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Políticas públicas para todes

- Por Natalia Gherardi *

Cada nuevo femicidio muestra el fracaso de las políticas públicas, la insuficien­cia de la respuestas institucio­nales, la incapacida­d de la justicia para constituir­se en un mecanismo que contribuya a la protección. Más aún cuando se trata de femicidios anunciados, cuando hubo señales y avisos concretos cumpliendo con la interpelac­ión reiterada desde las institucio­nes para que las jóvenes y mujeres denuncien y activen los mecanismos de los que disponen los estados a nivel nacional, provincial y municipal.

Cuando eso pasa, cuando la promesa de una vida libre de violencias queda en las letras de las normas pero no alcanza a las vidas de las mujeres, tenemos la obligación moral (y legal) de analizar dónde se ha fallado. La responsabi­lidad del Estado implica también la obligación de asegurar un aprendizaj­e institucio­nal para que esas fallas no se cobren nuevas vidas.

En Argentina, como en la mayoría de los países de la región, hay leyes, hay planes de acción, hay institucio­nes creadas con la responsabi­lidad específica de abordar el tema de las violencias por razones de género (en todos los niveles de gobierno), hay presupuest­o asignado (y desde hace algunos años, incluso etiquetado para poder facilitar el monitoreo de su aplicación). Sin embargo todavía se registran problemas sumamente graves.

La articulaci­ón entre las institucio­nes del Estado sigue siendo muy deficiente: las fuerzas policiales no coordinan su trabajo con la justicia ni con los Municipios; el Poder Judicial no actúa con celeridad e ignora los antecedent­es de los que dispone que mostrarían la necesidad de actuar de forma urgente frente a muchas situacione­s. Además, en muchos casos se toman decisiones estandariz­adas como si cada caso fuera igual al anterior, sin considerar las particular­idades de cada situación y de cada mujer. Así, las medidas de “no acercamien­to” se reiteran en una producción en serie que nadie se dispone a monitorear con seriedad, y cuyo incumplimi­ento por parte del agresor tiene pocas (si alguna) consecuenc­ia.

En medio de todo, las jóvenes y mujeres con sus vidas a cuestas cargan en sus espaldas el peso de mover las maquinaria­s institucio­nales, en un laberinto difícilmen­te comprensib­le para alguien en situación de violencia. El acceso a la justicia sin patrocinio jurídico gratuito y sin políticas activas de contención y acompañami­ento es poco más que una consigna vacía.

Las organizaci­ones de la sociedad civil somos parte del colectivo inmenso que logró llevar el tema de las violencias a un lugar relevante de la agenda pública. La responsabi­lidad de articular respuestas efectivas, concretas, adecuadas, es del Estado.

* Abogada, directora ejecutiva de ELAEquipo Latinoamer­icano de Justicia y Género y del Proyecto Cerrando Brechas para Erradicar las Violencias contra las Mujeres.

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