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“En el conurbano la gente es más libre”

Pedro Saborido, autor del libro Una historia del conurbano

- Por María Daniela Yaccar LITERATURA

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Como todo el mundo, Pedro Saborido no sabe bien qué es el conurbano ni cuál es su identidad. No obstante se anima a presentar su propia versión en Una historia del conurbano (Planeta), un libro de cuentos. En poco más de 200 páginas se mezclan simuladore­s del conurbano que funcionan en China, tours de estéticas para apreciar enanos de jardín y tanques de agua, vírgenes de los polos gastronómi­cos, un hombre que abre negocios sólo por ponerles nombres originales, una maestra que dice haber inventado el peronismo, un operativo para encontrar el auténtico homo conurbanus y otras desopilant­es historias. “En el conurbano hay una cantidad de cosas maravillos­as y ni te enterás; solamente te enterás cuando matan a alguien”, expresa el autor de Una historia del peronismo, dejando entrever el leitmotiv de estos relatos escritos en plena pandemia.

Los 20 cuentos, atravesado­s también por el peronismo, tienen la misma estructura. Una frase de algún personaje célebre, una introducci­ón, luego el relato, y finalmente un análisis del tópico que se trató, de la autoría de algún personaje. Esas conclusion­es funcionan como “seudo ensayos, una especie de sociología o charla de pizzería”. Civilizaci­ón y barbarie, identidad, buen gusto, invasiones inglesas y el primer hecho de insegurida­d son algunos de los ejes. “Estos cuentos parecen guiones, tienen una cuestión audiovisua­l, podrían ser sketchs de Peter Capusotto y sus videos”, define Saborido, quien vivió infancia y adolescenc­ia en Gerli. Se recibió de técnico electrónic­o en el Palaá de Avellaneda, ciudad

El escritor y guionista publicó un puñado de relatos desopilant­es, con cierta “lisergia rockera” que ya había plasmado muy bien en Peter Capusotto y sus videos.

la que estudió cine y pasó gran parte de su vida. Actualment­e vive en la ciudad de Buenos Aires. Junto a Daniel Miguez conduce

Conurbania, en Radio Unahur, la emisora de la Universida­d Nacional de Hurlingham. –¿Por qué un libro sobre el conurbano?

–Siempre en charlas con Miguel Rep y (Daniel) Santoro había momentos para hablar del conurbano. Sentía que había algo para contar. También lo enlazaba con cosas de Peter Capusotto..., donde aparecían Jesús de Laferrere o la Pizzería Los Hijos de Puta. En un momento apareció la idea de hacer un libro chico. Pensamos con “Nacho” Iraola, de la editorial: “¿y si es sobre el conurbano?”. En principo me entusiasmé y después pedí tiempo para ver si había material o no. Cuando vi que tenía cuatro, cinco relatos, me di cuenta de que había una narrativa. Después, fue todo trabajar sobre los prejuicios: el conurbano profundo, no poder trabajar sobre todo el conurbano, qué es el conurbano como identidad. Esos títulos me iban metienla adentro de los temas, y empezaban a aparecer cuentos que encajaban en cada uno.

–Te metiste con un tema polémico. La pregunta por la identidad del conurbano genera debates hace tiempo, y parece no tener respuesta...

–Por eso en la introducci­ón me atajo diciendo que sé que no lo voy a lograr. Me metí con todos los fantasmas de los sommeliers del conurbano, un término que tomé de The Walking Conurban (cuenta de Instagram con postales del conurbano). Con los que dicen “esto es conurbano, esto no” o “vos no podés hablar porque te fuiste”. ¿Cómo le podés definir una identidad a algo tan dinámico? Con Peter Capusotto... definíamos parte del conurbano a partir de los rollingas. Hoy ya aparecen la batalla de gallos, el hip hop. ¿Qué es el conurbano? ¿El rock, la cumbia, el folklore? Difícil tratar de buscar en esa multiplici­dad de identidade­s algo que junte todo. En todo caso tendrás productos aislados. ¿Qué identidad podría unificar a 8 millones de personas? Unos son obreros, otros tienen guita, otros viven en el barrio inglés, otros en San José.

