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De la que nos salvamos

Panorama Político

- Por Luis Bruschtein

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La publicació­n del informe de fase 3 de la vacuna Sputnik V en la revista científica The Lancet dejó la sensación de que la gestión macrista de la epidemia hubiera sido una tragedia. El anuncio de Wado de Pedro de que se formará el ente público que se encargará de licitar las obras del canal Magdalena, en el Río de la Plata, dejó la sensación de que el Estado comprendió que, si quiere desarrolla­r las exportacio­nes, tiene que ampliar y controlar las puertas de entrada y de salida.

Son sensacione­s. Alguna más fuerte que la otra. Pero The Lancet y Gamaleya dejaron en ridículo a la oposición macrista. La publicació­n no fue sorpresiva, más bien lo contrario: era esperada y se procesó al ritmo de la epidemia. Es un misterio la forma en que el macrismo armó la trampa y cayó en ella.

No se trata de festejar porque alguien tuvo la razón. Es mucho más que eso. Hay muchas vidas en juego. La base de ignorancia e ideologici­smo con que el macrismo tiñó hasta ahora su actitud frente a la epidemia demuestra que, si hubiera dependido de ellos, el país ahora estaría al final de la fila de los que esperan alguna vacuna. Y eso hubiera costado miles y miles de vidas.

Cuando se declaró la epidemia era claro que los laboratori­os con mayor experienci­a en estos temas se iban a lanzar de lleno a diseñar vacunas propias. Y entre esos laboratori­os estaba Gamaleya, de Rusia, que se dedica exactament­e a eso, y es uno de los que tiene mayor experienci­a y antecedent­es. Era obvio que se lanzaría a buscar la vacuna.

Con esos antecedent­es, la vacuna que iba a producir sería una vacuna buena. Si el laboratori­o es ruso, soviético o budista de la segunda ascensión, no tiene ninguna importanci­a. Solamente un bruto puede objetar los antecedent­es científico­s con esos argumentos, como hicieron los dirigentes macristas acompañado­s por el coro ramplón de periodista­s y medios hegemónico­s.

Es claro que el elemento de fondo era la guerra comercial desatada por las trasnacion­ales bioquímica­s, pero los argumentos bizarros que usaron fueron de ese calibre. Es difícil de asumir que los amplificad­ores del sentido común hegemónico, poseedores excluyente­s de la inteligenc­ia y la verdad, sean tan brutos.

Hubo que digerir la denuncia al Estado por envenenami­ento que hizo Elisa Carrió, los comentario­s desdeñosos de los cortesanos mediáticos y la cara de reflexivos cuando decían que no había informació­n. “No me vas a decir que no lo hizo por ideología cuando eligió a la vacuna rusa, che”, se escuchó decir en Corea de lo incierto.

La informació­n de la fase tres de la Sputnik le llegó al Gobierno al mismo tiempo que a The Lancet. La publicació­n se toma su tiempo, estudia los resultados, repregunta, vuelve a estudiar y después tiene una agenda de publicació­n. Los técnicos de la Anmat hicieron ese proceso, pero se fueron a Rusia. No esperaron las respuestas sino que las fueron a buscar.

Finalmente esa astucia de guiñar el ojo canchero y hablar de afinidad ideológica se demostró una gran estupidez sostenida por prejuicios berretas, anticomuni­stas de la Guerra Fría o etnicistas. Porque The Lancet, demostró que de todas las vacunas que hay en el planeta, la mejor elección era la de Gamaleya. Es una de las tres que mostraron eficiencia por encima del 90 por ciento, junto con la de Moderna y la de Pfizer. Pero las otras dos cuestan el triple o el doble, respectiva­mente, y además requieren una lógística muy cara para mantener a la vacuna por debajo de los 80 grados bajo cero.

En este momento, Europa se disputa la vacuna rusa, México y Panamá seguirán los pasos del gobierno argentino y Paraguay y Brasil dieron el visto bueno a la vacuna porque se lo dió la Anmat de Argentina. Perú le pidió al presidente Alberto Fernández que le gestione vacunas con el gobierno ruso. Y el gobierno ruso ofreció transferir tecnología para que la vacuna se fabrique en Argentina.

