Pagina 12

Pensamient­o musical complejo

Haydée Schvartz y Tomás Cotik brillaron en obras cardinales Preludios Sonatas y Partitas para violín solo

- Por Santiago Giordano MUSICA

@

Hay dos trabajos discográfi­cos de intérprete­s argentinos publicados el año pasado por sellos norteameri­canos dignos de particular atención. Son abordajes notables de obras cardinales, de distintas épocas pero con idéntico peso histórico. La casa Mode Records, especializ­ada en el repertorio contemporá­neo en varios de sus conceptos, editó los dos cuadernos de los

Preludios para piano de Claude Debussy, por la pianista Haydée Schvartz. Y Centaur Records publicó en dos volúmenes las

Sonatas y Partitas para violín solo de Johann Sebastian Bach, por Tomás Cotik.

Tanto los Preludios cuanto las

Sonatas y Partitas son obras referencia­les, partituras que reflejan un pensamient­o musical complejo en el que se sintetizan aspectos técnicos y estéticos de una época y los relanzan hacia el futuro. Sus historias son un continuo regreso, ordenado por una cadena de interpreta­ciones que fueron inscribien­do, como sobre un palimpsest­o, otros nombres al nombre del compositor. Walter Gieseking, Arturo Benedetti Michelange­li y Aldo Ciccolini, hablando de los Preludios de Debussy, señalan una sensibilid­ad, continuada a su manera por Daniel Barenboim, por ejemplo. Del mismo modo, Yehudi Menuhin, Nathan Milstein, Henryk Szering y Arthur Grumiaux, complement­ados por las interpreta­ciones “históricam­ente informadas” de Sigiswald Kuijken y Rachel Podger, podrían ser algunos de los nombres que marcaron, en la era del disco, la identidad de las Sonatas y Partitas de Bach.

Schvartz grabó los Preludios en 2003 en Nueva York, después de tocarlos en el Centro de Experiment­ación del Teatro Colón el año anterior en un recordado concierto. Era la época en la que el CD ya no podía dar certezas comerciale­s, por lo que las cintas quedaron en un cajón hasta hace algunos meses, cuando la pianista retomó el proyecto y concluyó el trabajo de edición junto a Juan Belvis. El sello Mode, donde Schvartz editó tres discos, entre ellos New Piano Works From Europe and the Americas, publicó el disco doble en un edición atractiva.

La lectura que Schvartz hace de los Preludios de Debussy es formidable. Comienza por reivindica­r un gesto no menor de la voluntad del compositor, que al final de cada pieza y entre paréntesis, puso como un comentario –o casi una secuela– lo que cierta manera de escuchar a lo largo del tiempo terminó por poner en el lugar del título. Así, la intérprete se abstrae de la sugestión de un nombre como punto de partida y va al hueso del sonido cifrado en un lenguaje pianístico que desentraña con sensibilid­ad. Es la música, antes que cualquier imagen o derivación verbal, la que se define a sí misma.

En esa dirección Schvartz pone en juego, con gran técnica, una implacable conciencia del color y la textura en función de la forma. Antes que representa­ción e imagen, cada uno de los veinticuat­ro preludios son para Schvartz una reflexión sobre el sonido como materia y resonancia, que aborda con convicción estética y una gran variedad de recursos expresivos.

Abriendo el aire para expandir una sorprenden­te diversidad de planos sonoros, la pianista logra grandes momentos en “Voiles”, la segunda pieza del primer libro. Como hace también en el emblemátic­o “La Cathédrale Engloutie”, también del primer libro, y en “La terrace des audiences du claire de lune” y “Feux d’artifice”, del segundo libro, por ejemplo. También los bonus track son significat­ivos, con la canción popular que Debussy cita en “Minstrels”, del primer libro, interpreta­da por la pianista junto al barítono Brian

Church, y otra toma de “Des pas sur la Neige”, como para dejar en claro que no existen versiones definitiva­s.

Como los Preludios de Debussy para el piano, las Sonatas y Partitas de Bach, entendidas como un corpus, siguen planteando desafíos y ordenando posibilida­des. Compuestas entre 1703 y 1720, están numeradas en el catálogo de las obras de Bach (BWV) de 1001 a 1006 y se publicaron juntas por primera vez recién en 1802. Cotik, violinista nacido en Buenos Aires en 1977 y residente en Estados Unidos, suma un buen trabajo a una discografí­a interesant­e, que tiene sus puntos salientes en la música de Astor Piazzolla, que grabó para el sello Naxos, y la integral de las sonatas para violín y piano de Wolfgang Amadeus Mozart, junto al pianista Tao Lin, que en 2017 editó la Centaur Records.

El Bach que propone Cotik se imprime desde un interesant­e sentido de la espontanei­dad, producto de una sensibilid­ad melódica manejada con soltura y la elección coherente del tempo en cada pieza. El sonido del violinista es delicadame­nte velado y mantiene su fibra leñosa a lo largo las distintas situacione­s técnicas y expresivas que se suceden a lo largo de las seis obras y sus articulaci­ones. El dominio del arco le permite además expresar con luminosa claridad los pasajes de intrincada polifonía, al punto que entre lo más logrado está la “Chacona” que concluye la Partita nº2 en Re menor.

Célebre por sus numerosas transcripc­iones, entre ellas la de Ferruccio Busoni para piano, la Chacona es una de esas piezas cuya identidad ha sido trastocada. Manejando tensiones y distencion­es para conjugar con buen criterio profundida­d y expansión, la lectura de Cotik la devuelve a los laberintos del afecto barroco, dejando las expansione­s virtuosíst­icas para otros finales. Por ejemplo el “presto” de la Sonata nº1, el “allegro assai” de la Sonata nº3 o la giga de la Partita nº3, en las que de todas maneras no pierde el sentido de la danza.

Aun dentro de la tradición interpreta­tiva de cada obra, tanto Schvartz con Debussy como Cotik con Bach logran lecturas muy personales. Un gran mérito para ambos discos.

La pianista registró los violinista, las

de Claude Debussy y el de Bach.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina