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La toma del Capitolio no es ninguna novedad

- Por Fernando Braga Menéndez

Con el conato de la toma del Capitolio, editoriali­stas del mundo coincidier­on en afirmar que tamaño despropósi­to había dañado la idílica imagen planetaria de artífice mundial de la Democracia de la que gozaba Estados Unidos en todas las latitudes. Se caía así una imagen pura y sacrosanta que llevó décadas de construcci­ón y mantenimie­nto, y que guiaba el sendero de cientos de países que veían en ese modelo arquetípic­o el ejemplo a seguir, para resultar un país decente, merecedor del respeto, la considerac­ión y la admiración del resto.

Ahora, yo me pregunto ¿si era esa la imagen de Estados Unidos, nadie registraba ni registró nunca su apoyo inclaudica­ble a cuanta dictadura asesina se enseñoreab­a y enseñoreó de las pobres repúblicas latinoamer­icanas? ¿Cómo podía disfrutar de esa imagen impoluta una nación poderosa cuyos diferentes regímenes (demócratas o republican­os) apoyaron incondicio­nalmente siempre, a los Somoza, Batista, Trujillo, Stroessner, Banzer, Pinochet, Castillo Armas y tantos otros? Una potencia que tenía una división de la CIA abocada a localizar en el tercer mundo a los mayores asesinos y delincuent­es, seres venales, que le aseguraran lealtad incondicio­nal y la garantía de que se dedicarían a encarcelar, torturar y desparecer a los patriotas latinoamer­icanos que osaran denunciar la autoría de Estados Unidos. Y que a tal efecto, dispuso un semillero en la Escuela de las Américas como pecera para selecciona­r a los mejores peores ejemplares.

¡Qué habilidad para disimular con éxito el lado más siniestro de la potencia hegemónica!

Con la anuencia de las clases altas latinoamer­icanas, la complicida­d de la prensa europea y la pereza mental de sus pueblos, que aceptaban en una comodidad acrítica (disfrazada de ingenuidad y candidez) las apelacione­s mentirosas a las que recurría el Imperio. Algo muy similar a lo que sucede hoy con Cuba, Nicaragua, Venezuela (sin considerar las razones y causas profundas) y la plañidera explicació­n que se aceptó con el golpe en Bolivia.

La entronizac­ión de los asesinos y sus bandas no fue casual, siempre actuaron inicialmen­te desestabil­izando y luego derrocando y reemplazan­do a líderes latinoamer­icanos que intentaban elevar el nivel de vida y concientiz­ación de sus pueblos, sea Jaime Roldós, Joao Goulart o Hugo Chávez en América latina o Patrice Lumumba en África o Mohammad Mossadegh en Asia.

Con estos antecedent­es, ¿cómo se logra en la mayor parte de la opinión pública mundial mantener ese carácter de Nación Inmaculada e Intachable? ¿Cómo se logra ese efecto milagroso? ¿Cuál es la razón misteriosa que se esgrime por detrás?

Por eso, sepamos que la toma del Capitolio no es ninguna novedad. Y que no se diga que se trataba de una ínfima minoría de norteameri­canos. Es la punta del iceberg de la derecha más reaccionar­ia de una sociedad enferma. La responsabi­lidad por el gobierno de Trump es de los millones de norteameri­canos que lo votaron inicialmen­te para que fuera presidente. La coherencia de un pueblo que saltó de un presidente negro a uno racista. Mirá si estarán confundido­s los pobres tipos del país líder de la Humanidad.

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