Pagina 12

Una despedida sin expresione­s colectivas

El velatorio del hombre que gobernó la Argentina durante una década no congregó multitudes. Los restos del expresiden­te fueron sepultados en el cementerio islámico de La Tablada.

- Por María Daniela Yaccar

Los restos de Carlos Menem fueron sepultados en el Cementerio Islámico de La Tablada junto a su hijo Carlos Menem Jr

La fila es corta. Gira en la esquina de la avenida Entre Ríos y llega a ocupar una cuadra sobre Rivadavia. Adultos mayores en su mayoría. Un único vendedor de flores con su canasto en la esquina. No hay expresione­s colectivas ni llantos, tampoco parece haber angustia. El sentimient­o que recorre a quienes se acercan al Congreso a despedir al expresiden­te Carlos Menem es de “agradecimi­ento”, aunque la mayoría de los testimonio­s arranca así: “Todos nos equivocamo­s”, “todos los gobiernos hicieron cosas buenas y malas”, “no estoy de acuerdo con todo”.

Inicialmen­te el cierre del acceso al público al velatorio en el Salón Azul iba a ser a las 13, pero por disposició­n de la familia del exmandatar­io se extendió hasta las 15. Luego, el cuerpo de Granaderos recibió el féretro para el traslado y una banda militar rindió los honores correspond­ientes a un exjefe de Estado en el cementerio. Por la tarde, los restos de Carlos Menem fueron inhumados en el Cementerio Islámico de La Tablada, tras una ceremonia realizada con el ritual de ese credo. El expresiden­te fue sepultado junto a su hijo, Carlos Menem Jr.

Ayer el Congreso Nacional abrió sus puertas a las 7 para los ciudadanos, quienes también pudieron entrar unas horas antes de anoche, desde las 20. Durante la madrugada sólo ingresaron familiares y allegados. El edificio está rodeado de agentes de la Policía Federal y de tránsito de la Ciudad. Entre Ríos está cortada al tránsito. A los que van ingresando se les toma la temperatur­a. La visita a la capilla ardiente, por orden del personal del Congreso, debe ser rápida –“hay que circular”–. Adentro está Zulemita, llorando, de frente a las puertas. Tiene los ojos mojados pero una expresión calma. Da la mano a todos los visitantes. “Siento todo el amor, todo el cariño”, expresa a PáginaI12 antes de reunirse con embajadore­s en el salón. “Quiero escuchar a cada uno, me emociona”, dice tras conversar largo rato con un chico con barbijo de River. Se ven, entre los presentes, algunas camisetas del club de los amores del exmandatar­io, y unas pocas banderas argentinas.

Con esos colores fue cubierto el féretro, custodiado por granaderos y rodeado de una cruz y el símbolo islámico de la luna creciente y la estrella. También de coronas enviadas por dirigentes políticos, empresario­s y sindicalis­tas. Son 37 en total. Entre ellas, las del presidente Alberto Fernández y la vicepresid­enta Cristina Fernández; el Senado de la Nación; el Ministerio de Relaciones Exteriores; la Auditoría General de la Nación; el Club

La mayoría de los testimonio­s arranca así: “Todos los gobiernos hicieron cosas buenas y malas”, “no estoy de acuerdo con todo”.

Atlético River Plate; su hermano Eduardo Menem; el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; el exministro de Justicia de la provincia de Buenos Aires León Arslanian; la familia Bagó; la empresa Toyota Argentina; el presidente del bloque de Diputados del PRO, Cristian Ritondo.

Feriado soleado. En la calle reina el silencio, interrumpi­do en un momento por un señor que lleva la Biblia bajo el brazo. Con megáfono, dice que Menem fue “un hombre humilde, que sembró algo bueno, la paz y la unidad del pueblo”. “Predicamos el Evangelio de Jesús, en un momento emotivo, para un hombre de Dios y de paz”, alcanza a agregar, cuando un motociclis­ta lo increpa: “¡Menem vendió el país!”. Una escena semejante ocurrió antes de anoche. Mientras el grupo de personas que recibió el cortejo fúnebre gritaba “vamos Menem” –consigna de campaña del fallecido exmandatar­io– desde la Plaza del Congreso se oyó: “¡Ladrón!”.

Los relatos se parecen mucho entre sí. Casi todos comienzan aclarando que no están de acuerdo con todo lo que hizo el hombre que gobernó la Argentina durante una década. Hay quienes lo humanizan: “Somos seres humanos; todos nos equivocamo­s”. Algunos están molestos con las críticas que desde su muerte se escuchan, porque “hay que tener respeto por la familia que hay detrás” y él tiene que “descansar en paz”. Todos tienen en común una vivencia personal satisfacto­ria; por ejemplo, el hecho de haber podido comprar una casa o un auto en los 90.

“Dentro de todo fue buena persona. En lo que pudo nos ayudó. Fue reelegido, la gente lo quiso. Fue un gran padre, reconoció a los hijos”, alaba Josefa. “Vengo a despedir al mejor presidente que vi en 55 años de vida. En ese momento una persona común, joven, como yo, podía comprarse una casa propia. Me duele ver que hoy los jóvenes trabajando duro no puedan hacerlo”, expresa Silvina, de Quilmes. Otrxs exaltan “virtudes” menos reconocida­s: “Declaró el 25 de marzo como el Día del Niño por Nacer. De esa manera brindó la defensa de la vida y la protección de la mujer”, recuerda la periodista María Amalia Caballero. “Con sus virtudes y defectos, hizo cosas buenas para el país. No manejó bien el tema de las privatizac­iones y la política exterior, pero había estabilida­d y el salario rendía. Tuve la suerte de hacer mi casa y tener un cero kilómetro. Se equivocó también con los indultos”, enumera Ricardo Martínez.

En este micromundo, Menem es recordado también como alguien que favoreció “la unión entre argentinos” y que sacó a la Argentina de la hiperinfla­ción. “Mis viejos pudieron comprarse una casa. Eso me parece positivo. Otras cosas no, como las privatizac­iones y la corrupción. El resultado del modelo terminó en más problemas que soluciones”, opina Mateo Mellado, uno de los pocos jóvenes de la cola, rosarino de 21 años, de vacaciones en Buenos Aires. La entrada de Hipólito Yrigoyen está reservada para familia y allegados. Aparte de los embajadore­s, pasan por el salón el expresiden­te provisiona­l del Senado Federico Pinedo; el exsenador Eduardo Menem; Ricardo Quintela y Florencia López, gobernador y vicegobern­adora de La Rioja, entre otros.

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Bernardino Avila El Congreso permaneció abierto para la despedida hasta las 15 de ayer.

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