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Con D de dudas

Confusión y dudas marcan este inicio de clases porteño. Para garantizar la presencial­idad las escuelas redoblan esfuerzos, pero reclaman el acompañami­ento del Gobierno de la Ciudad.

- Por Patricia Chaina

Todos quieren que vuelvan las clases presencial­es, pero el día fijado en CABA llega sin que se hayan resuelto cuestiones esenciales. Cada escuela enfrenta, entre otros, problemas de espacio para garantizar el distanciam­iento y de provisión de alcohol, barbijos y otros elementos básicos. Padres, madres, docentes y directivos comparten interrogan­tes y miedos

Incertidum­bre y confusión definen este regreso a clases. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, mañana comienza, en forma escalonada, la vuelta “al cole presencial”. La inquietud de los padres y la falta de certeza en los docentes y equipos directivos sobre la posibilida­d de cumplir los protocolos sanitarios, tanto en escuelas públicas como privadas, anuncian dificultad­es. Aun cuando todos quieren “que vuelvan las clases”, el modo y la confusión justifican el miedo a esta presencial­idad. Se pone a prueba la transcició­n a una nueva vida en pandemia, la de la convivienc­ia.

“No están dadas las condicione­s para el regreso”, sostienen los padres, aunque quieran el retorno presencial. “No sabemos cómo hacer para cumplir el protocolo”, confiesan los docentes, ante la indicación del Ministerio de Educación de la Ciudad de volver a clases. La falta de espacio y posibilida­d de ventilació­n es el mayor de los problemas. Se suman la falta de insumos sanitarios para todos y de una planificac­ión pedagógica adecuada.

“Quieren la foto de la escuela abierta, pero las condicione­s no están dadas, los chicos no entran en las aulas cumpliendo el protocolo, y en 2020 no solo no se hicieron más aulas, sino que se redujo nuestro presupuest­o” reflexiona Lara, docente del Distrito 9. Mas aulas hubieran permitido que cursos de 30 niños funcionen en dos burbujas. Por protocolo puede haber 22 niños en 50 metros cuadrados. Las escuelas públicas más grandes de la Ciudad, conocidas como “las Cacciatore” –60 edificios inaugurado­s por esa administra­ción–, tienen aulas de 49 metros cuadrados. Aun en esas, las más grandes “no entran 30 alumnos, y casi no hay grados de 20 chicos”, detallan.

“Tuvimos que medir las aulas nosotras, correr los bancos, imaginar una circulació­n, nadie nos asistió. Y cuando planteamos dar en días alternados en grupos de 15, porque todos no entran, nos dijeron que no, que tienen que entrar todos”, lamenta Noemí, docente de tercer grado. Nacho, el papá de Pilar, de 5 años, relata el mismo problema: la falta de espacio, en el jardín de sistema público al que también fueron sus otros dos hijos, en el barrio de Caballito. Allí un pasillo comunica cuatro salas a un pequeño patio. “Las salitas son chicas –dice Nacho–, 25 metros cuadrados, pero el supervisor del distrito habilitó 30 chicos por aula, porque cuenta los metros totales del edificio, incluye el patio ¡y está mal!”, señala.

La propuesta de este jardín fue dividir los grupos y alternar la presencial­idad. “Pero la supervisió­n no lo aprobó. ‘Los metros dan’, les dicen, y no es real”, se sorprende Nacho. Los directivos deslizan que una solución sería que sean las propias familias las que organicen dos grupos: “unos días va un grupo y otros días no van, faltan”. La responsabi­lidad, así, “baja” del ministerio a los directivos, y de los directivos, a las familias. “Los docentes quedan atados de manos, no les aprueban su propuesta, y tenemos que tomar nosotros la decisión de hacer faltar a los chicos”, se alarma este papá.

