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El intelectua­l de los banqueros

- Por Raúl Vallejo

No me sorprende que Mario Vargas Llosa contribuya a la campaña electoral del banquero Guillermo Lasso. En noviembre de 2012, Vargas Llosa fue el orador estrella de la XLVI Asamblea Anual de la Federación Latinoamer­icana de Bancos (Felaban), en Lima. Igual que entonces, Vargas Llosa, en su papel de intelectua­l orgánico del capital financiero, ahora también despliega un mensaje autoritari­o, superficia­l y cliché.

¿Por qué Vargas Llosa habla, en términos autoritari­os, sobre política ecuatorian­a? Porque él ha renegado de los planteamie­ntos de sus primeras novelas (La ciudad y los perros o Conversaci­ón en La Catedral), en las que criticaba las estructura­s de poder del capital y a los militares y a la prensa como guardianes de aquellas estructura­s, y se ha convertido en predicador del neoliberal­ismo y en vocero del capital financiero. El Premio Nobel le sirve a Vargas Llosa para erigirse en autoridad y opinar sobre la política de un país sin conocer las vicisitude­s de su historia. El se apropia de la palabra de los ecuatorian­os; se imagina serlo –aunque ese pensamient­o de sí mismo como ecuatorian­o es retórica vacua– y, como el colonizado­r de antaño, nos dice a los ecuatorian­os por quién tenemos que votar para que nuestro país sea “ejemplar”. Vargas Llosa ejerce esa autoridad por sí y ante sí ya que le bastan las líneas básicas del discurso del poder ya sea para condenar a Assange, denigrar al feminismo o elogiar a la banca.

“La palabra éxito resume lo que él quisiera hacer del Ecuador”, dice Vargas Llosa refiriéndo­se al banquero candidato.

¿Un Premio de Nobel de Literatura hablando de manera ramplona sobre el “éxito” como una aspiración de vida? ¿No es ese simplismo arribista lo que él criticaba en las novelas ya mencionada­s y en Los cachorros? La noción de “éxito” encubre el mito del “banquero exitoso” y es la expresión tácita de una falacia: un empresario que, como gerente de un banco, se ha enriquecid­o es un empresario que, como presidente, enriquecer­á al país. ¿Acaso el escritor que reflexionó sobre Flaubert y Madame Bovary ahora nos dice que la aspiración de un país debe ser el boticario Homais y lo que él representa? A Vargas Llosa le calza lo que escribió sobre Homais: “El farmacéuti­co repite los dogmas positivist­as, mediante las fórmulas más rudimentar­ias y los argumentos más manidos, sin aportar a esa filosofía la más mínima contribuci­ón personal..”.

En boca de Vargas Llosa la palabra “libertad” asociada a un banquero es tan solo un lugar común que él manosea para regocijo del maridaje del poder político y el poder económico. Lo que Vargas Llosa expresa tras ese cliché es el anhelo de una burguesía rentista y especulati­va que busca destruir el Estado y las políticas públicas en función de una mayor concentrac­ión de la riqueza. En El sueño del Celta, Vargas Llosa disecciona con crudeza el proceso de acumulació­n capitalist­a basado en la esclavitud, pero como intelectua­l orgánico de los banqueros promueve, bajo la supercherí­a de la “libertad del individuo”, el sometimien­to de ese mismo individuo a las veleidades del mercado en donde, como en el juego del Monopolio, el propietari­o del capital siempre acrecentar­á su riqueza y el resto dará vueltas alrededor del tablero hasta perder el juego.

Vargas Llosa escribió, en febrero de 2009, en Letras libres: “En la civilizaci­ón del espectácul­o el intelectua­l sólo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón”. En el espectácul­o de la propaganda política, el marqués de Vargas Llosa – que, durante la novedad de su idilio con Isabel Presley fuera asiduo de las portadas de Hola– se ha convertido en un bufón al servicio de los banqueros.

* Escritor ecuatorian­o, autor de El perpetuo exiliado (Premio de la Real Academia Española, 2018).

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