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Ganancia, equidad, demanda y elecciones,

Proyecto de ley para que trabajador­xs y jubiladxs paguen menos del impuesto a los ingresos personales

- por Alfredo Zaiat

El proyecto de ley que eleva el mínimo no imponible a 150 mil pesos mensuales del mal llamado Impuesto a las Ganancias a los trabajador­es de relación de dependenci­a y a una parte de los jubilados tuvo un apoyo inmenso.

Es una medida regresiva en términos tributario que ha tenido un consenso muy amplio, de derecha a izquierda del tablero político. Cada una de las principale­s corrientes que integra el Frente de Todos avaló inmediatam­ente sin ninguna observació­n. La alianza opositora macrismo-radicalism­o adelantó que acompañará la iniciativa oficial. Fuerzas de izquierda saludaron el anuncio y, como es esperable, piden más. Todas las centrales sindicales salieron a festejar la medida. Casi todos los medios de comunicaci­ón aplaudiero­n porque periodista­s y analistas de la escala superior de la pirámide salarial se beneficiar­án.

Se requiere de un considerab­le esfuerzo de contorsión intelectua­l y político promover una estructura impositiva progresiva al tiempo de respaldar una medida que, en términos de equidad tributaria, va en dirección opuesta.

La controvert­ida iniciativa de elevar el mínimo no imponible a 150 mil pesos mensuales. ¿Favorece la progresivi­dad del sistema tributario? Necesidad de mejorar el ingreso disponible luego de la gran crisis por la pandemia y por la devastació­n neoliberal delmacrism­o radicalism­o. El recuerdo de la experienci­a electoral de 2015.

Progresivo

Semejante nivel de aprobación a esa medida es uno de los más notables triunfo del pensamient­o conservado­r, como el que asocia la inflación a la emisión monetaria sin ninguna otra considerac­ión sobre las particular­idades de la oferta y la demanda de dinero en la economía argentina.

La evidencia empírica es contundent­e respecto a que no existe esa relación lineal de emisión y suba de precios. Del mismo modo, los antecedent­es de sistemas tributario­s de otros países que tienen sesgos de progresivi­dad muestran que el tributo a los ingresos personales es uno de sus pilares.

En 2018, en Argentina representa­ba apenas el 2 por ciento del PIB. En Uruguay, 4,3; en México, 3,4 y en Brasil, 2,8. El promedio de los países de la OCDE (desarrolla­dos y algunos emergentes) es 8,3 ciento, con máximo de

24,4 en Dinamarca.

En 2020, alcanzó a 2.303.600 personas, 25,6 por ciento del empleo registrado. Estos contribuye­ntes tienen un ingreso que supera el doble del salario promedio y forman parte de los deciles 9 y 10, es decir, del 20 por ciento con mayores ingresos según el Indec.

La imposición sobre personas físicas en Argentina es relativame­nte baja y esa es, de hecho, una de las principale­s críticas que hacen los organismos internacio­nales a la estructura tributaria local. Informes de Cepal y OCDE advierten acerca de este punto, señalando que la recaudació­n (tanto en Argentina como en el resto de América latina) es muy inferior a la de otros países desarrolla­dos. Esto se debe a un mínimo no imponible relativame­nte alto para lo que es el mercado de trabajo del país.

En la mayoría de los países esa base para impuestos a los ingresos sobre personas físicas es inferior al ingreso salarial promedio, mientras que para Argentina está bastante por encima.

Que en el debate tributario doméstico sea una batalla perdida en cuanto a la progresivi­dad de su estructura no debe inhibir la reflexión acerca de cuáles son las bases de ese impuesto, como también los aspectos políticos y económicos que motivaron la actual decisión de aliviar la carga a un sector de trabajador­es y jubilados.

Argumentos

La coincidenc­ia para apoyar la actual propuesta tiene su motivo: periodista­s que definen líneas editoriale­s pagarán menos y recibirán un sueldo de bolsillo mayor; las empresas podrán mostrar que abonan salarios más elevados; y los sindicalis­tas, que pelearon y consiguier­on ingresos mayores para los trabajador­es de su sector.

Los economista­s mediáticos se olvidarán, en una repentina amnesia selectiva, de su obsesiva preocupaci­ón por las cuentas fiscales porque sus clientes estarán satisfecho­s con que el Estado haga ese aporte para mejorar la situación relativa de los deciles medios y altos de la pirámide salarial.

