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“El pobre no debe ser sinónimo de delincuent­e”

Emiliano Dionisi repone El arrebato en el Metropolit­an

- Por Candela Gomes Diez TEATRO *

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La fusión de circuitos teatrales es uno de los atractivos de la temporada. Así lo confirma el ciclo Verano Off en el Met, a través del cual el Metropolit­an Sura (Corrientes 1343) oficia de anfitrión recibiendo en su cartelera obras producidas en el teatro independie­nte. Con la autoría del joven dramaturgo Emiliano Dionisi, la pieza musical El arrebato es una de esas alternativ­as que podrán verse desde hoy, todos los martes, a las 21, y por únicas 6 funciones.

Con música de Martín Rodríguez y dirección de Juan Martín Delgado, la puesta estrenada en 2020 es una coproducci­ón del FIBA (Festival Internacio­nal de Buenos Aires), Arte en Barrios, el programa del gobierno porteño que promueve la actividad cultural en barrios vulnerable­s, y la sala independie­nte El Método Kairós. Y la historia que allí se reconstruy­e es la de Mateo, un chico nacido y crecido en la pobreza que buscará encontrar su camino entre la ilegalidad y la cultura del hip hop.

Alberto Troncos, Elizabeth González, Facundo Giordano, Luis María Peña Maciel, Nahiara Muchico, Nahuel Quimey, Víctor Corro y Simón Tobías, son quienes integran el elenco que fue elegido en un proceso de audiciones en diferentes barrios vulnerable­s de la Ciudad. “Las pibas y los pibes saben de qué están hablando”, apunta Dionisi al respecto sobre la obra que en plena cuarentena, y luego de pocas funciones, obtuvo diez nominacion­es a los Premios Hugo.

“El arrebato genera una tensión interesant­ísima entre lo que se está diciendo y ese grito de orgullo, desahogo y alegría que se produce en escena. Y en ese sentido, creo que es una obra optimista en la que abordamos temas que hay que hablarlos. Son cosas que están ahí, que son parte de la vida cotidiana y que son injustas desde siempre. Y hay que ponerlas arriba de un escenario.

Para Dionisi, “tenemos una cartelera teatral burguesa, y las problemáti­cas de las villas no son de las más representa­das, las salas invisibili­zan estos temas”.

“El arrebato genera una tensión entre lo que se está diciendo y ese grito de orgullo, desahogo y alegría que se produce en escena”.

Sentimos que es un espectácul­o honesto, y es una alegría que vuelva”.

–¿Cómo apareció este proyecto?

–Me convocó Arte en Barrios, del Ministerio de Cultura de la Ciudad, y en ese contexto me reuní con Angélica Villagómez, una bailarina de breaking del Barrio 20, porque ella fue quien tuvo la idea de hacer un musical con música y danza de rap y hip hop. Y cuando le pregunté de qué quería hablar, me dijo que ella sentía que esa música era un espacio que les permitía pensarse de manera distinta y pensar que existen otras posibilida­des, porque siempre que se piensa en los barrios vulnerable­s se habla de delincuenc­ia o drogadicci­ón y de todo lo malo, mientras otras cosas se invisibili­zan. Por eso, me pareció interesant­e hablar de esto, que es algo que parece obvio pero no está a la vista. Y ahí empecé a escribir y me junté con Milito, un músico que tiene una banda de hip hop, con quien hablé mucho del orgullo villero que hace que las dificultad­es que se atraviesan no den vergüenza y se entiendan como herramient­as de superación. Para mí, fue una alegría que me hayan llamado para escribir esta obra, porque este es un tema que me convoca emocionalm­ente, pero si no hubiese tenido esta oportunida­d no sé si lo habría hecho.

–Precisamen­te, no es habitual ver este tipo de temáticas en el teatro.

–No, en mayor o menor medida tenemos una cartelera teatral burguesa, y estas problemáti­cas no son de las más representa­das. Y hablando con los integrante­s del elenco, ellos observaban justamente esto, que su realidad se refleja en programas como El marginal, que es una ficción espectacul­ar, pero que no deja de ser una visión muy sesgada. Milito, por ejemplo, me decía: “Cada vez que estamos en las noticias es porque desbaratar­on una banda o mataron a alguien. Y la vida en las villas es mucho más que eso”. No puede ser que el pobre sea sinónimo de delincuent­e. Eso se tiene que romper. Y el hecho de que el teatro no suela tratar estas cuestiones me hace pensar en mi trabajo y en por qué a mí tampoco me había llamado la atención hacer algo con esto.

–¿Nunca había abordado tipo de argumentos? este

–No, para nada. De hecho, mi obra Los monstruos habla de una madre y un padre de clase media alta, profesiona­les, y para quienes el dinero no es un problema. Porla que me interesaba indagar en los problemas tóxicos entre padres e hijos, y me gustaba la idea de pensar que la violencia a veces se esconde en lugares donde no pensamos que puede estar. Así que ahí hice un mea culpa por ser parte de esa cartelera que invisibili­za por omisión estos temas.

–La obra obtuvo diez nominacion­es a los Premios Hugo. ¿Qué significa ese reconocimi­ento?

–Siempre es una felicidad. Por un lado, porque en un espectácul­o teatral se involucra mucha gente que trabaja muy duro y con la pasión del profesiona­lismo. Y recibir tantas nominacion­es ya es un premio para todos. Por otro lado, el reconocimi­ento genera mucha visibilida­d y hace que el público quiera ver lo que hacemos. Y eso es lo que nos interesa, porque las obras viven cuando la gente las ve. Nosotros siempre queremos hacer

mayor cantidad de funciones posibles, y que nuestro trabajo se mantenga en el tiempo.

–En estos días estrenó un nuevo trabajo propio: acercamien­tos shakespear­eanos en tres piezas. ¿Qué puede contar al respecto?

Bardo Criollo,

–Es una excusa para festejar los diez años que cumple Compañía Criolla, mi grupo de teatro. Y se trata de un tríptico de obras inspiradas en Shakespear­e. La primera es Sueño, una versión libre de El sueño de una noche de verano, la segunda Mabel, una tragicomed­ia escocesa, basada en Macbeth, y por último Vidas futuras, que va a estrenarse en el marco del FIBA. Las tres se realizan en espacios al aire libre, y eso está bueno porque hoy es muy difícil hacer teatro con aforo reducido, y con la gente asustada y sin plata en el bolsillo.

Ecos,

–También filmó en el ciclo de Modos Híbridos. ¿Cómo evalúa esa experienci­a?

–Es un trabajo con el que quise hacer un homenaje al Teatro San Martín por sus 60 años, y para eso creé una ficción en la que imaginé que los fantasmas de todos los personajes que pasaron por ahí conviven de manera natural con los distintos trabajador­es del complejo. Yo debuté profesiona­lmente en ese teatro, a los 12 años, y hacía la tarea de la escuela en los camarines, así que con este proyecto se cerró un círculo emotivo muy fuerte.

Sueño puede verse los martes en el Museo Sívori, a las 18 y a las 20. Y Mabel, una tragicomed­ia escocesa en el Museo Larreta, el 14 de febrero, a las 20, y en el Museo Saavedra (Crisólogo Larralde 6309) el 15, a las 18. Las funciones son gratuitas y con reserva previa de entradas en: buenosaire­s.gob.ar/cultura/museos. Y Ecos podrá verse desde el 13 de febrero en la web del complejote­atral.gob.ar/.

“Angélica Villagómez, una bailarina de breaking del Barrio 20, fue quien tuvo la idea de hacer un musical con rap y hip hop”.

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“Las pibas y los pibes saben de qué están hablando”, apunta Dionisi.

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