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Versos como manera de estar en el mundo

El poeta catalán Joan Margarit murió a los 82 años

- Por Silvina Friera LITERATURA Joan Margarit publicó su primer libro de poemas en 1963.

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Joan Margarit, premio Cervantes en 2019, murió a los 82 años en Barcelona, por un cáncer linfático que le habían diagnostic­ado el año pasado. El poeta catalán más leído, querido y respetado escribió casi hasta el final los poemas de Animal de bosque en catalán y español, que en dos semanas publicará la editorial Visor en su colección Palabra de Honor. El cáncer se extendió por su cuerpo pero no pudo arrasar con su palabra. “Ya no me importa si me ve la Muerte:/ sonriente miro hacia los que me siguen./ Ahora, tan cercano ya del muro,/ ignoro lo que pueda haber detrás. /Sólo sé que me marcho con mis muertos”, dijo Margarit en el poema “Los muertos”.

Ser poeta es una manera de estar en el mundo. Margarit fue el primer poeta catalán en ganar el Premio Cervantes en 2019 por “la honda trascenden­cia y el lúcido lenguaje siempre innovador” con el que “ha enriquecid­o tanto a la lengua castellana como la catalana”, con lo que “representa la pluralidad de la cultura peninsular en una dimensión universal”. La ceremonia de entrega no se pudo realizar el 23 de abril de 2020 por la pandemia de covid-19. En diciembre pasado los reyes viajaron a Barcelona para entregarle el galardón en un acto privado en el Palacete Albéniz. El poeta aprovechó para recitar un poema en castellano y otro en catalán. “Soy un poeta catalán, pero también castellano, coño”, dijo Margarit unos meses antes para intentar acallar a todos los que cuestionab­an que se lo premiara por su cercanía política con el independen­tismo. El poeta recordó que, por más que la dictadura franquista le impuso el castellano “a patadas”, se trataba de un regalo que no pensaba devolver. Entre los reconocimi­entos que recibió se destacan el Premio Nacional de Literatura en 2008 y el Premio Nacional de Poesía por su notable libro Casa de Misericord­ia; el Premio

Tras cambiar la arquitectu­ra por la poesía, empezó escribiend­o en castellano y luego se encontró con su lengua natal. En 2019, ganó el premio Cervantes.

Iberoameri­cano de Poesía Pablo Neruda y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoameri­cana.

Margarit, nacido el 11 de mayo de 1938 en Sanahuja, un pequeño pueblo de la Cataluña profunda, estudió arquitectu­ra y trabajó como arquitecto y profesor en la Escuela de Arquitectu­ra de Barcelona. El primer contacto serio con la poesía, el que fijó para siempre su deseo de escribirla, lo tuvo a los 18 años, en 1954, cuando se encontró con el universo de Pablo Neruda, una influencia que le costó más de diez años hasta lograr liberarse, aunque reconocía que lo continuó leyendo con tanto agradecimi­ento como admiración. “Los maestros con demasiado poder sobre nosotros son peligrosos”, decía el poeta catalán. Pronto fue incorporan­do más lecturas y poetas, como los de la generación del ‘98: Unamuno y Antonio y Manuel Machado, entre otros; los de la generación del ‘27: Lorca, Alberti y Cernuda; y los poetas de los ‘50: Celaya, Blas de Otero y José Agustín Goytisolo. Empezó escribiend­o solo en castellano y publicó su primer libro Cantos para la coral de un hombre solo en 1963.

El poeta y arquitecto fue descubrien­do que la poesía no es un oficio y que a pesar de trabajar con entusiasmo podía ser cada vez peor poeta. Era exigente y profundo como el mar que genera asombro y perplejida­d; sus poemas destilan emoción y claridad. La lengua materna y de la intimidad, el catalán, era el territorio adonde quería llegar. Ningún gran poeta lo ha sido si no ha escrito en su propia lengua. No es fácil encontrar la propia voz. Entonces empezó a escribir y a publicar en catalán a partir de La sombra del otro mar (1981). “El paso de la lengua castellana al catalán significó una súbita iluminació­n del territorio poético, pero a la vez una tristeza profunda por lo que yo suponía que debería significar el abandono de la lengua que tanto me había dado también en lecturas y aprendizaj­e”, afirmó Margarit en Poética. Construcci­ón de una lírica (Arpa), un libro en el que compartió sus reflexione­s como poeta, lector y traductor de poesía (al catalán y al castellano) de la obra de los poetas Thomas Hardy, Elizabeth Bishop y Rainer Maria Rilke.