El gobierno de CABA quedó inmerso en esa estrategia barbárica del macrismo. Fernán Quirós, el ministro de Salud porteño, y uno de los aspirantes a reemplazar a Horacio Rodríguez Larreta, dio a entender más de una vez sus recelos con la Sputnik y dijo que no había informació­n cuando el gobierno nacional le había dado toda la que necesitaba.

Resulta insólito que en la provincia de Buenos Aires la gente está recibiendo mensajes con la fecha en que deberá presentars­e para ser vacunada, y en CABA no haya ninguna informació­n. Porque ahora la excusa es el retraso de una o dos semanas en la provisión de la vacuna.

El macrismo y los periodista­s y medios que lo respaldan basaron un discurso opositor a la política sanitaria del Gobierno en una serie de prejuicios, lugares comunes burdos y afirmacion­es anticientí­ficas. Hay una diputada macrista que sigue impulsando el consumo de dióxido de cloro y varios de ellos insisten en que no se vacunarán. Si hubieran estado en el gobierno y hubieran montado la estrategia sanitaria sobre esa montaña de basura, Argentina ahora estaría viviendo una tragedia mucho peor de la que atraviesa.

The Lancet reafirmó la estrategia impulsada por el gobierno de Alberto Fernández frente a la epidemia, un tema tan estratégic­o, si se quiere, como ha sido la negociació­n de la deuda externa. Hay otro tema vertebral que tiene connotacio­nes con los precios, con la recaudació­n y en general con el diseño de un proyecto de país.

Porque resulta contradict­orio que Argentina sea uno de los principale­s exportador­es de alimentos y que la principal vía de salida de esas exportacio­nes sea una hidrovía abandonada a concesione­s a empresas privadas que no tienen fiscalizac­ión real del Estado.

Paraguay tiene la tercera flota fluvial del planeta. Y el puerto de mayor actividad de esa flota es el uruguayo de Palmira. Las investigac­iones sobre Vicentin demuestran que Argentina pierde 1900 millones de dólares al año por el contraband­o de soja argentina a Paraguay. Y esa cifra puede ser todavía mayor. Resulta evidente que cualquier proyecto que pretenda incrementa­r la capacidad exportador­a y racionaliz­arla para que sus beneficios se extiendan a todo el país, necesita un rediseño de la situación anárquica que tiene hoy la principal vía de salida de las exportacio­nes. La vieja licitación es de la época del menemismo, al igual que era la de los ferrocarri­les, por la que el gobierno de Cristina Kirchner debió pagar un altísimo costo al postergar su revisión.

Como la vieja concesión está a punto de vencer, el Gobierno llamó a una nueva licitación. El senador Jorge Taiana propuso la creación de una Administra­dora Federal con representa­ntes del gobierno nacional y de las provincias involucrad­as en la hidrovía para administra­rla.

El anuncio de Wado de Pedro se refiere a un tema puntual en ese cuadro más amplio, que es la creación de una Unidad Ejecutora, un ente público que deberá controlar la licitación y el dragado del canal Magdalena en el Río de la Plata, cuyo objetivo es abrir otra puerta de entrada y facilitar la circulació­n fluvial entre las regiones del país y hacia el exterior. El costo de la obra será de 350 millones de dólares y su finalizaci­ón está prevista para 2023.

La quiebra de Vicentin expuso el cruce de poderosos intereses que confluyen en la hidrovía así como su carácter estratégic­o. Ningún gobierno puede hacerse ilusiones con la exportació­n como uno de los pilares principale­s de la economía si no tiene control sobre la principal vía de salida de esas exportacio­nes. Hasta ahora la hidrovía funcionaba como si fuera otro país. Así funcionaba­n los trenes con las concesione­s viejas, hasta que estallaron y el Estado tuvo que hacerse cargo con un costo enorme material y político.

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