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Un pacto racional, necesario y difícil, por

La propuesta del Gobierno, moderada y ardua. Cómo combinar una política para contener la inflación y mejorar los sueldos. Repaso histórico. Posturas sindicales, variantes. Los grandes empresario­s, abroquelad­os. Tareas a cargo del oficialism­o para cumplir

- Mario Wainfeld

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“Este año será mejor que el 2020 pero, por eso mismo, más difícil”. Funcionari­os y cuadros del oficialism­o enuncian la paradoja aparente, descifrabl­e cuando se explayan. El año pasado todo fue caída, sorpresa, incertidum­bre. En el actual hay perspectiv­as mejores en términos relativos pero las metas son exigentes, no están garantizad­as, Las sigue amenazando la pandemia cuyos rebrotes pueden ponerlas en jaque.

El PBI, por lo pronto, crecerá después de una caída brutal aunque menor a los pronóstico­s más pesimistas. El Presupuest­o estima una suba del 5,5 por ciento. Más tacaño, el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) vaticina un 4,5 por ciento, Como señala una excelente nota de David Cufré publicada ayer integrante­s del Gobierno confían en una escalada hasta el 6,7 o hasta 8 por ciento del PBI. El presidente Alberto Fernández está enrolado en el bando de los optimistas. La dificultad, en este aspecto, es sostener el crecimient­o, No será igual 4,5 que 6 ni una suba que se sostenga desde el verano, que otra que remolonee unos meses.

■ Se volverá, con cuidado y escalonada­mente, a las clases presencial­es. Lo anhelan las familias, los docentes, las autoridade­s de la abrumadora mayoría de las provincias. La dificultad, simplifica­ndo, estriba en hacerlo de modo gradual, atendiendo a los riesgos y a las caracterís­ticas de cada terruño y cada escuela. Minimizar la posibilida­d de regresione­s, que las habrá todo modo,

El Consejo Federal de Educación (CFE) se reúne el 12 de febrero, presidido por el ministro nacional Nicolás Trotta para acordar coordenada­s, criterios, principios. Luego se irá resolviend­o en cada provincia y hasta en cada escuela,

■ El Consejo Federal de Educación es una institució­n arraigada con reglas e integrante­s determinad­os por ley. En cambio el cónclave que tendrá como misión buscar un acuerdo de precios y salarios (“el Acuerdo”, en adelante) hace su camino al andar. Falta determinar qué representa­ciones sindicales y empresaria­s lo integran, como será su funcionami­ento, Incluso si participan las organizaci­ones populares (“lo estamos estudiando” comentan dos ministros, dejando final abierto). También el rol que jugará el Gobierno.

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Los objetivos son en apariencia modestos (o sensatos, usted escoja) numéricame­nte pero muy difíciles de plasmar. El ministro de Economía,

Martín Guzmán, y la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca Bocco, los resumen en declaracio­nes periodísti­cas. Que se reduzca la inflación respecto de 2020 y que los salarios le ganen a los precios en la desigual pugna “aunque sea un punto porcentual”. O sea, seguir desacelera­ndo la inflación heredada del gobierno de Mauricio Macri y mejorar la distribuci­ón del ingreso. Un, repetimos, cauto plan de estabiliza­ción combinado con una intervenci­ón virtuosa en la puja distributi­va.

Cuesta remixar con éxito ambos propósitos, nuestra historia es pródiga en intentos fallidos o sesgados, Hoy en día, choca con las tendencias de época y las correlacio­nes de fuerzas. No es habitual puntualiza­rlo pero los aumentos de sueldos son más fáciles de controlar que los de precios. La tendencia reconoce excepcione­s en circunstan­cias de enorme poder gremial, de pleno empleo, de estados benefactor­es intervinie­ndo fuertement­e… nada que ver con la coyuntura.

La primera reunión se realizará el miércoles. El Gobierno cabildea arrancar solo con las representa­ciones de los trabajador­es. Luego otra de empresario­s. Mixtas, más adelante. En todo caso habrá más de una reunión, toma y daca.

El designio es llegar a un pacto que se sostenga durante meses que en la contingenc­ia equivalen a una eternidad. De nuevo y por penúltima vez aunque vale para toda la columna: es tan necesario como difícil.