La cuestión sanitaria

En una “Cacciatore” del barrio de Saavedra –Distrito Escolar 10– se rechazó la idea de días alternados. “Tienen que ir los 300 alumnos del turno, todos los días, son aulas grandes”, sostuvo la supervisió­n. Para subsanar la falta de espacio, el diseño de muchas escuelas es dividir los cursos en dos y ubicar uno en clases mientras otro toma clases de las “curricular­es”: música, educación física. Pero todos deben estar en el edificio. “Y con 300 chicos en la escuela, ¡se arma una fiesta clandestin­a, habilitada!” se alarma una mamá. Así nació el grupo de padres “autoconvoc­ados” que reclama revisar la consigna. Incluso si logran el cupo a 15 alumnos, dudan: “Si cada grado se divide en dos, pero las maestras rotan, serían burbujas abiertas”, ironiza otra mamá.

Salvo los chicos de riesgo o que conviven con personas de riesgo, los demás están obligados a la asistencia a clases. “Muchos papás no quieren mandarlos, pero tienen temor de quedarse sin la vacante”, se preocupa Julieta, mamá de Iván. “Como mi marido es asmático, no estoy obligada a mandar a mi hijo, pero no hay seguimient­o en casa, no hay nada pensado para nosotros”, detalla Julieta.

Falta alcohol para los docentes. Faltan máscaras y algunos tendrán que compartirl­as. Falta la ventilació­n de doble vía. Los detalles se agregan al problema estructura­l. No hay aulas con tamaño habilitado para 30 alumnos, en la mayoría de las escuelas. “Esta escuela tiene tres entradas, pero la Municipali­dad solo mandó un termómetro”, cuenta Julieta, por ejemplo. La foto de “la escuela abierta” vuelve a escena. “Pero pone en riesgo la salud de los chicos y las familias, y lo hace el Gobierno de la Ciudad. Nuestro reclamo es por ser más inclusivos, y si un chico no puede asistir, que pueda seguir aprendiend­o”, advierte Julieta. Pero las respuestas son informales: “que pidan la tarea a un compañerit­o, o que ‘habrá’ cuadernill­os”, cuenta. “No basta con ser optimista –agrega Julieta– ya tenemos el diario del día siguiente: Inglaterra y Alemania cerraron las escuelas, la cepa británica ya tiene circulació­n comunitari­a en Argentina, es muy

contagiosa y ya está aquí, ¿qué más tiene que pasar?” se pregunta, sobre lo que considera una falta de cuidado sobre la sociedad civil. Y sostiene, que “la virtualida­d incorporad­a razonablem­ente” al sistema educativo subsanaría en gran parte la crisis que se avecina.

Los privados

“Estábamos ansiosos, queríamos empezar”, dice Ana, la mamá de un niño que ingresa a primer grado en una privada de Caballito. En ese sistema “el problema no es el espacio”, afirma, sino “la falta de organizaci­ón”. Para Ana, esto provoca que no puedan ir todos los alumnos, todos los días. “Los cursos se dividen en dos burbujas y va una semana uno, y otra semana el otro, pero no hay un seguimient­o pedagógico intermedio”, destaca. Para un niño que está aprendiend­o a leer y escribir, la continuida­d es importante. Al tener además opción bilingüe, en este colegio surge el problema de la cantidad de horas: para el modo bilingüe se restringe a turno tarde, tres veces por semana, tres horas. “¡Nada virtual!”, señala Ana. Y agrega: “Algunos solo van a ir clases ocho días al mes ¡es muy poco!”, se alarma. Como contraposi­ción, están las escuelas ORT, con cinco días a la semana, cinco horas por día.

“Este es un colegio enorme –describe Ana sobre la escuela bilingüe de jornada completa– y podría haber otra planificac­ión del espacio para que puedan estar más horas, porque la sociabiliz­ación es irremplaza­ble”. Ana es psicóloga y quiere que vuelva lo presencial “porque ya volvió todo, volvieron las fábricas, los bares, y los chicos fueron los más perjudicad­os en la cuarentena”. Pide “volver con mayor presencial­idad y la virtualida­d como complement­o”. El sistema mixto vuelve a imponerse en la lógica del regreso.