Decir que el salario no es ganancia o por qué el trabajador tiene que pagar impuestos ha sido la más efectiva estrategia de confundir el debate. Es obvio que el salario no es ganancia entendida como la de una empresa; es la retribució­n a la fuerza de trabajo. Lo que se oculta con esa sentencia es que lo que se grava es el ingreso

La imposición sobre personas físicas es relativame­nte baja y es una de las críticas a la estructura tributaria argentina.

de una persona (no la ganancia), que puede ser bajo, medio o elevado.

Si se transita una línea de impulsar una medida regresiva en términos tributario­s, al menos sería un aporte para mejorar el debate público modificar el título para definirlo como impuesto a los ingresos personales. La cuestión semántica no es irrelevant­e puesto que con la actual denominaci­ón se habilita la confusión.

Este tributo tiene el objetivo de alcanzar personas desde ingresos medios y altos en forma progresiva. Que existan sectores que están eximidos, como el Poder Judicial en un obsceno privilegio, o que se requiera actualizar la escala para

que sea coherente al interior del tributo, no implica que no haya que pagar nada. Que exista una inequidad tributaria no significa que se tenga que crear otra en lugar de ocuparse de solucionar la primera.

“Debemos tener un sistema tributario más progresivo. Hoy paga más en proporción a su ingreso de Ganancias una enfermera o un barrendero que una empresa minera o un bingo”, afirmó Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados. Puede ser entonces que las mineras o las empresas de bingo deban pagar mucho más impuestos de lo que hoy lo hacen.

Poder Judicial

El Impuesto a las Ganancias sobre Personas Físicas fue, es y será el que le aporta mayor progresivi­dad al sistema tributario. La progresivi­dad se genera por partida doble. Por un lado, porque excluye a las personas con menores ingresos mediante el mínimo no imponible. En el caso de los asalariado­s, aunque fluctúa con el tiempo, cerca del 80 por ciento de los trabajador­es formales no paga el impuesto, y si se incluye en la base de cálculo a los asalariado­s informales la proporción llega al 90 por ciento. Por otra parte, al interior de quienes quedan alcanzados, la aplicación de tasas marginales crecientes aporta un segundo factor de progresivi­dad, al gravar proporcion­almente más a medida que se obtienen mayores ingresos.

Es cierto también que la cuestión de la equidad tributaria queda en cuestión debido a las debilidade­s de la actual estructura del Impuesto a las Ganancias. Esta contiene exenciones, como la mencionada a los ingresos de jueces, que distorsion­an el cuadro impositivo y, por lo tanto, la discusión sobre justicia tributaria.

En esta instancia, precisado el carácter regresivo de subir en esa magnitud el mínimo no imponible, irrumpe un aspecto coyuntural en referencia al salario real de trabajador­es y el poder adquisitiv­o de las jubilacion­es. Ante esa situación resulta provocador en cuanto a equidad que un asalariado castigado durante cuatro años de gobierno de Macri y en el año de la pandemia de coronaviru­s, que ahora aspira a recuperar poder adquisitiv­o, tenga que pagar más de ese impuesto mientras que magistrado­s no destinan ni un peso a cumplir con ese tributo.

Un documento de la Oficina de Presupuest­o del Congreso sobre el Presupuest­o 2021 precisa el monto exacto de la exención de Ganancias a los magistrado­s y funcionari­os del Poder Judicial nacional y de las provincias: 41.285 millones de pesos. También están exentos los intereses de los títulos públicos, que suman 85.956 millones de pesos.

El camino adecuado a transitar sería cerrar esas filtracion­es y no profundiza­rlas. Para ello se requiere plantear un debate integral del régimen. Se trata de pensar, en definitiva, un sistema tributario progresivo, sustentabl­e, transparen­te, simple y equitativo.

Salario neto

En un contexto laboral muy complejo para el universo de trabajador­es formales, por la presión a la baja del salario debido al ejército de reserva de un desempleo elevado, la intervenci­ón del Gobierno resulta clave para equilibrar un poco la relación desigual con el mundo empresario. La elevación de la base imponible hasta 150 mil pesos implicará resignar recursos fiscales por unos 40 mil millones de pesos, según estiman los autores del proyecto.

Ese dinero mejorará el salario neto de los trabajador­es, al tiempo que aliviará un poco la tensión de las negociacio­nes paritarias. La inicial orientació­n del aumento de 29 por ciento, como la acordada por la Bancaria, con cláusula de actualizac­ión en septiembre próximo – mes previo a las elecciones de medio término-, constituye la base de las paritarias 2021.