La tensión con el bilingüism­o no estaba aún zanjada. Margarit experiment­ó escribir en catalán y traducir él mismo al español con Luz de lluvia (1986), Los motivos del lobo (1993) y Aguafuerte­s (1995). Desde Estación de Francia (1999) decidió que este sería su método: publicar los libros de poesía en catalán y castellano. De las cenizas del poeta en castellano surgió un poeta tardío en catalán y castellano a la vez con libros de una belleza estremeced­ora como Joana (2002), dedicado a una de sus hijas, que murió a los 30 años en 2001. “El sentimient­o que ahora me domina es el desamparo. El mundo sin Joana se parece al que vivimos juntos, pero no es el mismo. Unas mínimas diferencia­s me ponen de manifiesto que las personas, los lugares, las cosas, no son familiares. Me enfrento, pues, al terror más puro, cuando las cosas cotidianas no se reconocen y se vuelven amenazador­as. Por eso a veces lloramos, Mariona y yo, perdidos en el extraño paraje en el que nos ha abandonado la muerte de nuestra hija. El cuervo de Poe ya no dejará de repetir dentro de mí su seco nevermore”, confesó Margarit en prólogo del libro.

El poeta estaba convencido de que la única solución es el diálogo. En una entrevista con el diario El Mundo declaró que “dialogar es un asunto de Estado, no de jueces” y agregó que lo que estaba sucediendo con el procés, “sustituir el diálogo por el castigo, traerá consecuenc­ias horribles”. Ante la pregunta si lo había desengañad­o el independen­tismo catalán, Margarit respondió: “Difícil contestar a eso. A los 5 años me golpearon por hablar en catalán. Existe un miedo dentro de mí que puedo paliar con cultura, pero no evitarlo. A mí España me da miedo. Y digo España con Cataluña dentro. Me da miedo España desde los Reyes Católicos”. El poeta fundamentó de dónde le viene ese miedo. “España es un país cruel. Si somos el segundo país del mundo con más muertos enterrados en las cunetas, algo querrá decir. Otros estados europeos han ido avanzando hacia algo mejor después de procesos de regeneraci­ón muy fuertes. Y no tuvieron miedo a empezar de nuevo. Aquí lo más que hacemos es apelar a la II República, que no duró más de cuatro años. Después de la dictadura no se desplazó a nadie de entonces. A nadie. Y hasta hace poco se condecorab­a a un policía torturador como Billy El Niño. Somos un país para andarnos con mucho cuidado. Me moriré con este miedo y para combatirlo sólo puedo intentar amar”.

Amó mucho Margarit, hasta el último aliento. En el inédito “Conmovedor­a indiferenc­ia”, que pertenece al libro póstumo Animal de bosque, escribió: “Pensé que

“El paso de la lengua castellana al catalán significó una súbita iluminació­n del territorio poético, pero a la vez una tristeza profunda.”

“España es un país cruel. Si somos el segundo país del mundo con más muertos enterrados en las cunetas, algo querrá decir.”

me quedaba todavía/ tiempo para entender la honda razón/ de dejar de existir. Lo comparaba/ con el desinterés, con el olvido,/ con las horas del sueño más profundo,/ pensando en esas casas donde un día vivimos/ y a las que no hemos vuelto nunca./ Pensaba que lo iba comprendie­ndo,/ que me iba liberando del enigma./ Pero estaba muy lejos de saber/ que yo no me libero. Me libera la muerte,/ permite, indiferent­e,/ que me vaya acercando hasta alguna verdad./ Inexplicab­lemente, esto me ha emocionado”.

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