Los retos de 2021
Hace tres años que estamos insertos en un círculo vicioso que agudiza cada vez más el deterioro social y productivo en nuestro país. A las consecuencias de las políticas que implementó la gestión anterior, se sumó la pandemia y el aislamiento que impactaron con mayor fuerza en la población más vulnerada y en las MiPyMes, que ya habían sido los sectores más afectados por las políticas de desregulación y ajuste estructural de los últimos años.
En este marco, el Gobierno tomó diversas medidas con el objeto de paliar los efectos negativos sobre el ingreso de los hogares, la producción y el empleo: el ingreso familiar de emergencia, bonos extraordinarios, congelamiento de tarifas, pago de salarios con recursos públicos, etc. También fue central la renegociación de la deuda externa y el sostenimiento del tipo de cambio, evitando que bruscas devaluaciones colapsaran la situación económica y social. Esto a su vez repercutió en la inflación, que se redujo en 17,7 puntos con relación al año anterior. De esta forma se logró contener el mal momento, excepcional, que estamos viviendo.
El 2021 será un año atípico porque van a transcurrir varios meses hasta volver a la normalidad. La incertidumbre que genera la pandemia hace muy difícil prever el comportamiento de la economía. Todos los pronósticos afirman que habrá crecimiento por el mayor uso de la capacidad productiva, los salarios deprimidos, la mayor demanda global, las tasas de interés internacionales bajas y el repunte de los precios internacionales de las commodities; pero hay mayores discrepancias en torno a cómo evolucionarán la inflación y el déficit fiscal. En cuanto a estas, mejor que las previsiones es tomar a cuenta las medidas que las determinarán.
La pandemia exige al Estado un gasto extraordinario que está siendo financiado con emisión monetaria, la cual impacta en la inflación a través del tipo de cambio ya que parte de esta liquidez presiona la demanda de dólares y en consecuencia la devaluación. Frente a estas variables, el gobierno busca descomprimir el gasto desarmando paulatinamente las medidas de contención por la covid-19, y ampliar su financiamiento fortaleciendo el mercado local de capitales.
Vinculado al déficit fiscal, también se asoma el descongelamiento de tarifas de los servicios públicos y los combustibles. Estos precios impactan en el gasto y la inflación, pero además repercuten en la distribución del ingreso y el aliento al crecimiento vía reducción de costos para las empresas; razón que lleva al gobierno a idear un descongelamiento progresivo en función de la capacidad adquisitiva.
Por otra parte, la recuperación de la economía reactivará la puja distributiva, esto es la pelea por la recomposición de las rentabilidades de las empresas y el salario real, que también presionan la inflación. Para esto se creó el Consejo Económico y Social, que será clave en la definición de precios y salarios, entendiendo al último como el dinamizador del consumo, la inversión y el crecimiento.
Por último, el alza de los precios internacionales de las commodities agrícolas tendrá un impacto positivo en el ingreso de dólares y la recaudación, pero con el consecuente incremento de la presión inflacionaria. Frente a esto, el gobierno gestiona un plan que pondrá límites a los precios de los alimentos, que incluye el refuerzo del programa Precios Cuidados, la continuación de Precios Máximos y convenios con aceiteros y frigoríficos.
Las herramientas están, el desafío es lograr que sean suficientes y efectivas para que la recuperación se distribuya de la forma más progresiva posible, en el país más desigual que deja la pandemia. Avanzar en este sentido, en el marco de la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional y en un año electoral, donde probablemente se refuercen las tendencias desestabilizantes abogando por el regreso de las políticas neoliberales, será el principal desafío no solo para el gobierno sino para que la recuperación nos alcance a todas y todos.
* Economista (UBA) e integrante del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav).