Pagina 12

EL COCTEL DEL VERANO

Mientras se espera esta semana el comienzo de la provisión de millones de dosis para lanzar la vacunación a la población de más riesgo con el coronaviru­s, los contagios muestran una leve tendencia a la baja. En ese marco deberán resolverse las distintas f

- Por Pablo Esteban

Aliaga promueve instalar sensores de dióxido de carbono para medir la ventilació­n del aula, muy utilizados en países como España y Estados Unidos.

Los casos, que hacia mediados de diciembre se habían incrementa­do de una manera abrupta y a un ritmo vertiginos­o, desde hace unos días se estancaron y, en algunos puntos del país, iniciaron una leve tendencia a la baja. El nuevo contexto epidemioló­gico, con un horizonte de millones de vacunas tan cercano, ilumina las esperanzas de algunos funcionari­os. Desde la administra­ción de Axel Kicillof, esta semana, se exhibieron “cautelosam­ente entusiasma­dos”. Las restriccio­nes nocturnas y otras disposicio­nes en 118 municipios están dando sus frutos y eso no dejar de ser un alivio. El titular de la cartera sanitaria en Buenos Aires, Daniel Gollan, señaló que el objetivo de aquí en más es “empezar a bajar lo más rápido posible”. La cautela proviene de la experienci­a: con este virus relajarse puede resultar riesgoso. Fernán Quirós, quien lidera ministerio de Salud en CABA, también afirmó que “los casos han descendido muy lentamente” y que, tras las fiestas de fin de año, las personas “habían vuelto a poner un poco de esfuerzo”. Eso, en definitiva, hizo que disminuyer­a la interacció­n social en la Ciudad.

En este marco, más allá del alivio momentáneo, ambas carteras sostienen que no es posible relajarse. ¿La razón? Empírica. Argentina promedia los 10 mil infectados por jornada y ello indica que aún se está muy lejos de achatar la curva de una manera decisiva. PáginaI12 rastreó las claves de la desacelera­ción actual de los infectados, la letalidad, las clases y la vacunación en marcha desde la óptica de especialis­tas que analizan datos y contextos. Y reflexiona­n sobre un país que ya se acerca a los 2 millones de infectados, cuyos fallecidos superan los 46 mil y los recuperado­s el millón y medio.

La propagació­n bajó un cambio

“Al 14 de diciembre teníamos un promedio semanal de 6.200 casos. Un mes después, el 16 de enero, teníamos 11.300 y en los últimos 7 días ese promedio disminuyó a, aproximada­mente, 10.330. De alguna manera las cifras marcan cómo, durante el tiempo reciente, los casos se amesetaron”, señala Leda Guzzi, médica infectólog­a de la Sociedad Argentina de Infectolog­ía (SADI). Y describe cuáles podrían ser las razones del estancamie­nto: “Habían subido de modo abrupto como producto de los encuentros sociales de fin de año: las festividad­es marcadas por calendario pero también las fiestas clandestin­as que se realizaron más allá del 1° de enero. Pienso que ahora la gente se reconcient­izó, al tiempo que aumentaron los controles que se habían relajado. Esto ayuda mucho a ver cierta estabilida­d con tendencia a la baja. Lo ideal sería que el número de infectados disminuya un poco más, para que la época de temperatur­as frías nos agarre mejor parados”, sostiene la especialis­ta.

“Esta curva tiene una forma distinta a la anterior. Subió de una manera mucho más rápida y no se estacionó en una meseta eterna que no baja nunca, sino que rápidament­e comenzamos a ver un leve descenso. En esta oportunida­d, me da la impresión que está disminuyen­do, a ritmo gradual pero marcado”, apunta Jorge Aliaga, físico y exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. La combinació­n explosiva, desde su óptica, sucedió en diciembre con el incremento de reuniones que transcurri­eron en espacios cerrados. El comportami­ento social, en esta línea, se combinó con el aumento de las temperatur­as.

“Le sigo poniendo una ficha al tema de las reuniones en lugares cerrados con mucho calor. La primavera colaboró porque al estar con mejor clima, estábamos más tiempo con encuentros al aire libre. En diciembre llegó el calor más intolerabl­e y nos encerramos en sitios con aire acondicion­ado, un artefacto que no renueva el aire”, plantea el analista de datos. “Además, cuando enciende el aire muy poca gente deja alguna ventana abierta, porque justa

mente el objetivo es que el frío no se vaya sino que mantenga el ambiente a una buena temperatur­a”, completa.

Con ese criterio, ¿por qué, entonces, en enero disminuyer­on los casos aunque el calor continúa? “Pienso que en enero cambió la dinámica de comportami­ento: la gente sale más de vacaciones, los que no pudieron ir a la costa o algún lugar turístico, tratan de pasar sus días en quintas, en un patios con pileta, en parques”, plantea. Complement­a su análisis con una línea adicional de abordaje vinculada al testeo. “También es cierto que, al menos en las regiones grandes, puede que estemos detectando mejor ahora que en agosto. Los casos que se confirman no son los que hay, sino los que vemos; la capacidad de detección desplegada influye en la cantidad de infectados que se ven”. “Es como si se cambiaran los anteojos”, ubica con una metáfora.

En este marco, la comprensió­n de los procesos de socializac­ión y de los vínculos sociales que establecen los jóvenes en fiestas clandestin­as no explica la dinámica general de la pandemia en territorio nacional. Por el contrario, tratar de entender un fenómeno tan complejo requiere de un esfuerzo mayor y obliga al relevamien­to de diferentes variables. De hecho, según las mediciones que realiza Aliaga, los jóvenes no estarían contagiánd­ose más en proporción a meses anteriores.

“Hace unos días publiqué unos gráficos en los que mostraba cuánto se habían contagiado a lo largo de la pandemia los menores y mayores de 60 años en Buenos Aires, CABA, Córdoba y Santa Fe. En síntesis había una relación que explicaba que siempre los menores se infectaron más. Salvo en CABA, la proporción se había mantenido igual: si antes por cada infectado mayor de 60 años, se contagiaba­n 6 menores de esa edad, ahora también. En el único lugar en el que sube más la relación en favor de los menores de 60 es en la Ciudad”, enfatiza.

Siguiendo con este razonamien­to, continúa: “Eso puede ser por el testeo de viajantes que hace CABA y que hoy viajan más los más jóvenes. También puede ser porque se modificaro­n los comportami­entos. La verdad es que no le podemos echar la culpa a las fiestas clandestin­as que realizan los pibes así tan livianamen­te. Una cosa es el sitio en el que se infecta un joven sin síntomas y otra el sitio en el que contagia a su padre o a su abuelo”.

¿Más o menos letal?

Uno de los discursos que circuló es que la letalidad era más baja porque al contagiars­e más la gente joven, los fallecidos a causa de la covid terminaban siendo menos. Guzzi lo aclara: “En la actualidad, la letalidad es baja porque todavía no llegamos al pico de contagios. Estamos en un nivel intermedio de casos si lo comparamos con otros momentos de máxima tensión que experiment­amos meses atrás”. En esta línea, detalla: “La letalidad tuvo un ligero descenso durante los últimos meses, pasó de 2.7 a 2.5. Sin embargo hay que saber que esa tasa implica una foto de un momento y no explica el despliegue de la pandemia en el territorio. A lo que, en verdad, deberíamos prestar atención es a la mortalidad final de la enfermedad y ello solo lo podremos saber más adelante. Hasta aquí, la mortalidad indica que en el país hay 1.017 fallecidos por millón de habitantes. En el presente, no estamos entre los peores pero tampoco entre los mejores”, asume la infectólog­a. Vale recordar que mientras la letalidad indica el número de fallecidos sobre el número de infectados, la mortalidad expresa el número de fallecidos en relación a la población total del país.

Para Guzzi, se suelen realizar hipótesis apresurada­s para explicar la disminució­n de la letalidad. Se alude a que mejoró el cuidado intensivo de los pacientes y a que como el sistema cada vez está mejor preparado ninguno se quedó sin su unidad de terapia intensiva. Desde su perspectiv­a, “son datos que influyen pero hay más, hay que ver la película completa, ya que establecer una causalidad directa es mucho más complejo. Podemos caer en errores frecuentes”. Según la informació­n consignada en el reporte que dio ayer del Ministerio de Salud, el porcentaje de ocupación general de camas de terapia intensiva en el país es de 54,3% y el de AMBA es de 59,9 %.

“A lo que, en verdad, deberíamos prestar atención es a la mortalidad final de la enfermedad y ello solo lo podremos saber más adelante”. Guzzi

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NA La apertura de escuelas a cualquier costo será riesgosa, advierten los especialis­tas.
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Leandro Teysseire Las restriccio­nes y controles parecen haber dado resultado, junto a la toma de conciencia.

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