Pagina 12

“Quiero que el oficio de contar sea para todos”

María Teresa Andruetto y los relatos de su nuevo libro

- Por Silvina Friera

Los textos de su libro surgieron de columnas radiales, pero la sensibilid­ad de la autora fue delineando un ejercicio literario tan potente como el de sus ficciones.

Mirar hasta el límite de lo posible; escuchar los dolores humanos como si fuesen fábulas. María Teresa Andruetto –que tiene vocación de mirar y de escuchar como ninguna otra escritora– dice que para escribir se necesita aprender a percibir lo interesant­e de las vidas ajenas. Desde esta perspectiv­a abierta hacia los otros, explora la construcci­ón de la identidad individual y social, las secuelas de la dictadura cívico-militar y el universo femenino tanto en sus ficciones como en aquellos textos híbridos, a caballo entre la crónica y el ensayo breve.

En Extraño oficio (Literatura Random House), Andruetto rescata historias reales: un taxista escribe para él y se define como “hombre de los medios”; hay chicos pobres que se sacan una selfie con una ojota o tres mujeres en un taxi, en una ciudad de Brasil, atascadas en una calle, y Andruetto, una de ellas, reflexiona sobre el punto de vista en la literatura y cómo impacta la democratiz­ación y la inclusión desde la perspectiv­a de la belleza o la fealdad: “Qué vamos a hacer si tenemos que repartir un poco más los cielos y los suelos, y el aire, las calles, los aviones... y nos vemos llevados a ser un poco más feos y sucios para que otros san un poco más lindos y limpios”.

Hay muchas más historias y vividas oídas. Los textos de Extraño oficio surgieron de las columnas radiales de la autora de Lengua madre, La mujer en cuestión y Stefano, entre otros libros, en el programa Nada del otro mundo, de la FM 102.3. “Gente conmigo” se titula la columna que hace Andruetto desde hace seis años en la radio. “Los textos son las historias que conté por radio; son crónicas o un híbrido, pero son historias reales que parten de situacione­s reales; no son ficciones”, aclara la escritora cordobesa en la entrevista con PáginaI12.

–Todos los textos de Extraño oficio, aun los que parecen más literarios, están unidos por la vocación de mirar y de escuchar, como lo que hacés con el origen de la palabra “mucama”, que es escuchar qué pasa con esa palabra en el tiempo y cómo deshumaniz­a a las trabajador­as. ¿Qué importanci­a tiene escuchar en la escritura?

–En el corazón mismo de todo mi hacer está la escucha. Descubrí haciendo estas columnas para la radio que la escucha es anterior y englobador­a de la escritura. Cuando me preguntan qué tiene que tener un escritor, siempre digo que lo más importante es saber mirar y saber escuchar; es la gran empatía con los otros, con algo que uno ve, para el tipo de escritura que hago, que no parte de cuestiones intelectua­les, sino de lo más vital de los otros que me llega, que me punza y se queda. Hay cosas que me han contado cuando tenía diez años y están; es como si tuviera una biblioteca de esas historias escuchadas. A veces son frases o cosas que vi... por contar una que no está en el libro, yo iba al asilo de enfermos mentales de mi pueblo (Arroyo Cabral), tendría ocho o nueve años, y me acuerdo de Raquel, una mujer alta, delgada, que tocaba el piano, una loca (o puesta ahí como una loca) porque le había roto el laboratori­o al marido, que era bioquímico. Siempre me quedé pensando qué le habría hecho el marido para que ella le reviente el laboratori­o y la internara; era alta y delgada, parecida a Vanessa Redgrave. No se me va, me quedó para siempre. Tengo llena la cabeza de esas historias.

–Una obsesión que aparece es tu interés por querer captar algo del habla de los otros. No se trata de la mera oralidad; no es la oralidad entendida como literalida­d de lo oído, sino que es un intento de plasmar en la escritura esas voces que de otra manera serían olvidadas o se perderían.

–Agradezco muchísimo esta lectura; en la palabra del otro está la identidad. Y también la fragilidad que eso tiene, porque cómo hacer para que el otro venga vivo es un trabajo muy complejo y la vitalidad que tenía en el aire se pierde en el papel. Entonces hay a la vez un gran trabajo para que eso esté de tal manera que no pierda la identidad, la esencia que tiene cuando está en la respiració­n del otro, sin que se arruine, se deteriore en el camino, y sin que se transforme en una lengua más obediente. La desobedien­cia a la oficialida­d de la lengua en la voz de quienes hablan –de los que hablamos cuando estamos en una situación íntima en la calle o en nuestras casas– me gusta mucho porque es un espacio de resistenci­a de los hablantes; esa singularid­ad es resistenci­a, y captar eso, prestar oído a eso, es también una forma de sostener esa resistenci­a social y esa identidad que está en la lengua. Cuando hago ficción, me alimento

“No me interesa una escritura militante; lo militante es hacer conocer las escrituras de mujeres. Siempre leí a mujeres.”

“Lo que hago tanto en la escritura como en llevar literatura a distintos espacios tiene que ver con desear que sea de todos.”

mucho de cosas escuchadas. Por ejemplo, en La mujer en cuestión muchas personas me preguntaro­n cómo había investigad­o. No investigué nada. Todo lo que los personajes consultado­s dicen acerca de esa mujer son cosas que me quedaron en el oído, escuchadas en el ómnibus, en el mercado, en la tienda, en el aula.

–El habla de los otros en una de las crónicas, la del taxista de “La voz de los que tienen voz”, está trabajada desde un rechazo inicial hacia ese hombre que parece saberlo todo (nunca aparece la palabra fascista) hacia la empatía que genera cuando se define como “un hombre de los medios”. ¿De qué manera lográs en ese mismo texto pasar del desagrado a la ternura final?

–Yo podría haber puesto una discusión con él, donde yo contrarres­tara sus palabras. Pero me entregué cuando iba en ese taxi, en Buenos Aires al aeropuerto, y en el trabajo de escritura intenté sostener esa entrega a lo que él tenía para darme. La base es la entrega con el otro, esa empatía con el otro; suspender las propias conviccion­es, el propio posicionam­iento ideológico, para entregarme a eso que el otro tiene para darme, porque si no, ¿cómo sé yo algo del otro, si lo que hago es enseñarle a él como es la Feria del Libro o cómo son los libros? Esa entrega, que me parece muy interesant­e para la escritura en general, tiene que ver

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