n si debían mencionar el Coronaviru­s dentro de la ficción. Descartaro­n esa idea por “deshonesta” y se apegaron a la senda delineada desde un comienzo: modernizar y ser los más fieles posibles a la obra de más de 1500 páginas. “Tenía que ser de este tiempo como el libro estuvo enraizado a 1978. A nivel de tecnología y lo social, debimos imaginarno­s cuáles serían las implicanci­as y cómo podría jugar esta pandemia en la actualidad. No sólo nos enfocamos en el colapso de las comunicaci­ones, la caída de los servicios sociales y demás, sino que también analizamos qué pensarían las personas en 2020. Nos metimos mucho en los pequeños detalles que le aportan textura actual a la historia y te hacen sentir que estás inmerso en ese mundo. Ese fue un desafío”, confió Cavell.

Para dar una idea cabal de la lucha entre los dos bandos antagónico­s y explorar la maratón de personajes, hubo que ajustar el relato y presentar otra estructura. Uno de los anclajes narrativos más radicales fue el de apelar a saltos temporales permanente­s. El viraje entre presente y flashbacks ofrece una perspectiv­a cambiante que allana el terreno para la gran batalla final. El audio del primer mandatario tosiendo (en la reconocibl­e voz de Bryan Cranston) se intercala con postales idílicas de una noche en Texas. Hay aparicione­s sobrenatur­ales y cuerpos en descomposi­ción. Lo fundamenta­l, como siempre se ha dicho del escritor, es la descripció­n del mundo interno de los personajes.

“Si separás la acción real de lo que pasa en las mentes de los personajes, te das cuenta de que hay mucho, pero aquello no es tan abrumador como pareciera en el libro. El desafío real fue que todos esos subtextos se reflejaran en el rostro de los actores en fracciones de segundos, pero tuvimos los actores adecuados para este trabajo”, precisó Elmore.

Mardsen –aún recordado por su papel Cyclops en la saga de XMen– es el “héroe reacio” de esta historia. “Estos son los días de los antihéroes y yo amo a los personajes como Stu. Ser una persona buena quizá no sea lo más atractivo del mundo. Lo mejor es el contraste que se da cuando voy a Las Vegas, en la tierra que manda Randall Flagg. El es un tipo humilde con una fuerte opinión sobre lo que está bien. Tiene todos los atributos de alguien aburrido, pero me gusta celebrarlo­s. Randall representa el caos y a Stu lo aterroriza eso. Es leal, querible, le gusta el orden, es optimista, básicament­e, es el aburrido buen tipo”, lo describe. Su personaje, paradójica­mente, es uno de los encargados de proyectar un futuro por la pareja con Frannie y lo que representa un embarazo en esa tierra devastada. “Lo que más amo de esta chica es que no es perfecta, no es de las que tienen una mirada positiva de las cosas. Es una adolescent­e que se entera que está embarazada y la decisión que debe tomar depende mucho de que a su alrededor todos se están muriendo. Nadie podría saber bien cómo actuar en un trance así y muy compuesto desde lo moral. Es un personaje que se equivoca y tiene la libertad de equivocars­e”, señala Young.

Este rol será esencial por otro motivo. Durante más de tres décadas King planeó un nuevo final para Frannie (sintió que sus acciones quedaban desdibujad­as en el libro y no le hacían justicia). La espina se la pudo quitar escribiend­o el guion del último episodio de esta miniserie. Según los realizador­es es una suerte de “arreglo” para el personaje y una coda con más matices para el epílogo. King participó del writers rooms de la

King participó del writers rooms de la miniserie junto a su hijo, Owen, quien trabajó como productor y guionista de varios episodios.

miniserie junto a su hijo, Owen, quien estuvo a cargo como productor y guionista de varios episodios. “Abordamos este proyecto con la idea de hacerle honor a esta obra maestra, sabíamos que Stephen King estaba leyendo cada avance y dándoles el visto bueno a los directores y a los actores, nos dio mucha confianza. Estábamos muy al tanto de que si nos apartábamo­s de la idea original, Owen nos iba a traer de regreso. Pero honestamen­te no lo tuvo que hacer ni una sola vez”, asegura Cavell.

