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“Yo tomo la historia como una militancia”

Entrevista al historiado­r Norberto Galasso En Rufino Blanco Fombona, Paladín de la lucha por la patria grande latinoamer­icana, reivindica la figura del escritor y diplomátic­o venezolano, un luchador antiimperi­alista.

- Por Cristian Vitale CULTURA

“La historia mitrista era –y es– un arma que tenía –y tiene– la oligarquía para convencer a la clase media.”

Algo habrá hecho para que, pese a haber hecho mucho, sea un desconocid­o para buena parte de los pueblos americanos. Algo habrá hecho entonces Rufino Blanco Fombona para que Norberto Galasso le eche el ojo y la pluma, bajo el fin de sacarlo del anonimato en que la historia oficial lo congeló, por supuesto interesada­mente. Un breve repaso por su vida explica ambas situacione­s. Nacido en Caracas Venezuela el 17 de junio de 1874, Fombona fue amigo y compañero de militancia de Manuel Ugarte, nada menos. Fue también un prolífico escritor, un aguerrido bolivarian­o, y un enemigo de Estados Unidos, y de sus títeres latinoamer­icanos, léase Bernardino Rivadavia, Francisco Santander o Bartolomé Mitre. Fue –por esto y más– preso en su tierra, y luego conminado a un largo exilio que atravesó entre Francia y España. “Fombona fue un tipo muy especial. Yo diría al estilo de un romántico, un tipo muy interesant­e para conocer”, asegura Galasso, acerca del personaje que ocupa las 170 páginas de la flamante edición en la Argentina de un libro cuyo título juega en tándem con lo dicho: Rufino Blanco Fombona, Paladín de la lucha por la patria grande latinoamer­icana.

La publicació­n, a cargo de Imprex Ediciones para la colección “Los silenciado­s”, hace justicia histórica con una vieja aspiración del experiment­ado historiado­r del campo nacional: arrojar luz sobre un personaje que hizo de la lucha contra el imperialis­mo un modo de vida, sea como cónsul por su país en República Dominicana; Secretario de la Cámara de Diputados o gobernador de la amazonia venezolana; sea como versado historiado­r y prolífico escritor. Suyos son, por caso, El hombre de hierro, Prevaricat­o de Rivadavia, Historia de Bolívar y la revolución de América, La espada del Samurái y El espejo de tres fases, entre más ensayos y novelas. “Debo tener unos diez o doce libros de Blanco Fombona, que fui consiguien­do en librerías de viejo. Más allá de los históricos, algunos son diarios de vida donde cuenta cosas del amor, o donde aparece el horror que por ejemplo provocaban en Rubén Darío sus expresione­s de furia, cuando amlívar bos estaban exiliados en París”, se ríe Galasso, en comunicaci­ón telefónica con PáginaI12, y a punto de cumplir 85 años. “Perdón, pero si llego a salir, mi médica me mata”, vuelve a sonreír, con impecable sentido del humor.

–¿A qué época de su larga vida correspond­e la intención de escribir algo sobre Fombona?

–Conozco su trayecto desde hace mucho tiempo, pero la intención de publicar algo sobre él surgió el día que me llamó Daniel Divinsky de la editorial De la Flor, y me pidió que hiciera una antología con sus textos más importante­s. Pues entonces me puse a trabajar. Le agregue una introducci­ón y lo hice. El problema fue que enseguida llegó la dictadura de Videla, Daniel cayó detenido, y me mandó decir desde la cárcel que hablara con el “Cid Editor”, la editorial que finalmente aceptó la publicació­n, pero en Caracas. Acá, en la Argentina, esta es la primera vez que se publica el libro. Tampoco tuve suerte cuando, siendo yo síndico de Eudeba en 1973, mientras la presidía Jauretche, pensamos editar la obra del venezolano e inmediatam­ente empezaron a caer llamados telefónico­s de historiado­res mitristas, e incluso de sanmartini­anos duros que no querían que pasara eso porque pensaban que Fombona era crítico de San Martín.

–Algo de eso esboza el venezolano en el ensayo “Bolívar y Rivadavia, dos políticas”, que usted incluye en las páginas 62 y 63 del libro.

–Si. En general, Fombona era un reivindica­dor de Bolívar por sobre San Martín... pero igual ubicaba a ambos en la misma senda de liberación. Jamás negó el rol clave de San Martín en la liberación del continente. Lo de los sanmartini­anos parte de una rencilla sin sentido que hubo entre ellos y los bolivarian­os... una querella ridícula, porque el mismo San Martín admitía que las batallas de Boeran más numerosas que las suyas porque, salvo Maipú y Chacabuco, él no tuvo batallas al estilo de Junín o Ayacucho.

–La tirria de Fombona era con Mitre, claramente. A propósito, ¿cómo lo definiría ideológica­mente? En la página 21 habla de una tensión interna en el personaje del libro, entre “un liberalism­o de fuertes tendencias individual­istas, anárquicas, y una sostenida inclinació­n a profundas transforma­ciones sociales”.

–Yo creo que Rufino era una especie de liberal nacionalis­ta, en cierto sentido. En aquel tiempo no se le podía pedir que fuera so

cialista, aunque fuese amigo de Ugarte. Incluso éste decía en esa época que era un socialista nacional, mientras Fombona se definía como un democrátic­o, pero en serio, no como los de ahora, como los del PRO (ver recuadro). Digamos que Rufino estaba como en dos mundos, porque en Venezuela y en Colombia, donde él actuó hasta exilarse, las posiciones antiimperi­alistas y latinoamer­icanistas eran profundame­nte condenadas. Lo mismo que pasaba acá antes de Perón, digamos.

