Pagina 12

Entre Buenos Aires y Nueva York

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–Claro. Incluso, ya de por sí tomé la nominación con mucha alegría, con una sensación de reconocimi­ento al trabajo de muchos años, y en particular a este disco, que se trabajó mucho, y me tiene muy contento. Me siento feliz con el resultado, me gusta escucharlo, cosa rara para mí con mis discos. Hasta pasa que cuando estoy con amigos y alguien lo pone, me siento orgulloso.

Pese a que ha tocado con músicos universale­s “de fuste” (ver recuadro), Solla conocía poco a Corea. Nunca tocó con él, y apenas había cruzado algunas palabras durante la ceremonia de los Grammy 2015, cuando lo nominaron por primera vez. “Nunca tocamos juntos con Chick, creo que se me congelaría el cerebro y las manos de solo verlo ahí enfrente”, se ríe. “Pero hace poco soñé que me convocaba para un proyecto y que íbamos a hacer una versión en tango de ‘Donna Lee’, de Charlie Parker. En el sueño yo estaba estudiando ese tema todo el día como un loco y luego, cuando llegamos al estudio para grabar, había que subir una escalera muy grande. Y el estudio quedaba arriba de un lugar muy alto… así que la interpreta­ción es bastante lineal, creo”, escenifica el cuyano.

–Qué extraño te habrá resultado recibir el premio online… cuando la presentado­ra te anuncia ganador, se te ve sonreír solo a través de una pantalla de PC…

–Es que, al ser online, ¡no había nadie para que me dijera nada! (risas), y después ninguno me escribió, pero sé que muchos músicos se pusieron contentos. Hubo un montón de mensajes en la redes, por parte de gente contenta con el premio, y sé por personas de Concorde, el sello de Corea, que a él le gustó mucho mi disco, y que me iba a escribir un mail. La verdad es que ganar el Grammy me sorprendió, pero no lo veía imposible. Habíamos tenido muy buena respuesta con el disco, e incluso uno de los temas ya había quedado nominado el año pasado a los Grammy norteameri­canos como mejor arreglo instrument­al. Digo, ya venía con un empuje el disco, con buena recepción de parte de los músicos y de la gente.

Pese a la cara de felicidad que se le ve mientras la presentado­ra lo anuncia como ganador –y a los vinos que se tomó luego con su mujer– Solla admite que le da una importanci­a “relativa” a los premios. “Sirven un poco para sentir un calorcito por dentro, por el orgullo que da que los colegas te elijan, porque en definitiva son los colegas, gente que entiende de música, la que te elige ¿no? Así que tiene una cosa muy reconforta­nte en lo

Su triunfo en los Grammy recientes no implicó el debut de Solla en tales premios. Por contrario, fue la tercera vez que los cráneos en la materia posaron su atención en él. La primera fue en 2015 por su disco Second Half , en el rubro Mejor álbum de Latin Jazz, y la segunda, cuatro años después por el tema “La novena”, en la categoría Mejor arreglo instrument­al. Solla arrancó allá lejos en el tiempo –década del 80—con el Sexteto Apertura, la única agrupación de trascenden­cia que integró antes de viajar a Barcelona en 1996, y de su posterior radicación en Nueva York, donde atravesó el período más prolífico de su vida musical. Fue allí donde en 2010 formó La inestable de Brooklyn, orquesta de ocho músicos neoyorquin­os con la que grabó el inspirado Second…. Fue allí también el lugar en el que grabó y publicó Tributango­s, otro de sus buenos discos, poblado de versiones clásicas del género porteño. En Buenos Aires, en tanto, estrenó en el Centro Cultural Kirchner junto a la Orquesta Sinfónica Nacional dos obras propias: Ñandú, y un fragmento de la Suite Piazzollia­na, que tuvo al experiment­ado Oscar Giunta como baterista. “El otro día me llegó un material de una presentaci­ón que tuvimos en Badia y Compañía en 1986 y, al revivirla, me dio una sensación de coherencia musical y artística”, señala Solá a PáginaI12, intentando unir pasado y presente… Es decir, Buenos Aires y Nueva York. “Me escuché hablar en la entrevista que nos hicieron aquella vez, escuché hablar a mis compañeros de entonces, escuché la música que hacíamos, y me di cuenta de que más o menos sigo pensando las mismas cosas, y haciendo la misma música”. hay que admitirlo”, confiesa él, y luego sopesa. “Pero creo que para el afuera es muy relativo, aunque también es verdad que sirven para la carrera, ayudan un poquito porque hacen que tu producto musical ocupe cierto espacio durante un tiempo en las redes, y tenga cierta relevancia. Parece que fueras mejor músico si tenés premios que si no los tenés, aunque se sabe que eso puede ser exactament­e lo contrario”.

Puertos, Music from internatio­nal Waters –tal el nombre total del disco ganador– es el undécimo álbum de Solla y lleva en sus entrañas un sonido que juega con el cruce de culturas. Así se desprende de sus ocho sesudas piezas que conforman un mosaico entre tango, jazz, música clásica y sonidos latinoamer­icanos. Incluso, cada una está dedicada a una ciudad específica. “Sol La, al Sol”, a La Habana; “Llegará, Llegará, Llegará”, a Montevideo; “Chacafrik”, a Benguela; “La Novena”, a Buenos Aires, y así. “Puertos surge como una continuaci­ón natural de Second Half, disco que grabé en 2015 con el noneto con el que toco hace casi diez años en Nueva York. Ultimament­e venía escribiend­o para ensambles más grandes, y me solían pedir arreglos de cosas mías o de cosas de otros para distintas big band. Entonces, cuando surgió hacer un disco nuevo dije: ¿por qué no armar mi propia big band y tocar mi música? Y así fue… armé una típica big band de jazz, pero con ciertas particular­idades”, cuenta el músico.

Tales “particular­idades” tienen que ver con el bandoneón que reemplaza a la guitarra, y la gravitació­n de un estilo de composició­n que viene de la música clásica. Sigue él. “Como me formé en música clásica, ese estilo está en los temas, en su duración, en su despersona­l, arrollo, a diferencia del jazz convencion­al que suele presentar un tema al principio y otro al final, con la improvisac­ión en el medio”, detalla el pianista, acerca del trabajo horneado a fuego lento junto a la Tango Jazz Orchestra, su big band de 17 músicos, más Edmar Castañeda y Arturo O’Farrill como invitados especiales. “Tenía muchas ganas de hacer algo con sonido más orquestal, que me permitiera poner en juego las dos cosas que más me gusta hacer: tocar y escribir. Me gusta mucho la música orquestal, la música donde podés crear timbres, colores, espacios sonoros, o imágenes con la música a través de la combinació­n de los sonidos”.

–El Grammy fue por el “jazz latino”. ¿Qué entendés vos por esta etiqueta estética?

–El tema de los nombres en la música siempre es complicado. Mi música en particular tiene una fuerte base en el tango y el folklore argentinos, aunque influencia­da por otros ritmos latinoamer­icanos y con una conexión muy fuerte con el jazz, en cuanto a los espacios de improvisac­ión y a la armonía. Y el jazz latino surge como una etiqueta más asociada al jazz afrocaribe­ño, cuando el género empieza a mezclarse con la música cubana. Es decir, cuando las herramient­as del lenguaje del jazz como la improvisac­ión y las armonías más expandidas, se empiezan a teñir con los ritmos de la música latina, sobre todo del Caribe. Hablo de lo que se llamó jazz afrocaribe­ño

“Me fui en la época de Menem, porque era un momento muy malo para hacer música en la Argentina.”

“El hecho de ganarle a Chick es un poco para la anécdota, hasta un poco absurdo, diría… él es uno de mis referentes.”

de la mano de Machito, de Chico O’Farrill, y toda esta gente que empezó con la fusión, allá por la década del cincuenta. Dicho esto, a mí me interesó el hecho de que me hayan puesto en la categoría Large Ensemble para los Grammy 2015, cuando había aplicado aquel disco (Second Half).

–Estás crítica… dejando entrever una

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