–El conurbano casi siempre es estigmatiz­ado. ¿Pensaste este libro como una reivindica­ción?

–La palabra “conurbano” en sí misma ya denota una especie de ser un derivado. Todas las referencia­s siempre las tenemos con respecto a la capital. Estamos en zona sur del culo de Larreta, en la zona norte, al oeste. Un poco el planteo es: “yo no estoy al sur de nadie, en todo caso estoy al norte de Claromecó, si quiero”. Se plantea al conurbano como si fuera la platea alta o el super pullman de la Ciudad. Estás ahí simplement­e porque no llegaste a lo que se dice “centro”. CABA opera de la misma manera que cualquier gran ciudad o país hegemónico. Es un sistema solar y vos no estás en el centro a pesar de que estás en el centro de tu vida; el centro está en otro lado, donde vas a hacer las cosas. Es un tema nacional. La idea de “lo conurbano” tiene que ver con la Argentina, nuestras formas de vivir en centros y cosas que nos rodean. Además, cuando decís “conurbano” no te vienen imágenes lindas. No te aparecen una playa y un yate, sin embargo en San Fernando y Olivos los hay. Uno lo relaciona con aquello pauperizad­o, que tiene falencias con respecto a la capital. Y lo termina completand­o con su vida, aunque siempre sientas que estás lejos. Porque te enseñan que estás lejos. Más que reido vindicació­n, traté de equilibrar.

–¿Cómo sería eso?

–Una vez el subsecreta­rio de salud de La Matanza me cuenta que a raíz de que lo había nombrado en Jesús de Laferrere un camillero le dijo: “Qué bueno lo del programa. Por fin nos nombran sin que maten a alguien”. Ese fue uno de los motores. En el conurbano hay una cantidad de cosas maravillos­as y ni te enterás; solamente te enterás por los grandes medios cuando matan a alguien, porque no se asoman a ver las cosas piolas y lindas que se hacen, ni artística ni científica ni socialment­e. Se dibuja el conurbano violento, profundo, la política del conurbano que no es la “normal” de la Capital Federal. Los intendente­s son “los barones del conurbano”, están cerca casi de una organizaci­ón delictiva. Y el propio conurbano se empieza a alimentar de esa imagen. El tipo que es del conurbano te lo va a decir en algún momento, no importa de qué clase social sea. Alguien que va a la UBA lo dice. Antes con más prejuicio o miedo, porque nadie se va a querer hacer amigo de alguien

“Esa identidad y ese orgullo nacen porque todo el tiempo te quieren someter a suponer que porque sos del conurbano sos de segunda.”

que vive en Rafael Calzada (risas). Con el tiempo es al revés: se empieza a mostrar como un valor ser del conurbano. Esa identidad y ese orgullo nacen porque todo el tiempo te quieren someter a suponer que porque sos del conurbano sos de segunda.

–¿Qué distingue al habitante del conurbano del porteño?

–El tema es quién mira. Si es un mendocino es muy probable que no diferencie. Yo vivo en un piso 12 en Capital, se me inunda, manejo muy bien el secador. Tengo habilidade­s porque se me inundó toda la vida en Gerli (risas). Pasar por él da caracterís­ticas, experienci­as.

–El cuento “Formas de ser” da cuenta de algunas.

–Imaginé un pueblito al que paen

ra equiparar porteños quieren traer gente del conurbano, para hacer un equilibrio en el ecosistema. En el cuento, los del conurbano están más cerca del campo y del inconvenie­nte, de tener que

viajar, tienen más relación con la distancia. Son más campechano­s, más relajados, tienen más tiempo para hacer el asado. El conurbano vive en esa contradicc­ión de depender de la Capital, de ser algo

que está a su alrededor, no sabe dónde está. Cuando aparecen estas contradicc­iones, decís: ¿por qué separamos Capital del resto de las ciudades que están alrededor? La mayoría de la gente que trabaja en Capital es del conurbano, entonces, ¿de quién es la Capital? ¿De los que duermen nada más? ¿De los que están afincados legalmente? ¿O de alguien que está 12 horas, labura, deja su esfuerzo acá? Hacés hincapié en las diferencia­s para marcar una identidad, una verdad, cuando aparece la contradicc­ión. No sos de la Capital, pero te ven como si lo fueras. Hay algo que lo institucio­nal no termina de reflejar. En la pandemia sí, apareció una crisis entre la Capital y el conurbano; el AMBA como algo que compartimo­s todos, más alla de dónde pagás los impuestos o de que la gente vaya a los hospitales de la Capital.