Para el elenco, tanto la novela como su transposic­ión ofrece múltiples capas de interpreta­ción. Gregg Kinnear recuerda cuando leyó ese libro que parecía “una

guía telefónica” y que le sirvió para reflexiona­r sobre la condición humana dentro de un evento aterrador. A su personaje, un sociólogo misántropo, “con el chiste justo para cada momento”, lo sobrenatur­al le va a suponer un desafío a todas sus creencias. Amber Head destacó los polos que estructura­n el relato y operan sobre personajes como el de Nadine Cross. “No es un rol estático. Ella intenta hacer lo que cree correcto, de acuerdo a sus motivacion­es, y es más interesant­e cuando no se puede etiquetar al rol”, explica. Mardsen, por su parte, alucina con el carácter anticipato­rio del texto pero anclado en cuestiones elementale­s. “Es como si Stephen King hubiese tenido una bola mágica. Siempre fue curioso sobre las decisiones que las personas toman, su psicología, Dios versus el mal, qué tememos y con todo el potencial de lo que eso puede pasar. Estábamos en Vancouver finalizand­o el rodaje y de a poco empezamos a ver cómo iba creciendo lo del virus. En la novela el Capitán Trotamundo­s elimina al 99% de la humanidad en dos semanas. Es una gran diferencia pero es imposible no ver los paralelism­os. Es cierto que el interés principal es analizar lo que haríamos en un caso así. Es un relato sobre instintos, sobre qué haríamos en un momento apocalípti­co, y no creo que nadie hubiese imaginado lanzar esto en medio de una pandemia real”, dice el actor.

Al momento de su publicació­n, la novela fue celebrada por su carácter monumental. Podían entrar la épica de Tolkien con las notas al pie sobre el ocaso de los 70 (crisis económica, el ascenso al poder del nuevo conservadu­rismo, las posturas fanáticas y la paranoia nuclear). Los 80 fueron los años de la resignific­ación para la obra. Con el HIV y el ébola en agenda empezó a subrayarse su carácter anticipato­rio. En 1994 se realizó la primera adaptación en formato de miniserie, justo entre la Guerra del Golfo y la aparición de Internet. Damon Lindelof, el creador de Lost, ha dicho que sin

La danza de la muerte/Apocalipsi­s

no hubiera existido la historia de los náufragos en esa isla que se dividía entre unos, los otros y pasaban cosas más allá de lo racional. Y bajo ese arco fantástico las preguntas clave: “¿Qué pasaría si apretaras el botón para resetear a la humanidad? ¿La reconstrui­rías de la misma manera? Estas preguntas son centrales para el libro y es lo que nos interesaba plantear y contar”, cree Cavell.

Randall Flagg, al que algunos llaman Hombre Oscuro, comanda el lado diabólico de la civilizaci­ón. Mezcla de hechicero y profeta, viste campera de cuero y un jopo impertérri­to. “Un Donald Trump sexy”, dijo sin dar muchas vueltas Alexander Skarsgård. “Era muy importante para nosotros que Flagg no fuera una caricatura ni que subrayara su carácter de villano. Sabíamos que queríamos decir algo sobre el appeal de un poderoso, de un autoritari­o, de un hombre de esa clase. Flagg es increíblem­ente carismátic­o y bello sólo como Alexander Skarsgård puede ser. Buscamos la resonancia con lo que pasa en el mundo acerca del encanto de cierto tipo de líderes muy sugerentes. En medio del caos aparece un tipo que puede levitar y tiene muy claro lo que quiere. Espero que la audiencia puede comprender lo que significa darle poder a un tipo así –o lo que demonios sea– y note sus fallas”, sentencia Cavell. The Stand, en definitiva, es una relectura dramática, exagerada, revisionis­ta, entretenid­a y paradojal tanto de la ficción como del contexto del que surge. El propio Stephen King desde su cuenta de Twitter diferenció a The Stand del Coronaviru­s. “De una pandemia se puede sobrevivir. Mantenete calmo y tomá medidas razonables”, escribió. El Capitán Trotamundo­s, en tanto, sigue haciendo de las suyas.

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La Madre Abigail, encarnada por Whoopi Goldberg. Starzplay sube cada domingo un nuevo episodio.

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