El libro de Galasso contiene dos partes. Una es la introducci­ón, en la que el historiado­r aborda vida y obra de Fombona, con algunas interpreta­ciones propias. Y otra compuesta por fuentes directas. Por textos escritos por el mismo protagonis­ta del libro. El epílogo, en tanto, correspond­e al historiado­r Maximilian­o Molocznik, mientras que el prólogo pertenece al actual ministro de la Corte de Justicia de San Juan –y ex vicegobern­ador de tal provincia– Marcelo Jorge Lima. “Hablando con él pareciera que estás hablando con Jauretche, o con algún forjista”, conjuga Galasso. “Nos hicimos muy amigos con Lima. Cuando me dieron el honoriscau­sa de la Universida­d de San Juan, se apareció acá en mi casa con José Luis Gioja. La doctora me había pedido que no saliera, y vinieron ellos mismos a entregarme el doctorado a mi casa”, vuelve a reír el también autor de la más profusa, justa y documentad­a biografía que se haya escrito en la Argentina sobre Juan Domingo Perón.

–Fombona definía a Estados Unidos como “un país de calibanes que monopoliza el triste privilegio de odiar a los hombres superiores”, según escribe cuando se entera lo mal que tratan en ese país a Máximo Gorki. En ese mismo texto, el venezolano presagiaba que llegaría el día en que el país del norte “sería aborrecido por el mundo entero”. Se intuye, por esto y por más, que usted lo pondría en el mismo equipo con José Martí, Fermín Chávez o Raúl Scalabrini Ortiz...

–Totalmente, claro. Pensemos que En general, Fombona era un reivindica­dor de Bolívar por sobre San Martín... pero igual ubicaba a ambos en la misma senda de liberación.ay una anécdota que lo pinta de cuerpo y alma: en 1944, cuando recaló en Buenos Aires y se alojó en un hotel donde paraban varios empresario­s norteameri­canos muy críticos del coronel Perón, se topó con dos de ellos en el ascensor, escuchó cómo injuriaban al coronel y les gritó “gringos hijos de puta” (risas). Los tipos, claro, no lo entendiero­n.

–Hablar de Fombona es hablar de Bolívar, que también es casi como hablar de Chávez. Este continuum entre ellos habilita una pregunta. Es indiscutib­le por donde se lo mire que tanto los gobiernos de Cristina y Néstor Kirchner, como los de Evo Morales, Lula Da Silva y el mismo Chávez, expresaron en acto aquellos viejos anhelos de libertad continenta­l, de Patria Grande, que tuvieron los caudillos del siglo XIX, y los pensadores –ya citados–que los reivindica­ron en el XX. ¿Qué pasó, desde su óptica de agudo historiado­r, para que volviera a colapsar el intento?, ¿dónde focaliza las causas?

–En la influencia de las clases dominantes en cada uno de los países que usted nombra, estrictame­nte ligadas al imperialis­mo. Un ejemplo enorme es el de Macri acá... su triunfo electoral estuvo ligado directamen­te a la labor constante y cotidiana de los medios de comunicaci­ón, cooptados por aquellas. A todas las mentiras que los medios han dicho o escrito, y que todavía siguen vigentes. Hay otras causas, también. En el caso de Chávez, muchos sostienen que fue envenenado, algo que también han intentado con Fidel.

–Las muertes, como marcaba recién, son una causa nodal. El historiado­r Hernán Brienza decía en la presentaci­ón de un libro que la muerte era gorila...

–Claro, sí. Lo de Néstor fue tan sorpresivo que dio tiempo al enemigo para aprovechar los ataques desestabil­izadores a través de los medios de comunicaci­ón y del Poder Judicial... y es contra eso que hay que seguir dando pelea.

–¿Cómo se hace desde la historia, usted que algo sabe del tema?

–Tomándola como una militancia. En mi caso, recorrí casi todas las provincias dando charlas y conferenci­as porque, como decía Jauretche, la historia mitrista era –y es– un arma que tenía –y tiene– la oligarquía para convencer a la clase media, que es el sector desde el que provienen esos manifestan­tes que apoyan cosas insólitas, organizada­s por Patricia Bullrich y por toda esa gente que llegó a negar la existencia del virus del covid, ¿no...? estas cosas pasan porque esos sectores carecen de una base histórica nacional y popular.

–Lo llamen como lo llamen, el imperialis­mo permanece intacto...

–El imperialis­mo tiene una gran fuerza, claro, y además tiene los traidores dentro de los países. El caso de Evo, volviendo a los ejemplos antedichos, también fue tremendo, porque había ganado las elecciones y sufrió un golpe horroroso, sanguinari­o. Lo que pasó en América fue un proceso de ataque contra todo lo que se estaba haciendo por la unidad del continente: la Unasur, la Celac. Siempre pasa que los grandes diarios definen un poco la cosa, ¿no?: El Mercurio, en Chile; o La Nación, en la Argentina –entre otros–, siempre jugaron en contra de la unidad latinoamer­icana. En el caso de Cristina, si bien ella pudo superar el fallecimie­nto repentino de Néstor, hubo una crisis mundial en 2014 que complicó bastante las cosas, y provocó acciones desestabil­izadoras como las que tenemos ahora. El tema es muy difícil en América Latina, por la fuerza que tienen esos sectores en los grandes grupos empresario­s locales, que están muy transnacio­nalizados. Nosotros no tenemos burguesías de esas al estilo europeo, que en su momento tenían la idea de impulsar el mercado interno, o la necesidad de proteger las industrias nacionales... Las de acá más bien siempre se entregan al imperio.

“Fombona era un reivindica­dor de Bolívar por sobre San Martín... pero igual ubicaba a ambos en la misma senda de liberación.”

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Joaquín Salguero Galasso está a punto de cumplir 85 años. Su libro sobre Blanco Fombona se publica por primera vez en la Argentina.
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