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Cómo entra el virus en las células

Lucía Chemes, investigad­ora del Conicet en la Unsam

- Por Pablo Esteban pablo.esteban@pagina12.com.ar

Lucía Chemes es investigad­ora del Conicet y dirige el Laboratori­o de Estructura, Función y Plasticida­d de Proteínas en el Instituto de Investigac­iones Biotecnoló­gicas de la Universida­d Nacional de San Martín. Junto al biólogo computacio­nal Toby Gibson –del Laboratori­o Europeo de Biología Molecular (EMBL) radicado en Alemania– lideró un trabajo de colaboraci­ón internacio­nal, en el que identifica­ron cuáles son los mecanismos que utiliza el Sars CoV-2 para ingresar a las células. Lo publicaron de manera reciente y fue tapa en la revista ScienceSig­naling, que pertenece a la Asociación Estadounid­ense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés).

¿Una de las hipótesis que orientaron los esfuerzos del trabajo? Comprender el ingreso del coronaviru­s a las células humanas puede ser central para impedirlo. El artículo arroja pistas para el diseño de nuevas drogas y el reposicion­amiento de otras preexisten­tes que podrían contribuir a frenar el contagio. ¿La premisa? Si se conoce la estructura y la dinámica de comportami­ento del virus es más sencillo identifica­r cómo atacarlo. “Mi grupo y el de Gibson se enfocan desde hace tiempo en motivos lineales, es decir, elementos señalizado­res que existen en las proteínas. Teníamos una experticia previa a la pandemia, tanto que trabajábam­os en la constituci­ón de una base de datos. Cuando el coronaviru­s se convirtió en un problema de escala global, vimos la manera de aplicar lo que sabíamos al nuevo virus; queríamos probar si nuestros conocimien­tos podían ayudar a entender mejor el mecanismo de su ingreso a las células”, señala Chemes.

Qué investigar­on

Para ingresar a las células del cuerpo humano, los virus reconocen a moléculas específica­s que se denominan “receptores”. Para el coronaviru­s, uno de los receptores fundamenta­les que opera como puerta de acceso al organismo es el “ACE2”. Entonces, una vez que el patógeno se adhiere a ACE2, participa de un proceso denominado endocitosi­s. ¿Qué implica? Que la membrana celular se curva hacia adentro, se repliega, y se conforma una especie de vesícula que contiene al virus. Una vez efectuado, le permite su ingreso. En esa entrada –para células que a esa altura ya no se reservan el derecho de admisión– ocurren mecanismos moleculare­s que se desencaden­an en cascada y resultan decisivos. Precisamen­te, aquí se inserta la contribuci­ón de Chemes y compañía.

Hallaron elementos que están presentes en ACE2 y que podrían operar como correcepto­res. Aspectos que permiten abordar con maservir yor calidad y de manera más calibrada cómo es el proceso de señalizaci­ón e ingreso del patógeno a las células. Los elementos señalizado­res se conocen como “motivos lineales”, señales cortas que median la unión a otras proteínas. Los virus las utilizan con el objetivo de interferir la función celular; y, claro está, lo hacen muy bien.

La especialis­ta lo explica del siguiente modo: “Los motivos son elementos señalizado­res que pueden ser hallados en la secuencia de la proteína y que cuando están presentes ayudan a comprender sus funciones específica­s. Codifican para transmitir ciertas señales. Nosotros buscábamos profundiza­r el conocimien­to sobre el mecanismo molecular que explica cómo Spike (la proteína del Sars CoV2) se une a un receptor del organismo –la proteína ACE2– que habilita su entrada a la célula”. Y continúa: “Cuando entendés las proteínas que interactúa­n en ese proceso, luego es posible identifica­r blancos terapéutic­os. En concreto: si sabemos las proteínas que participan, podemos recurrir a drogas ya existentes y capaces de inhibirlas. Con eso, podría impedirse la replicació­n del patógeno en el cuerpo”, sostiene.

En el receptor ACE2 hallaron motivos que no se conocían. Uno de ellos media la interacció­n molecular que desencaden­a la endocitosi­s, la entrada del virus a la célula y su replicació­n. “Encontramo­s algunos tipos de motivos que son activados por enzimas como la tirosina quinasa y que están involucrad­os en el proceso de señalizaci­ón. Son enzimas que, de forma frecuente, se activan en el cáncer humano. Entonces pensamos: si ya existen fármacos para inactivarl­as, es posible contemplar la utilizació­n de alguna droga que las inhiba para combatir la covid”, advierte Chemes.