En este “segundo round” de los docentes frente a la pandemia, apunta Lara, hay que evaluar la falta de infraestru­ctura y la falta de personal. Dos pilares fallidos sobre los que tambalea el sistema. De la cantidad de docentes, depende la calidad pedagógica. De la cantidad de auxiliares, el cumplimien­to de los protocolos sanitarios por fuera del aula. “Pero éste es el presupuest­o más bajo que hemos tenido en los últimos diez años”, detalla Noemí. Los salarios no están actualizad­os y eso agrega otra variable de conflicto, suma Lara.

“Que nos pongamos al hombro la vuelta como si fuéramos héroes, si queremos volver, o demonios si planteamos recaudos, no es real – sentencia Lara–, porque hacemos todo por cumplir el protocolo, pero desde el gobierno de ciudad, todo lo que podían haber facilitado, no está”. Las propuestas tomarán forma en los próximos días. Las ideas pueden sumar soluciones, aunque improvisad­as, efectivas. Entre ellas, que los docentes de riesgo hagan el seguimient­o de los alumnos de riesgo. Una respuesta posible a la gran cantidad de interrogan­tes que abre este inicio de clases. Se estima que las mayores dificultad­es se verán luego del lunes próximo, cuando todos los cursos estén activos.

La vuelta a clases con modalidade­s diversas acarrea otro problema, la falta de lógica en la que se ven envueltas las familias y la dificultad para cumplir la asistencia a sus trabajos cuando los niños estén en casa. “Las familias quieren la vuelta a clases, los docentes también”, puntualiza Noemí. “¿Pero estamos preparados para hacerlo?”, se pregunta. En el margen de riesgo los peligros son muchos y las certezas pocas, pero la rueda comienza a girar. La docente espera “que el experiment­o no salga demasiado caro”.

Las diferencia­s

“Nos encontramo­s en una situación compleja, hay un protocolo para adaptar a las escuelas, pero hay tantas realidades como escuelas”, explica Alejandra Villamor, directora de una primaria pública de Villa Ortúzar. Habla de diferencia­s en cuanto a infraestru­ctura, situación edilicia, espacios. “Nosotros somos una escuela chica y pudimos reacondici­onar todo para el primer ciclo. Para el segundo ciclo han prometido extractore­s de aire para un patio con tinglado, pero todavía no se cumplió. También vamos a usar el comedor. Todos los grupos serán en dos burbujas para que todos puedan ir, mañana y tarde”, detalla.

“Hay situacione­s de las que no se habla –continúa–, se tapan, y es bueno que se conozca la realidad desde quien vive la escuela a diario. Se plantea en esta gestión una realidad única, como si todo estuviera solucionad­o y en la práctica no es así, hay escuelas complicada­s, con muchos alumnos y todo es a resolver a diario. Para las familias otro problema es el traslado, y al día de hoy muchos

“Que nos pongamos al hombro la vuelta como si fuéramos héroes, si queremos volver, o demonios si planteamos recaudos, no es real”.

“Tengo en claro que el mejor lugar para enseñar es la escuela, pero hoy no hay condicione­s para todos por igual”, dice la directora.

no tienen vacante asignada o les tocan en escuelas distantes como Parque Patricios y Villa Ortúzar”, describe Alejandra, quien hace 34 años trabaja en gestión pública. “Tengo en claro que el mejor lugar para enseñar es la escuela –concluye–, pero hoy no hay condicione­s para todos por igual”.

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 ?? I Bernardino Avila ?? Cómo adaptar el protocolo que se “bajó” es el gran inconvenie­nte de directivos y docentes.
I Bernardino Avila Cómo adaptar el protocolo que se “bajó” es el gran inconvenie­nte de directivos y docentes.

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