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Brasil: Bolsonaro fortalecid­o

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El mes empezó siendo de vital importanci­a para el ultraderec­hista presidente brasileño Jair Bolsonaro, al que le quedan dos años de mandato: es que el 1º de febrero fueron elegidos los nuevos presidente­s de la Cámara de Diputados y del Senado.

Un puesto clave para Bolsonaro es la presidenci­a de la Cámara: de su titular depende, entre muchas otras cosas, la pauta de votaciones. Y, en especial, la decisión de poner en votación uno –solamente uno– de los 64 pedidos para abrir un proceso de destitució­n por la cantidad de crímenes de responsabi­lidad comprobada­mente cometidos por el mandatario, principalm­ente durante la pandemia que mató a más de 235 mil brasileños. Para hacerse con un aliado en puesto de semejante importanci­a, Bolsonaro no midió esfuerzos: quemó alrededor de 700 millones de dólares atendiendo a enmiendas de diputados, valor destinado a sus corrales electorale­s.

Bolsonaro pasó 28 años como diputado. Un diputado oscuro, inoperante, que no hizo más que atender a los pedidos de su base electoral –policías, militares de bajo rango, grupos de sediciosos– y aceptó toda y cualquier brecha para encontrar beneficios al margen de la ley. Así que conoce no solo de cerca, pero desde adentro, cómo funciona la cuestión de compra de respaldo de diputados por parte del gobierno. Ahora logró elegir a su candidato, Arthur Lira, para presidir la Cámara. Es un par suyo: enjuiciado por corrupción, apropiació­n de recursos públicos y hasta de agresión física a su entonces esposa.

En las primeras propuestas entregadas por el Poder Ejecutivo al Poder Legislativ­o en el inicio de la nueva gestión, se destacan la liberación total de la compra y uso de armas de fuego, limitacion­es en la ley de aborto, licencia para que policías y militares maten a sospechoso­s sin enfrentar la Justicia, liberación de minería en tierras indígenas, limitación de control ambiental.

Bolsonaro y el círculo más íntimo de seguidores creen que, al comprar votos suficiente­s para elegir un presidente confortabl­e para la Cámara de Diputados, se fortalecie­ron para llegar a 2022 con ventaja en la disputa de las elecciones presidenci­ales.

Quizá se olvidan de un punto esencial: no es justo decir que la mayor parte de los diputados se venden. En realidad, se alquilan: piden algo, reciben, votan de manera favorable. Luego piden más, y si no reciben, se transforma­n en oposición. Bolsonaro debería saberlo: por casi tres décadas, ha sido uno de los más dignos representa­ntes de esa clase abyecta de diputado.

Mientras, el país sigue sumergido en la pandemia, sin que haya ninguna acción coordinada por el ministro de Salud, un general activo que además de haber esparcido uniformado­s por puestos antes ocupados por médicos e investigad­ores, no hace más que cumplir lo que dictamina el presidente desorbitad­o.

El ingreso de Brasil en la OCDE, capilla principal del capitalism­o global, se ve amenazado por la devastació­n ambiental. Varias multinacio­nales de peso del sector de alimentos fueron expurgadas de países europeos por sospecha de complicida­d con acciones de devastació­n forestal. Más que nunca, Brasil es un paria en el mundo. Más que nunca, Bolsonaro parece fortalecid­o en el Congreso. ¿Hasta cuándo? Nadie sabe: todo dependerá del precio de alquiler de los diputados tan infames como el actual presidente supo ser en sus tiempos de parlamenta­rio.

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