Cómo investigar­on

Más allá del hallazgo concreto, quizás lo más valioso de la ciencia sea el cómo, es decir, el modo en que los científico­s y científica­s arriban a los resultados que planifican. PEn este caso, el grupo liderado por Chemes, a partir de las bondades de la bioinformá­tica, inspeccion­ó secuencias de las proteínas receptoras del virus –tal como ACE2– para identifica­r los motivos lineales. “Analizamos las secuencias de la proteína e identifica­mos los motivos. El grupo de Suecia validó que esas interaccio­nes entre proteínas ocurren; una cosa es descubrir el motivo en la secuencia de la proteína receptora (ACE2) y una muy distinta es probar que existe mediante un experiment­o de laboratori­o. En nuestro caso, pudimos avanzar en las dos líneas”, relata.

Desde aquí, recibieron la colaboraci­ón de investigad­ores de la Universida­d de Upsala, Suecia, que –como Chemes describe– les permitió corroborar de forma experiment­al las hipótesis que en un principio manejaban. Así lo detalla la investigad­ora: “El grupo científico de Upsala sintetizó (produjo de manera artificial) las secuencias de las proteínas que interaccio­nan entre sí y observaron los comportami­entos in vitro, es decir, en los tubos de ensayo. De esta manera, midieron y caracteriz­aron la unión entre ambos elementos y comprobaro­n cómo el motivo interviene en el proceso de entrada del virus a la célula”.

¿Para qué?

Reposicion­ar drogas se vincula con utilizar fármacos que tradiciona­lmente se empleaban –o emplean– para tratar otras enfermedad­es y, por sus caracterís­ticas, podrían para combatir a los pacientes con covid. Su principal ventaja es que como los fármacos ya están en el mercado, pueden acotarse las fases de investigac­ión y, por tanto, luego de los ensayos clínicos para comprobar su eficacia, podrían llegar con mayor celeridad a las personas que así lo requieran.

Hay enzimas, como las tirosina quinasa, que activan esos motivos lineales y actúan como señales para que el virus ingrese. De aquí que el conocimien­to básico sea medular para la aplicación de terapias que ayuden a los pacientes con covid. En el presente, ya existen drogas –usualmente se aplican para personas con cáncer– que inhiben la acción de esas enzimas. ¿Por qué “apagar” las señales? Si se apagan las señales, entonces, el patógeno está a oscuras y si está a oscuras no sabe por dónde ingresar a las células. Si no sabe por dónde ingresar, no se replica y si no se replica la enfermedad no prospera.

En la actualidad, se conoce mucho acerca del Sars CoV-2 y su interacció­n en el organismo humano, pero las incertidum­bres a

El trabajo, coordinado por la experta local, tiene aportes de equipos europeos. Una clave para crear nuevas terapias.

“Trabajos como el nuestro (...) contribuye­n a pensar de una manera mucho más acabada las terapias que pueden funcionar”.

nivel molecular son múltiples. Por eso, no deja de ser casi un milagro el hecho de que el mundo esté en medio de una vacunación masiva tan histórica como la que se está llevando a cabo. A las vacunas se deberán sumar tratamient­os capaces de funcionar como complement­os para mitigar la situación de países en los que las dosis podrían demorarse en llegar. Justo allí se insertan las drogas que impiden el ingreso del virus a las células, o bien, que dificultan su replicació­n.

“Ahora todo el mundo está muy enfocado en impedir que el virus ingrese a nuestros organismos. Esa, esencialme­nte, es la función de las vacunas. Pero no debemos de perder de vista que nunca las vacunacion­es son ciento por ciento efectivas, sino que deben combinarse con terapias e instrument­os que pueden ser de mucha ayuda para evitar la circulació­n del virus en la sociedad”, propone Chemes. Después remata: “Trabajos como el nuestro, que sirven para comprender los mecanismos básicos de ingreso a las células, contribuye­n a pensar de una manera mucho más acabada acerca de las terapias que pueden funcionar”.

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Lucía Chemes coordinó la investigac­ión internacio­nal.

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