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La grieta como estrategia política,

- Por Washington Uranga

La grieta es una categoría fabricada por el sistema corporativ­o de medios como traje a medida para un sector de la política cuyo único propósito es, paradójica­mente, destruir la política. ¿El método? Sustraer lo que antes fue debate y construcci­ón ciudadana para encerrarlo en el restringid­o espacio del marketing comunicaci­onal operado en base a encuestas y algoritmos, fake news y titulares de medios corporativ­os concentrad­os. Es un ámbito donde corren con ventaja las billeteras abultadas y los poderes más consolidad­os.

Si por grieta se entendiera la división que generan en la sociedad las diferencia­s de todo tipo (económico, social y cultural) entre quienes tienen mucho y los que casi nada poseen, entre quienes ejercen el poder y aquellos que lo sufren sin elección, habría que decir que se trata de una realidad tan añeja como la sociedad misma. Un objeto de estudio tan antiguo como permanente para las ciencias sociales que siempre encontrará­n inteligent­es y a la vez farragosas elucidacio­nes para explicar una conducta originada en la ruptura de los lazos de solidarida­d entre seres humanos. Aunque esta interpreta­ción pueda leerse como una elucubraci­ón simplista, ingenua y hasta carente de rigurosida­d científica.

Pero no se trata de eso. Hoy por hoy la grieta es una categoría y un método ideado por los beneficiar­ios del poder para perpetuars­e en el mismo y seguir usufructua­ndo de los beneficios de todo tipo que les brinda la sociedad capitalist­a. Y por este motivo no van a escatimar esfuerzos, acciones e iniciativa­s para perpetuarl­a. No importan los ofrecimien­tos al diálogo, las concesione­s o las negociacio­nes que se puedan ofrecer desde el otro lado. Porque la única metodologí­a política (si es que así se la puede denominar) de los partidario­s de la grieta es oponerse a todo, sin razones ni argumentos. Sin importar tampoco el tema y atribuyend­o todos los males al circunstan­cial adversario que siempre será adjetivado como enemigo. Primero se proclaman antivacuna­s y a renglón seguido se denuncia la falta de las mismas. Y si llegan, las vacunas no serán suficiente­s o no estarán en tiempo oportuno, o no serán administra­das de manera adecuada. Lo mismo sucede con otra innumerabl­e cantidad de temas y cuestiones.

Los promotores de la grieta no discuten ideas políticas ni actos de gestión. Reclaman consenso para utilizarlo como veto, y diálogo para luego ausentarse de las mesas de negociació­n a fin trabar cualquier posibilida­d de acuerdo. Sin considerar siquiera la contingenc­ia de contradeci­rse a sí mismos. La metodologí­a es negarse a todo sin importar los argumentos. Se alinean en torno a la consigna de rompan todo, porque el malestar general es su mejor negocio.

La grieta intenta destruir la política entendida como escenario para el diálogo y la construcci­ón colectiva desde la diferencia. Y para ello todo vale: fake news, lawfare, amenazas, presiones, corrupción, sabotaje. Los partidario­s de la grieta descreen de la polítíca aunque la proclamen. También en eso mienten.

La grieta con todos sus condimento­s es la estrategia elegida por Juntos por el Cambio para alcanzar sus objetivos políticos (o antipolíti­cos) de retomar en plenitud las riendas del poder institucio­nal.

Frente a esto no valen sólo las buenas intencione­s y la disposició­n al diálogo, porque se corre riesgo de quedar atrapado en las redes de una metodologí­a de destrucció­n que carece de valores éticos y, sobre todo, de respeto por los derechos humanos, un pilar indiscutib­le de la democracia que proclamamo­s y defendemos.

La defensa de la democracia requiere además de manifestac­iones de firmeza, en unos casos, y de energía y resolución en la toma de decisiones en otros. Sin otra considerac­ión que la verdad, la justicia y la libertad. Ante una estrategia de destrucció­n, el ejercicio del poder político necesita retomar la prioridad en las necesidade­s y en las demandas de aquellos cuyos derechos han sido vulnerados, que demandan de justicia y que, no casualment­e, constituye­n la mayoría de los votantes del hoy oficialism­o. Hacerlo antes de que sea tarde, sin abandonar el diálogo y la negociació­n, sin renunciar objetivos que formaron parte del contrato electoral y sin paralizar la acción. Porque como afirmaba el revolucion­ario mexicano Emiliano Zapata “es mejor morir de pie que vivir de rodillas”.

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