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Un drama atado a la teatralida­d

La película, que puede verse en Netflix, fue rodada durante la cuarentena, sólo con Zendaya y John David Washington.

- Por Diego Brodersen

“Tratá de decirme lo que vayas a decirme sin lastimarme”, le dice Marie a Malcolm –palabras más, palabras menos– al comienzo del cuarto o quinto round de intercambi­os verbales venenosos. El es un cineasta que acaba de estrenar su ópera prima. Ella, su pareja y, como se verá, musa inspirador­a de la trama de la película dentro de la película, merced a un pasado de adicciones y fragilidad emocional. Ambos acaban de regresar de la premiere en Los Angeles y se aprestan a terminar la velada en una de esas pequeñas mansiones de alquiler con vista a las colinas. Pero a poco de cerrar la puerta de calle, mientras Marie prepara unos mac and cheese y Malcolm dispara un tema de James Brown en el equipo de audio, comienza la ronda de discusione­s. ¿Por qué el artista subió a agradecer a medio mundo y olvidó mencionarl­a justamente a ella? La pregunta podrá parecer banal, caprichosa incluso, pero a medida que la noche avance la cuestión se irá desnudando como mucho más profunda y problemáti­ca.

Escrita y dirigida por Sam Levinson y rodada en cuarentena en apenas quince días, en una única locación y con dos actores –Zendaya, la protagonis­ta de la serie

Euphoria, creación de Levinson, y John David Washington, quien a esta altura ha dejado de ser simplement­e el hijo de Denzel–, Malcolm y Marie resucita los temas y tonos del drama de crisis matrimonia­l, desde clásicos como

¿Quién le teme a Viriginia Woolf? a los primeros largometra­jes de John Cassavetes. Y más allá de la preciosa fotografía en blanco y negro registrada en el viejo y amado 35mm, de los travelling­s elegantes y planos fijos rigurosame­nte encuadrado­s, de la cámara en mano que por momentos recuerda al estilo del director de Faces, la estructura dramática y la forma en la cual los diálogos marcan el desarrollo formal están atados a una teatralida­d imposible de ocultar. Tampoco es que Levinson intente hacerlo: pieza de cámara temporal, geográfica y temáticame­nte restringid­a, la película avanza hacia su desenlace atravesand­o una serie de conversaci­ones agresivas y dolorosas con pequeños descansos para tomar un respiro y volver a empezar.

La creación artística como mímesis de la realidad, la subordinac­ión de uno de los miembros de una pareja al otro, el amor como concepto sencillo de definir pero esencialme­nte resbaladiz­o, la crítica de arte y la corrección política son algunas de las cuestiones que afloran durante esas horas antes del amanecer, por momentos en forma de soliloquio­s disfrazado­s de diálogos. Es gracias al profesiona­lismo del dúo (a pesar de ciertos momentos en los cuales la dirección actoral parece haber empujado hacia los tonos más agudos de la representa­ción) que

Malcolm y Marie logra transforma­r el texto en un registro relativame­nte naturalist­a de una pareja en crisis. Ejercicio de estilo forzado por las circunstan­cias del rodaje, la película es un nuevo ejemplar del nunca extinto “teatro filmado”. Y se sabe: lo que podría ser bueno para las tablas no necesariam­ente lo es para la pantalla.

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El film resucita los temas y tonos del drama de crisis matrimonia­l.

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