El sector autopartista
La mala noticia es que en 2020 la producción automotriz argentina cayó el 20 por ciento interanual. Y la buena noticia es, también, que la producción cayó un 20 por ciento. La crisis inédita provocada por la pandemia en la actividad automotriz a nivel global, tanto en la demanda como en la oferta, sobre todo teniendo en cuenta las expectativas que teníamos en abril/mayo del año pasado, tornan más que aceptables los 270 mil vehículos producidos. Hubo situaciones heterogéneas con casos de terminales que, desde muy bajos niveles previos, aumentaron la producción por nuevos lanzamientos o performance exportadora; mientras que otras cayeron más de un 50 por ciento.
Los tremendos esfuerzos que se realizaron para poder volver a producir con protocolos sanitarios, demuestran una capacidad de reacción y adaptación fenomenales. Toda una complejísima cadena de valor, amenazada desde todos los ángulos, pudo sostenerse sin daños irreparables que impidieran retomar una senda de recuperación.
Las perspectivas para 2021 resultan promisorias, con una estimación de producción automotriz de 380 mil unidades, un 41 por ciento por encima de 2020. El 60 por ciento de la producción será para exportar, para ello es esencial consolidar la estrategia de especialización y complementación con Brasil, como condición necesaria para alcanzar escalas que nos permitan incrementar exportaciones a terceros mercados. Los cierres de fábricas anunciadas recientemente en el principal socio del Mercosur, resaltan la importancia de focalizar las inversiones cada vez más en vehículos de alto valor agregado. Pero bajo ningún punto de vista es una buena noticia el cierre de dichas fábricas ya que es fundamental que haya flujos de comercio bidireccionales para que la estrategia sea sustentable.
Para el mercado de reposición, otro de los segmentos relevantes dentro del autopartismo, también se espera una demanda sólida para poder abastecer de piezas a los 14,3 millones de vehículos que componen nuestro parque automotor con una edad promedio de casi 12 años. Sólo para mantener dicha edad promedio y que no haya un mayor envejecimiento del parque, sería necesario “reponer” cada año 1,2 millones de vehículos. Las restricciones persistentes sobre el transporte público y un mayor turismo interno también generan una utilización más intensiva de dicho parque, y por ende necesidades de mayor mantenimiento. En ciertos casos, como por ejemplo baterías, se observan fuertes importaciones de algunas terminales que resultan ser 15 veces la cantidad de vehículos producidos, desplazando a fabricantes locales del mercado de reposición.
En relación a las exportaciones de autopartes, se estima para 2020 una caída del 35 por ciento (1.000 millones de dólares). No hay dudas del impacto de la pandemia, pero vienen cayendo desde hace diez años, cuando exportábamos autopartes por 2.500 millones de dólares, lo cual hace necesario analizar profundamente los niveles de competitividad e inversiones. Las retenciones a las exportaciones de autopartes del 3 por ciento y el efecto cascada del impuesto a los ingresos brutos serían un buen comienzo de dicho análisis.
Es muy positivo el trabajo realizado por la cadena de valor automotriz, sindicatos y Ministerio de Desarrollo Productivo para promover mayores inversiones a través de una iniciativa legislativa que sería presentada a la brevedad. La Ley de Fortalecimiento del Autopartismo, aunque aún no ha incorporado ciertos procesos de mecanizados de pymes proveedoras con gran valor agregado, sigue siendo una herramienta sustancial para los procesos de localización.
Las importaciones de autopartes oscilan entre los 6 mil y 10 mil millones de dólares cada año, dependiendo del nivel de producción de las terminales que importan el 65 por ciento de ese total en forma directa (el 6 por ciento proveedores de conjuntos, resto mercado de reposición, maquinaria agrícola, motos y carroceras). Se requiere de años de trabajo para reducir esa dependencia.
Las expectativas sobre los avances en la vacunación de la población nos permiten ser moderadamente optimistas para 2021. Pero el comienzo de la recuperación, y la búsqueda de la “normalidad” perdida, estarán también muy marcados por una fuerte incertidumbre productiva. El mayor ausentismo provocado por los contagios, faltantes de ciertas materias primas a nivel local y global, inconvenientes logísticos vinculados con el transporte y con los procesos del comercio exterior, nos obligan a mantener una importante cautela. En muchos casos se está trabajando sin stocks de seguridad con lo cual ante la menor contingencia se afecta el proceso productivo.