Aquel eterno goleador de bigotes a la mexicana
Leopoldo Jacinto Luque murió de coronavirus a los 71 años
Su ciclo en el más alto nivel del fútbol fue breve, pero suficiente para depositarlo en la historia. Leopoldo Jacinto Luque debutó en la primera de Rosario Central en 1972, jugó en Unión de Santa Fe entre 1973 y 1975, a mediados de ese año Angel Labruna lo llevó a River, en 1978 César Luis Menotti le dio la titularidad como centrodelantero del Seleccionado argentino que ganó el Mundial y en 1980 dejó de jugar en ambos equipos, relegado por la juventud y la explosión goleadora de Ramón Díaz. Luque extendió su carrera profesional hasta 1986. Pero los reflejos de ese tramo inolvidable nunca pudieron apagarse. En una época de notables jugadores, Luque fue un notable atacante, movedizo, veloz, hábil, guapo y goleador. Por eso duele tanto la noticia de su muerte, víctima del coronavirus, acaecida a los 71 años en la Clínica de Cuyo de Mendoza, la provincia donde había elegido residir en los últimos tiempos.
Nacido en un humilde hogar de Santa Fe, el 3 de mayo de 1949, no fue sencillo el tránsito de Luque rumbo a la gloria mayor. Y acaso su recorrido por aquel Mundial de 1978 ayude a comprenderlo. Hizo el gol del empate en el debut ante Hungría, la noche del 2 de junio de 1978, arremetiendo tras un tiro libre de Mario Kempes que el arquero Gujdar no había podido contener. Y ante Francia, destrabó un trámite complicado con un golazo que todavía hoy emociona de sólo recordarlo: recibió de Ardiles y a 25 metros del arco francés, despidió un derechazo extraordinario que se le coló a media altura al arquero Dominique Baratelli.
Unos minutos más tarde, recibió un fuerte foul sobre un costado, cayó mal y se luxó el codo derecho. Pero como Menotti ya había hecho los dos cambios autorizados en aquella época, debió terminar el juego con el brazo recogido contra su cuerpo y con un hondo dolor dibujado en su rostro. Pero eso no sería nada en comparación a lo que le vendría inmediatamente luego. Al llegar al vestuario del estadio Monumental, se enteró que su hermano Oscar había fallecido en un accidente automovilístico cuando viajaba desde Santa Fe para ver el partido. Menotti le ofreció desafectarlo de la Selección. Pero Luque quiso seguir igual en homenaje a su hermano. Viajó a su sepelio a Santa Fe y volvió al otro día a la concentración.
La lesión en el codo derecho lo dejó fuera del equipo en los partidos ante Italia (en River) y Polonia (en Rosario), Menotti lo incluyó ante Brasil y ahí volvió a sufrir: el recio zaguero brasileño Oscar le aplicó un codazo y le cerró el ojo derecho. Con ese ojo en compota hizo el cuarto y el sexto gol en el 6 a 0 de la Argentina ante Perú y jugó toda la final ante Holanda. Con cuatro goles marcados en cinco partidos, fue el segundo goleador del equipo detrás de Kempes y uno de los protagonistas del Mundial. Su pelo largo, sus largos bigotes a la mexicana y su grito de gol con el pecho inclinado hacia adelante y los brazos abiertos constituyen una gráfica imborrable de aquellos tiempos únicos del fútbol argentino.
Pero además, Luque tuvo antes otra cita con la historia. A los 20 minutos del segundo tiempo del amistoso que la Argentina le ganaba 5 a 1 a Hungría en la Bombonera el 27 de febrero de 1977, le dejó su lugar a un chiquilín de pelo enrulado, Diego Maradona.
Su campaña internacional fue notable: jugó 45 partidos y anotó 22 goles. Y con River también ganó mucho: cinco títulos entre 1975 y 1980. Tras volver a Unión en 1981 y pasar luego por Racing , Santos, Chacarita y varios equipos del interior cerró su carrera en 1986 con 109 goles en Primera. En 2008, participó junto a Houseman y Julio Ricardo Villa del “Partido de la Memoria”, un homenaje a las víctimas de la última dictadura. Ultimamente, trabajaba para River detectando talentos. Allí lo sorprendió la muerte. La gloria lo había abrazado mucho antes. Y no lo soltó nunca más.
Delantero hábil y guapo, el santafesino dejó su huella en el River de Angel Amadeo Labruna y en la Selección de César Menotti. Todo un símbolo de la conquista del Mundial ‘78, cita en la que se sobrepuso a la tragedia familiar y a serias lesiones.