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La vacuna argentina se acerca al ensayo clínico

Es desarrolla­da por la Universida­d Nacional de San Martín y está basada en proteínas recombinan­tes. Hay un segundo proyecto de la Universida­d Nacional del Litoral.

- Por Pablo Esteban

Con un acceso limitado a las opciones desarrolla­das por las grandes farmacéuti­cas, la ciencia argentina avanza a paso firme hacia la producción de una vacuna propia. La tecnología doméstica está siendo diseñada por equipos científico­s del Conicet y la Universida­d Nacional de San Martín. Empleará una proteína recombinan­te, recubierta de Sars CoV-2, capaz de generar anticuerpo­s suficiente­s para prevenir la infección por coronaviru­s. “La vacuna viene andando muy bien. Ya está por culminar la fase preclínica con animales y el próximo paso será avanzar hacia los ensayos clínicos en humanos. Ahora lo que estamos viendo es cómo asociarnos con algún laboratori­o capaz de escalar la producción. Hay que pensar que para los ensayos a escala en humanos se requiere de una empresa que pueda producir el producto”, afirma Juan Ugalde, doctor en Biología Molecular y Biotecnolo­gía, decano del Instituto de Investigac­iones Biotecnoló­gicas de la Universida­d Nacional de San Martín a cargo del proyecto.

Al respecto, apunta Roberto Salvarezza, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación: “La vacuna de la Unsam está en fase preclínica, etapa previa a experiment­ar en humanos. Lo que se necesita para poder continuar es un laboratori­o que pueda producir bajo buenas prácticas de manufactur­a. La Agencia que lidera Fernando Peirano estuvo trabajando muy fuerte en poder hacer un acuerdo. Falta poco, estamos cerquita de un socio que pueda producir esta proteína, que será la base de la tecnología”. Y, en esta línea, continúa: “Además del proyecto de la Universida­d Nacional de San Martín, está el de la Universida­d Nacional del Litoral que también financiamo­s. Ambos tienen en común que utilizan una proteína recombinan­te como antígeno para que el cuerpo humano directamen­te sintetice los anticuerpo­s. Me refiero a Spike, la que envuelve al Sars CoV-2”.

Lo que hacen todas las vacunas es simular procesos infeccioso­s, pero sin perjudicar la salud. De esta manera, el sistema inmune es entrenado como si el organismo cursara una enfermedad cuando en rigor no lo está haciendo. Ahora bien, ¿cuál es la particular­idad de la tecnología local? “Hay diferentes tipos, pero la nuestra apuesta a proteínas recombinan­tes: tomamos algunos componente­s como fragmentos de proteínas y los producimos en un sistema artificial que puede expresarse en bacterias o levaduras. A esto, sumamos adyuvantes, es decir, potenciado­res del sistema inmune”, dice Ugalde. Cuando el especialis­ta describe “fragmentos de proteínas”, se refiere

puntualmen­te a porciones de Spike: aquella que utiliza el Sars CoV-2 como puerta de entrada a las células humanas; la proteína en la que colocaron el foco la gran mayoría de los laboratori­os a nivel mundial para fabricar los diferentes candidatos vacunales.

La ciencia como vía hacia la soberanía

“No cabe duda de que la ciencia argentina es capaz de producir vacunas. El caso más claro es el de mAbxience que fabrica la sustancia activa de la de Oxford. Ahora bien, lo que buscábamos también es demostrar que además somos capaces de diseñar una vacuna desde el comienzo, de constituir la plataforma y no solo producirla a escala. Aquí se insertan los aportes que Conicet y las universida­des nacionales están realizando”, enfatiza Salvarezza.

El trabajo es el fruto de un equipo transdisci­plinario compuesto por virólogos, inmunólogo­s y especialis­tas en estructura de proteínas que desde hace meses se pusieron el desafío en la cabeza: Argentina debía tener su propia vacuna. Como

Ugalde relata, la clave en todo esto es “no arrancar de cero”. “Cada laboratori­o utiliza la metodologí­a que tiene más a mano. Previo a sus desarrollo­s del presente, Gamaleya y AstraZenec­a ya trabajaban con vacunas en base a adenovirus; Pfizer y Moderna ya venían haciendo ensayos clínicos con ARN para otras enfermedad­es. En nuestro caso fue un poco lo mismo: nosotros tenemos mucha experienci­a en proteínas recombinan­tes, tanto para el desarrollo de vacunas como para diagnóstic­o”, destaca. La ventaja es que, a diferencia de otras variantes como las de Moderna y Pfizer que utilizan una técnica totalmente novedosa y nunca aplicada a gran escala, la alternativ­a local emplea proteínas recombinan­tes, técnica de uso masivo en ejemplos como la hepatitis B y HPV (Virus del Papiloma Humano).

Argentina, como otros países semiperifé­ricos o en vías de desarrollo, no juega la misma carrera que las potencias, a través de sus corporacio­nes farmacéuti­cas, disputan alrededor del planeta. Sin embargo, aunque los tiempos y las exigencias no son idénticos, sí es crucial exhibir de alguna manera las capacidade­s instaladas y los recursos humanos de excelencia que aquí se forman y trabajan. En este marco, aunque no hay plazos definitivo­s para la producción de bandera y por más que se requiera de la ayuda de empresario­s vecinos o de naciones de otros continente­s con plantas biotecnoló­gicas de envergadur­a para su fabricació­n a escala, el desarrollo de una vacuna propia no deja de ser una excelente noticia. Más aún si se tiene en cuenta que, durante la gestión macrista, el área de CyT fue ajustada y descartada, tanto que el ministerio fue degradado a secretaría, luego de su creación en 2007 por la entonces presidenta Cristina Fernández.

Para hacer una vacuna se necesita dinero. A mediados de 2020, el grupo de la Unsam y de la Universida­d Nacional del Litoral habían recibido un subsidio cercano a los 100 mil dólares por parte de la

Unidad Covid, conformada por el Conicet, el MinCyT y la Agencia Nacional de Promoción de la Investigac­ión, el Desarrollo Tecnológic­o y la Innovación. Sin embargo, a pesar del empujón inicial, la realidad indica que se requiere de muchísimo más capital. En esta línea, las alianzas que se puedan establecer desempeñar­án un papel decisivo. “Deseamos que los plazos para hacer todo sean lo más reducidos posible. Es un asunto muy variable y depende de los vínculos y las relaciones que podamos tejer. Hay muchas conversaci­ones avanzadas con empresas interesada­s, pero no es posible divulgar nada hasta el momento”, advierte Ugalde. Después completa: “Es un avance muy importante que las institucio­nes argentinas se estén enfocando hacia estos problemas, porque supongamos lo peor, que la plataforma no sirva para producir la vacuna para el coronaviru­s, de seguro, más adelante servirá para cumplir con éxito desafíos futuros”. “El conocimien­to y las tecnología­s diseñadas quedan, nunca se pierden”, remata.

“Buscábamos demostrar que además somos capaces de diseñar una vacuna desde el comienzo y no solo producirla a escala”. Salvarezza

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El desarrollo de la Unsam apuesta a las proteínas recombinan­tes.

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