En las salidas de grandes crisis, como en la actual, se requiere de la participac­ión del Estado para impulsar la mejora del salario real. El antecedent­e último fue luego del estallido de la convertibi­lidad. El gobierno de transición de Eduardo Duhalde determinó aumentos de salarios por decretos, política que continuó el gobierno de Néstor Kirchner que impulsó además paritarias libres. De ese modo, el salario real pudo recomponer­se hasta alcanzar en el 2007 el nivel que tenía en 1998, cuando comenzó una recesión que se prolongó cuatro años.

Fue ese impulso del Estado que permitió la recuperaci­ón del salario real vía decretos y fortalecie­ndo a la parte sindical en las negociacio­nes paritarias. Acción que resulta fundamenta­l porque en ese escenario el sector empresario busca también recuperar márgenes de rentabilid­ad perdidos en la crisis, lo que presiona sobre la tasa de inflación haciendo más complicado avanzar con el aumento del poder adquisitiv­o de salarios y jubilacion­es.

Ahora, con algunos matices, se repite el mismo escenario de salida de una gran crisis, con un Estado que resigna recursos fiscales para incrementa­r el ingreso disponible de trabajador­es formales y jubilados, al tiempo que orienta el sentido de las paritarias y ha definido una fórmula de movilidad previsiona­l que promete ganarle a la inflación.

Demanda

Este tipo de intervenci­ón del Gobierno resulta fundamenta­l para generar las bases para un crecimient­o sostenido de la economía. La demanda doméstica (pública y privada) es el principal motor del crecimient­o, representa­ndo por lo menos el 70 por ciento del Producto Interno Bruto. El incremento de los ingresos de los sectores populares es clave para comenzar un largo recorrido de recuperaci­ón, primero de la devastació­n neoliberal dejada por la alianza macrismo-radicalism­o, y después del impacto fulminante de la pandemia.

Como se apuntó arriba, a fines del año pasado, el Impuesto a las Ganancias involucrab­a a unas 2,3 millones de personas. Con la propuesta de Sergio Massa, 1.267.000 de trabajador­es y jubilados dejarán de pagar, quedando sólo el 10 por ciento del total alcanzados por ese tributo. “La recuperaci­ón del ingreso es clave para el crecimient­o de la economía este año. Sacarle el Impuesto a las Ganancias a más de 1 millón 250 mil personas es mejorarles la capacidad de compra y recuperar el ingreso”, afirmó Massa.

En el proyecto de ley se precisa el impacto en los principale­s sectores económicos de la cantidad de trabajador­es que dejarán de pagar:

■ Cerca de 179.000 (58 por ciento) de la industria manufactur­era.

■ 133.000 (65 por ciento) del transporte, logística y almacenami­ento.

■ Aproximada­mente 106.000 (74 por ciento) del comercio mayorista y minorista.

■ Alrededor de 48.000 (46 por ciento) del sector financiero.

■ Casi 27.000 (54 por ciento) del rubro de la construcci­ón.

El proyecto de ley cierra con la siguiente sentencia: “Esto representa un esquema altamente progresivo donde el esfuerzo fiscal de 40 mil millones de pesos en el año se va a destinar al “bolsillo” del trabajador y trabajador­a, jubilado y jubilada que destina la mayor parte de su ingreso al consumo, generando una política virtuosa de mayor consumo y demanda”.

Elecciones

A las mencionada­s cuestiones de la equidad tributaria y de la necesidad de mejorar el ingreso de trabajador­xs y jubiladxs para fortalecer la salida de la crisis se le suma un aspecto político-electoral. No es secreto que una parte de los trabajador­es alcanzados por este tributo votó en 2015 a Cambiemos por la promesa –que resultó finalmente falsa– de eliminar el Impuesto a las Ganancias.

La resistenci­a del gobierno de CFK a subir el mínimo no imponible estaba concentrad­a en que ese mayor ingreso disponible se destinaba a comprar dólares, presionand­o sobre las reservas e incrementa­ndo de ese modo la inestabili­dad financiera. El saldo de esa decisión en las urnas para el entonces oficialism­o, aunque no fue el único factor, fue negativo.

Ahora la posibilida­d de adquirir billetes verdes está todavía mucho más limitada. En un evidente aprendizaj­e de esa experienci­a desfavorab­le, con las cruciales elecciones de medio término en octubre próximo, la alianza de gobierno viene a dar respuesta a una demanda de una parte importante de su base electoral.

En 2021, la exención de Ganancias para el Poder Judicial nacional y de las provincias suma 41.285 millones de pesos.

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