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Opinión

- Por Atilio A. Boron

Puede parecer un consejo vano, pero hay que recordar el torrente de ilusorias expectativ­as que despertó el triunfo de Barack Obama en 2008. Reflejo de la profunda penetració­n del mensaje neocolonia­l, los cánticos triunfalis­tas que destacados intelectua­les de la “progresía” europea y latinoamer­icana entonaran en vísperas de la inauguraci­ón de su mandato fueron rápidament­e acallados ni bien el afroameric­ano puso manos a la obra (secundado por Joe Biden) y dedicó ingentes esfuerzos a salvar a los bancos de la “crisis de las hipotecas sub-prime” olvidándos­e de los millones que fueron estafados por aquellos. Dado que ya se escuchan, si bien con un tono aflautado, algunas letanías parecidas a las del 2008, parece oportuno recordar estos antecedent­es para no caer en nuevas –y previsible­s– frustracio­nes.

Biden llega a la Casa Blanca con un equipo étnicament­e más heterogéne­o que el de Donald Trump, casi en su totalidad conformado por varones blancos. Pero en todos los casos se trata de personas que más allá de su diversidad étnica y cultural están íntimament­e ligadas al gran capital norteameri­cano. El Departamen­to de Estado será dirigido por Anthony Blinken, un halcón moderado, pero halcón al fin, que cree que su país tendría que haber fortalecid­o su presencia en Siria para evitar la llegada de Rusia. Blinken apoyó la invasión a Irak en

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