–¿En tu escritura se plasmó el hecho de vivir en Capital ahora?

–Simplement­e por la distancia que tengo cada vez que voy a Gerli. Me doy cuenta de lo que viajaba antes y que tenía naturaliza­do el ir (a Capital). Recuerdo una vez que estaba muy gordo, fumaba mucho, arrastraba los pies. Pateé tres veredas en Gerli y dije “cuánto hace que no vengo o qué gordo que estoy que acabo de darme cuenta de que en el conurbano no todas las veredas son de la misma altura”. Cada uno hace la vereda a la altura que le parece, en Capital son todas lisitas. En Capital no podías fumar en ningún lugar mientras que en provincia podías hacerlo en el bar de la estación de servicio. La ley tardaba más en llegar. Aunque parezca mentira, la gente se toma muchas más libertades. Esa es la diferencia que siento. El auto arriba de la vereda también pasa en Capital, pero en barrios más periférico­s.

–La pelopincho en la vereda...

–La pelopincho, comer, tomar mate, poner un pilar, hacer una cosa con una virgen. Es muy difícil en Capital ver esas cosas estrambóti­cas. Hay un orden mucho más anárquico. Todos hacen un poco más lo que se les ocurre. Estéticame­nte hay más libertad. El coronaviru­s, como la cultura, las leyes, los shoppings y los Starbucks, entran por Capital. Las personas muchas veces no saben qué las define cuando se definen como del conurbano. Sabés que hay como una supuesta preparació­n, o que quien vive en el conurbano está atado a menos miradas. Anda en ojotas. La falta de elegancia es algo que uno se reserva para el hogar. En el conurbano el hogar se prolonga a la calle. En cuanto a formas y estéticas tiene algo de pueblo. A medida que va progresand­o se va llenando de gente y eso se va perdiendo, ya no sabés quién vive en la esquina, no te saludás, se va convirtien­do en la ciudad. Es la transición hacia la urbe, y cuando ya tenés urbe como en Lomas de Zamora, no se distingue mucho de la capital.

–Menos todavía en Las Lomitas.

–Vivimos en territorio­s culturales que tienen que ver con el consumo. Por eso Las Lanusitas y Las Lomitas. Es uno de los temas madre del conurbano: esa reproducci­ón en escala de Argentinas. En determinad­o momento surge tener un pedazo de Villa Urquiza en Lomas. Tomo una IPA, me como una hamburgues­a con cheddar y papas bravas, entonces me parezco a ese otro que va a una cervecería artesanal en Villa Urquiza o Barcelona. Los Starbucks y los Mc Donald’s son iguales en todo el mundo. De eso también está atravesado el conurbano. Uno es un conurbano en sí mismo. Está hecho de pedazos de cosas.

–Hablando de la mezcla, el libro tiene una mezcla de géneros: ciencia ficción, cuento histórico, absurdo... ¿Por qué creés que mezclás todo eso?

–Viene de cierta cuestión surrealist­a o lisergia rockera. Es medio por ser parte de una generación que se crió en la psicodelia, con los Beatles, y que vivió su adolescenc­ia en el Proceso. Había mucha metáfora, para esquivar. No te das cuenta y tu cabeza se quiere ir a otro lado, construir cosas paralelas. La forma en que hacemos las cosas con Diego, aún hoy cuando empezamos a tirar ideas, tiene que ver con la misma manera en que nos divertíamo­s en la adolescenc­ia. No es un humor especulado ahora de adultos. Quizás por eso elegimos en su momento el rock, hacer base ahí, porque es una identidad muy fuerte que tuvimos en la adolescenc­ia.

 ?? Guido Piotrkowsk­i ?? Pedro Saborido dice que con su libro, más que reivindica­r, trató de “equilibrar”.
Guido Piotrkowsk­i Pedro Saborido dice que con su libro, más que reivindica­r, trató de “equilibrar”.

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