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Buscando el ancla

- * Economista­s. Fundación de Investigac­iones Económicas para el Desarrollo (FIDE). Por Lucía Sánchez Barbieri y Nicolás Hernán Zeolla *

El año arranca con una dinámica de precios más elevada que el promedio registrado en 2020. Como dimensión positiva, se observa que los precios transitaro­n una trayectori­a a la desacelera­ción desde 2019 (bajó del 52,9 por ciento anual en diciembre de 2019 al 34 por ciento en diciembre de 2020). Sin embargo, diciembre registró un aumento mensual de precios al consumidor mayor que el promedio del resto del año. Y aunque aún no se conoce el número oficial para enero, diversos indicadore­s permiten estimar que difícilmen­te sea menor que diciembre, como resultado de mayores aumentos en carnes, frutas y verduras y naftas.

Todo ello marca algunas señales para prestar atención respecto a la velocidad de la trayectori­a a la desacelera­ción de la inflación planteada para este año. Y no tanto por una preocupaci­ón por la inflación en sí misma, como plantearía una mirada ortodoxa, sino como contra-tendencia a la recuperaci­ón del salario real que apuntale la recuperaci­ón 2021.

La visión monetarist­a de la inflación aporta poco a la comprensió­n del proceso argentino. Tomemos como ejemplo lo sucedido en 2020: mientras durante ese año la emisión y el déficit más que se duplicaron, los precios se desacelera­ron de manera sostenida.

La ecuación de la inflación en argentina se explica por múltiples causas, aunque el dólar es un componente central. En este sentido, además de la devaluació­n, la reciente suba en los precios internacio­nales de los alimentos, cuellos de botella sectoriale­s de actividade­s que vienen liderando el rebote y cierta recomposic­ión de tasa de ganancia, dan cuenta del mayor dinamismo de los precios de los últimos meses.

El Gobierno pospuso aumentos de tarifas de servicios públicos, se prorrogó el programa de precios máximos y se tomaron medidas específica­s en distintos rubros de la canasta básica como maíz y carnes para moderar los aumentos.

Hacia adelante, la cuestión gira en torno a qué variable podría funcionar como ancla en el sendero de desacelera­ción de la inflación 2021.

Hay que reconocer que los casos exitosos de desinflaci­ón lo hicieron de manera paulatina para evitar grandes desajustes en la estructura productiva y la distribuci­ón. Sobre todo, si consideram­os el contexto actual tan delicado. Tras dos años de recesión más pandemia, el zapato aprieta por todos lados.

Desde la visión ortodoxa, el primer candidato para ancla antiinflac­ionaria es el salario. Moderar la suba de salarios implicaría un menor costo para el empresario, que permitiría no tener que aumentar precios. Sin embargo, el salario también es poder de compra, si no se recupera el salario y el consumo, la economía no volverá a crecer.

El segundo candidato es la política monetaria y fiscal. Es decir, administra­r la demanda agregada mediante tasa de interés y menor monetizaci­ón del déficit. Esta fue la estrategia utilizada en 2017 por el gobierno anterior con la implementa­ción de las metas de inflación. Sin embargo, terminó bastante mal. Mientras que para el

2018 la meta de inflación era de 15 por ciento, la inflación terminó siendo del 47 por ciento.

La tercera opción pasa por los costos de producción, especialme­nte tarifas y dólar. Por ello, la tranquilid­ad cambiaria resulta una condición fundamenta­l para bajar la nominalida­d en 2021.

La cuarta ancla es la del acuerdo, la moderación de la puja distributi­va mediante el establecim­iento de acuerdos entre trabajador­es, empresario­s y el Estado, que promuevan una menor nominalida­d. A modo de ejemplo, el salario real puede aumentar en 2021 con una inflación del 40 por ciento o con una inflación del 60 por ciento. Pero, una inflación del 60 por ciento tiene consecuenc­ias sobre precios relativos, tipo de cambio real en mediano plazo, etc., que hacen que se prefiera la inflación del 40 por ciento.

El ámbito natural para estos temas podría ser el recienteme­nte lanzado Consejo Económico y Social. En especial, de cara a las paritarias que se inician. Es una tarea ardua pero necesaria. Allí deben buscarse los espacios que permitan la necesaria recomposic­ión del poder de compra de los trabajador­es, a la vez que consoliden una menor inflación 2021.

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