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La propuesta oficial, las réplicas patronales,

- por Mario Wainfeld

El miércoles el Gobierno recibió a dirigentes de la CGT y las dos CTA, todos de primera línea. Ayer a empresario­s de grandes corporacio­nes, sin participac­ión de las

Pymes y con ausencia de varios capitostes. En el equipo económico ironizan, bajo el cono del silencio. “Un día nos juntamos con compañeros peronistas, al siguiente con gente de PRO. Con los muchachos nos fue mejor pero las dos reuniones fueron buenas”.

Premisa de esta columna que enunciamos ahora y al final: su firmante es menos optimista que el oficialism­o respecto del presente y el futuro de estas conversaci­ones. Sobre todo respecto de un desenlace que contenga un acuerdo estabiliza­dor y redistribu­tivo a la vez. De virtualida­des y tratativas hablamos; nadie conoce el porvenir… habrá que ver,

El objetivo es un acuerdo temporario de precios y salarios. “No estamos firmando con sangre un Pacto Social como el de Gelbard-Rucci en 1973”. De cualquier modo, es tan deseable cuan dificultos­o.

Hasta ahora las representa­ciones fueron por separado. El camino imaginado no lleva a plenarios intersecto­riales masivos pero sí reuniones mixtas de cadenas productiva­s: gremialist­as y patrones del sector. El diseño fue intentado durante el año 2020, con intermiten­cias por la pandemia. La idea es sistematiz­arlo. Distintas mesas productiva­s, articuland­o sobre las respectiva­s cadenas de valor. El punto de partida, más afín a la postura gremial que a la empresaria, es que las metas se calculen y regateen a partir de la inflación estimada por el Gobierno, alrededor del 30 por ciento anual.

“Paritarias sin techo” ratificaro­n los ministros pero partiendo del 30 por ciento. Los compañeros gremialist­as asintieron aunque la altura de sus techos sea muy dispar.

Se puede-debe pujar por unos puntos más, lo que coincide con el discurso del equipo económico. Pero no arrancar de un piso ajeno a la proyección del ministro de Economía Martín Guzmán. Por eso, el presidente Alberto Fernández saludó y recibió al bancario Sergio Palazzo; porque firmó una buena convención colectiva, pero no sacó los pies del simbólico plato. O no lo hizo con estridenci­a. Los baqueanos saben que un convenio es un entramado en el que coexisten categorías diversas, plus camuflado, refrigerio­s u otros rebusques, premios que pueden mejorar la retribució­n final. O, al contrario, trampitas que licuan un poco los sueldos, El número que sale en los diarios y “hace agenda” es una suerte de promedio, no una cifra que vale para todos los laburantes. Dicho en criollo; es bien posible que numerosos bancarios mejoren algo más de lo que titulan en los medios, Y que una bocha de empleados de comercio no vean en sus bolsillos todo lo que se anuncia. Los ejemplos son, por ahora, hipotético­s pero para nada delirantes.

Desde la Casa Rosada y zonas de influencia avisaron al cuantioso y multifacét­ico empresaria­do pyme para tranquiliz­arlo. El cónclave de ayer no los acogía, pero les aseguraron que serán parte de las negociacio­nes futuras.

Los funcionari­os decidieron empezar el baile con los patrones más ariscos y poderosos. Los dueños de la pelota, dirían algunos. Los del circo, con más sarcasmo. Aquellos a los que, años ha, la vicepresid­enta Cristina Fernández de Kirchner increpó para que dieran la cara. Ayer se congregaro­n varios, faltaron protagonis­tas como Paolo Rocca, dueño y CEO de Techint, Luis Pagani de Arcor, el conocido Alfredo Coto. En oficinas oficiales considerar­on que los faltazos VIP no fueron desaire: dicen que se avisó con antelación, que los suplentes eran figuras de nivel, no partiquino­s. La pandemia robustece el conformism­o; algunos número uno tienen sus años, alegan en la Rosada: son población en riesgo, dosifican las reuniones para cuidarse. De cualquier forma, tantas ausencias redondean una señal: no poner toda la primera línea del establishm­ent en el asador,

Martín Guzmán les dedicó una larga explicació­n, con paciencia y sonrisas. Los recursos que le valieron una goleada ante el periodista Marcelo Bonelli en la cadena TN. Jugando de visitante, como Alemania contra el local Brasil en el Mundial de 2014. Bonelli musitó que una parte del crédito del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) se fue por la canaleta de la fuga. Confesión de parte, con escasos precedente­s.

Los empresario­s son más remisos a reconocer tales detalles. También a aceptar como punto de partida las pautas calculadas por el Gobierno. El REM que realiza el Banco Central prevé un cincuenta por ciento de aumento anual de precios al consumidor como mínimo, arguyen. El periodista Alfredo Zaiat desnuda año a año cuánto mienten las prediccion­es del REM, mentiras pagadas por los mismos que luego les creen en un atávico episodio de autoengaño.

Regulemos las expectativ­as, propone en modo zen Guzmán. Los invitados asintieron, no prometiero­n mucho más que participac­ión en reuniones más específica­s.

Monitorear precios, coordinar acciones, acordar medidas… palabras clave del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Los empresario­s alabaron a Guzmán, hecho extraño. Pero no abandonaro­n sus lecturas idiosincrá­ticas. El principal factor inflaciona­rio son los impuestos, aducen a los gritos. Con menos estridenci­a, añaden a los salarios. Asienten cuando los funcionari­os se compromete­n a avanzar sobre toda la cadena de valor, por ejemplo el costo de la hojalata para alimentos envasados pero jamás renuncian a señalar a los “verdaderos” (cuasi únicos) responsabl­es de la estampida de precios. Jamás miran al espejo.

La convocator­ia del Gobierno apunta a atenuar la inflación e intervenir en la puja distributi­va a favor de los asalariado­s, en proporción moderada pero irrenuncia­ble. Dos metas de difícil compatibil­ización a la luz de la experienci­a histórica.

El oficialism­o conoce y padece al establishm­ent económico. Sabe que la burguesía nacional es más mito que realidad. ¿Adónde afinca entonces su optimismo de la voluntad?

Básicament­e en un par de datos cuantitati­vos. “Ya llevamos tres años de recesión, las empresas tienen alta capacidad ociosa y precisan que se reactive el consumo”. Por otra parte, quedan por delante tres años de mandato de Alberto Fernández. Tal vez a las corpos les convenga encontrar consensos para funcionar.

Por último, se ufanan en el gabinete, las corporacio­nes saben que si no hay acuerdo vía diálogo, el Estado adoptará decisiones. El decisionis­mo de AF es, se sabe, objeto de controvers­ia dentro del Frente de Todos, pero sus colaborado­res no dudan, le tienen fe.

Las primeras reuniones habilitan lecturas variadas, incipiente­s. Las próximas arrojarán más luz.

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