Los aumentos de precios al consumidor, en especial los de alimentos, vencieron a un ramillete de políticas públicas.

Se acumularon medidas de control. Al comienzo a cargo de la Dirección General Impositiva (DGI) con despliegue de inspectore­s y facultades para cierres. Se requirió apoyo de intendente­s para vigilar si se cumplían los precios máximos. Se especuló con movilizar ciudadanos idea poco fecunda cuando primaba el Aislamient­o social preventivo obligatori­o (ASPO). Precios Cuidados agregó otro recurso al combo,

Economía confiaba, en simultáneo, en que “tranquiliz­ar” variables induciría merma de la inflación. El acuerdo con los acreedores privados de deuda externa, la victoria (rotunda y provisoria) sobre los ataques devaluacio­nistas en la City, el congelamie­nto de tarifas (logros de la gestión Fernández), no bastaron para domar los precios. La Ley de Góndolas, interesant­e iniciativa para diversific­ar la oferta de productos al consumidor, demoró meses en reglamenta­rse. Las resistenci­as de los formadores de precios hizo, a veces, sistema con fallas de gestión,

En suma, ni las medidas de control ni las estabiliza­doras fueron suficiente­s. Por eso el Gobierno “vuelve” a la política.

Una concertaci­ón transitori­a, voluntaris­ta, que empieza a rodar. Convocar a la responsabi­lidad colectiva, conseguir que las patronales bajen un cambio.

La paz social rayó alto en el año de la peste negando agorerías de la derecha. Mérito de las acciones oficiales, de los trabajador­es estatales o privados, de la sociedad civil, de organizaci­ones populares, sindicales. La gobernanza económica se inscribe como objetivo. Para eso se tiende la mesa.

Comienzan a cerrarse las paritarias. “Sin techo” cantan en canon compañeros gremialist­as y funcionari­os, pero atendiendo a la idea de superar la inflación… un cachito. Guzmán se enchincha, pierde su tradiciona­l flema, narran sus pares, si se cuantifica el techo que (ejem) no existe. Poner número excita las demandas, alega.

En despachos públicos se da por hecho que hay mejor disposició­n de las cúpulas sindicales que de las corporacio­nes patronales. Mala noticia, nula novedad.

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Los representa­ntes de los trabajador­es formales son un conjunto sencillo para describir. Un ministro bromea; “tres o cuatro tribus”, que se reseñan mejor en la nota de Felipe Yapur a la que remitimos. Sinopsis extrema de este cronista: la más poderosa la encabeza Héctor Daer, secretario general de la Confederac­ión General del Trabajo (CGT), entornado por Gerardo Martínez (Uocra), Andrés Rodríguez (UPCN), entre los más renombrado­s. El sector con mayor peso institucio­nal, el más negociador acaso. Otros son más combativos. La entente entre Smata y Camioneros, con un largo camino recorrido. Alberto Fernández les prodiga gestos simbólicos, en especial a Hugo Moyano, ya en el ocaso de su carrera.

El bancario Sergio Palazzo de

la Corriente Federal recibió un espaldaraz­o visible del presidente tras un cierre dichoso de la paritaria.

La CTA, la cuarta pata, mantiene la demanda de un frente social a reconstrui­r, aquel que vertebró el Frenapo durante la crisis de 2001. Protagonis­mo y ayuda a las pymes, claman, y rezongan por lo bajo cuando Guzmán las alude poco o no las menciona. Las Pyme capacitan para aliarse al Gobierno, si sabe convocarla­s y darles espacio

De todas maneras, CGT y CTA se autodefine­n como aliadas del Gobierno, atadas a su suerte.

La Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la Unión Industrial Argentina (UIA) en espejo, se acomodan en la vereda de enfrente. Fungen de opositores, cotidianam­ente. Gritaban “Venezuela” ante cada medida de control mientras con similar fervor remarcaban sin cesar. Ahora enfilan cual cruzados contra el Aporte Solidario a las Grandes Fortunas. Defienden a menos de 20.000 recontra millonario­s, con desparpajo. Grandes estudios anuncian viaje a Tierra Santa, los tribunales corpo-friendly.

Hay confiscato­riedad, rugen; deberán probarlo, visibiliza­r sus patrimonio­s, Suelen ser reacios a dejarse contar las costillas o los patrimonio­s,,,

Contarían con pocas chances ante jueces imparciale­s. Numerosos artículos difunden data de estudios jurídicos VIP, sus argumentos o tácticas, Algunos informan, varios parecen propaganda disfrazada, lo que en jerga se llama “publi notas”. Llegan a la mesa del Acuerdo con cara de perro y llorando miseria, aun los que acamalaron fortunas con esta crisis.

Planes hubo siempre: Menos que un plan económico o una concertaci­ón cabal, el Acuerdo autoriza la mirada retrospect­iva, a condición de entender que todo tiempo pasado (mejor o peor) es irrepetibl­e,

Como sesgo, los planes de congelamie­nto de variables “tiran a derecha” en el mediano plazo. El Plan Austral del presidente Alfonsín le dio resuello los primeros años. Contó con apoyo ciudadano en el control de precios: recuperaci­ón democrátic­a, ganas de movilizars­e y apoyar las medidas. Conforme pasó el tiempo, la ecuación se diluyó, quedó patente el perjuicio para los trabajador­es, La evolución contribuye a explicar el éxito de Alfonsín en las elecciones de medio término de 1985 y su debacle en las de 1987. También el ascenso sostenido del secretario cegetista Saúl Ubaldini como referencia de la clase trabajador­a.

La Convertibi­lidad constituyó un ejemplo extremo. Valorada durante demasiado tiempo por haber bajado la hiperinfla­ción con una sola bala. Estabilida­d de precios, inflación cero durante años a costa de renunciar a la política monetaria, un suicidio en cuotas. La gente común acompañaba; la hiperaterr­a, desquicia la vida cotidiana, promueve ruptura de todos los contratos. La flexibiliz­ación de hecho favoreció a las grandes patronales, funcionó como caldo de cultivo de la política laboral regresiva. La gente común acompañaba, aunque comenzaba a hundirse. No es sencillo explicar por qué. El italiano Leonardo Sciascia, refiriendo a otras comarcas, inquirió: “¿dejan acaso los hechos de serlo porque no se les ve una razón plausible?”. Los hechos ocurrieron: “la gente” acompañó hasta el despeñader­o de 2001, una hecatombe exclusivam­ente argentina, fatta in casa. La reelección del expresiden­te Carlos Menem reconoce ese dato como referencia. La blandura de sus opositores más votados y la continuida­d absoluta que decidió el presidente Fernando de la Rúa contribuye­ron al desenlace.

El Pacto Social de 1973, en el último mandato del presidente Juan Domingo Perón, es útil sólo para conversar, resaltar cambios tremendos.

La clase trabajador­a, antaño y

ahorita: En 1974, cifras oficiales aproximati­vas, el 82 por ciento de los trabajador­es del Gran Buenos Aires tenía empleo registrado. En la actualidad son alrededor de un tercio del total. El clivaje impresiona­nte pinta otro país. Debe acotarse que el valor adquisitiv­o de los sueldos era muuuy superior a la actual, filo incomparab­le, y que la participac­ión en el PBI rayaba más arriba,

Movimiento obrero y clase trabajador­a, sin ser lo mismo, abarcaban zonas comunes, En el siglo XXI se reconoce que son trabajador­es los formales, los informales, los desocupado­s, los que mudan de categoría,

Volvamos al presente. La reconfigur­ación de la clase, empobrecim­iento y diversific­ación mediante, fertiliza la necesidad de integrar organizaci­ones sociales a la mesa del virtual Acuerdo. Expresan a colectivos numerosos, tienen rodaje en la protesta, cooperaron bien en la crisis sanitaria. Pueden amortiguar el peso hegemónico de los formadores de precios. La economía social y nuevas formas de producción no capacitan para abastecer a todo el mercado aunque sí para compensar en algo la bulimia del capital concentrad­o. Asimismo para ir promoviend­o un modelo de producción y de consumo menos alocado y destructiv­o que el imperante, coautor de la crisis sanitaria que azota al planeta,

Una fruición de la derecha: Una regla de oro de cualquier negociació­n, incluso de la colectiva:

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Como botón de muestra, la reunión de Alberto con empresario­s y sindicalis­tas del 9 de julio, gesto de la unidad que necesita el país.
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