La violencia del fanatismo
Beginning, opera prima de Dea Kulumbegashvili
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La anciana de Japón (C. Reygadas, 2009) aceptaba que un pariente codicioso demoliera su casa, con una resignación metafísica. Algo semejante sucede con la heroína de Beginning, ópera prima de la georgiana Dea Kulumbegashvili, que arrasó con los cuatro premios mayores del Festival de San Sebastián y uno de cuyos productores ejecutivos es el mexicano Reygadas. La situación de Beginning es mucho más grave, ya que la renuencia a resistir tiene lugar en una situación que no amenaza a la vivienda, sino la integridad de la protagonista. La segunda y definitiva entrega de Yana a lo que asume como ineluctable es aún más extrema, y no tiene carácter pasivo sino activo. No por nada la escena inicial de Beginning gira alrededor del mito bíblico de Abraham.
Ese plano de apertura, sostenido a distancia por una imperturbable cámara fija, establece una poética, un tono, un tempo, un abordaje específico del espacio. También una relación hipnótica con el espectador, a quien se obliga a un esfuerzo de atención que -la tensión del plano hace suponerlo- tendrá recompensa. Pero el mismo deseo de ver más genera la erupción de violencia que constituye el centro del film, lo cual convierte al espectador en cómplice de un acto abyecto. David (Rati Oneli, coguionista) es el nuevo pastor de una congregación de Testigos de Jehová del interior de Georgia, y Yana (Sukhitashvili) su mujer y asistente. Ex actriz, en algún momento Yana decidió dejar todo, acompañar a
Georgia/Francia, 2020
Dirección: Dea Kulumbegashvili
Guion: Dea Kulumbegashvili y Rati Oneli
Duración: 130 minutos
Intérpretes: Ia Sukhitashvili, Rati Oneli, Kakha Kintsurashvili.
Estreno en Mubi
David y cuidar del hijo de ambos. La moral antediluviana de la congregación parece tan inquebrantable como la simetría del primer encuadre, donde unos chicos son castigados por haberse quedado jugando al fútbol a la hora del ritual.
El sexismo rige todo: David da sermones intimidantes; Yana tiende la mano a los comulgantes y prepara el bautismo colectivo. Hay un acto de violencia en ese plano inicial. No sólo en términos dramáticos, sino estéticos: algo profana tanta simetría desde el fuera de campo. Beginning es ultraviolenta, si se entiende por tal una en la que los conflictos se ahogan, los derechos se callan y la “resistencia” del plano se fuerza al máximo. El primer ataque a la integridad individual tiene lugar, como en la escena inicial, desde el fuera de campo, y la cámara se resiste a hacer entrar la amenaza, generando la ansiedad por ver al “monstruo”.
En Post Tenebras Lux, de Reygadas (2012) aparece el demonio, dibujado, autoparódico. En Beginning hay un demonio “civil”, de aspecto corriente y maldad absoluta. Las películas de Reygadas (tres de ellas, al menos) basan su efecto en una yuxtaposición desarmante entre solemnidad y humor. Salvo un chiste, el film de Kulumbegashvili es de una gravedad absoluta, más escandinava que georgiana. Como El sacrificio, de Andrei Tarkovski (una de las varias películas con las que la georgiana parece tender un diálogo), la estética de largos planos secuencia fijos de Beginning se alinea con la severidad protestante del danés Carl T. Dreyer. Pero Dreyer era un clásico y la cineasta tiene la voluntad de choque propia de las vanguardias artísticas: que una mujer no ofrezca resistencia a una violación representa una agresión mayor que el corte de un iris en primer plano. La pregunta es sobre la función de esa agresión. Demasiadas preguntas delicadas para que todo termine con una metáfora torpe y gratuitamente hermética.