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Adiós al músico que puso el condimento latino

No era demasiado conocido en la Argentina, pero su compañía llegó a rivalizar con Motown. El músico y director fue cofundador de Fania Records.

- Por Yumber Vera Rojas

Johnny Pacheco, una de las figuras fundamenta­les de la salsa, murió el lunes en Nueva York, a los 85 años. Más que un mito, sin el cantante, flautista y director hubiera sido imposible la configurac­ión, cohesión y amplificac­ión del género. La noticia la confirmó su esposa, Cuqui Pacheco, a través de un comunicado publicado en el perfil de Facebook del artista: “Con gran dolor en mi alma y un vacío en mi corazón, les comunico que el maestro Johnny Pacheco, con mucha paz, falleció esta tarde. Mil gracias por todas sus oraciones y por todo el amor que siempre le brindaron”. Su familia había informado el domingo, por la misma red social, que el músico había sido internado de emergencia en un hospital a causa de una pulmonía. Tras el anuncio de su muerte, la comunidad de la música afrocaribe­ña extendió su dolor y respeto por quien fuera igualmente conocido como El Zorro de Plata, cuya trayectori­a abarcó cuatro décadas. El músico se había alejado de los escenarios y los estudios cuando se le diagnostic­ó la enfermedad de Parkinson, pero su leyenda continuaba viva.

“Acaba de mudarse a otro barrio”, advirtió Rubén Blades en su cuenta de Twitter, para a continuaci­ón manifestar su pésame a su familia y recordarlo con un “¡Simá!” (titulo del disco con el que Pacheco celebró sus 25 años de carrera, en 1993). Mientras que Willie Colón, en la misma red social, lo despidió así: “Descansa en paz, amigo y maestro”. Al tiempo que subrayó el adjetivo “Único”. Por su parte, Richie Ray destacó también por esa vía la frase de cabecera del artista dominicano: “3 de café y 2 de azúcar”. Otro icono de la salsa, el pianista Eddie Palmieri, rescató su carácter de “leyenda” y su “legado como cocreador de Fania Records”. Si bien el productor Sergio George lo describió en su adiós en calidad de “arquitecto de la salsa”, para luego añadir que fue “subestimad­o”, Marc Anthony lo rotuló “Maestro de maestros”. Sus compatriot­as Sergio Vargas y Johnny Ventura, esta vez por Instagram, acentuaron su perfil “alegre y jovial” y que su partida enlutaba no sólo a la salsa, sino también a la República Dominicana.

A pesar de que todos esos rasgos realmente definían a Pacheco –lo que deja en evidencia su honestidad y empatía, así como su aporte a la música popular latinoamer­icana– en la Argentina era poco conocido. De hecho, nunca llegó a actuar en vivo. Pero muchos segurament­e habrán entrado en contacto con él alguna vez indirectam­ente, sobre todo por intermedio de Celia Cruz. Si bien fue el pianista Larry Harlow el que la introdujo en 1973 en la salsa (ella venía del universo del son montuno, el bolero y el guaguancó), al grabar juntos la canción “Gracia divina”, al año siguiente el artista dominicano firmó con la cubana una de las obras maestras del género: el disco Celia & Johnny, que incluye el clásico “Quimbara”. Además de registrar en plan de dueto los álbumes Tremendo caché

(1975), Recordando el ayer

(1976), Eternos (1978) y Celia, Johnny and Pete (1980), Pacheco, en su rol de capitán de las Estrellas de Fania (orquesta del sello Fania All-Stars), la dirigió en el Carnegie Hall de Nueva York, en el Reino Unido y en Francia.

Sin embargo, el show más emblemátic­o en el que unieron fuerzas sucedió en 1974 en Zaire (actual República Democrátic­a del Congo), donde las Estrellas de Fania formaron parte del cartel musical, al lado de James Brown, Bill Withers, BB King, Tabu Ley y Miriam Makeba, de la previa del histórico combate entre los boxeadores Muhammad Ali y George Foreman. Eso significó asimismo el primer desembarcó de un artista de música afrocaribe­ña en Africa. Pero esto, al igual que muchísimos hitos más, no hubiera sido posible si Johnny Pacheco no hubiese tenido como cómplice a Jerry Masucci. En 1964, sin siquiera imaginarlo, ambos formaron en la ciudad de Nueva York el gran imperio de la salsa: Fania Records.

Dos años antes, el tándem se había conocido mientras Masucci (quien falleció en Buenos Aires en 1997), en ese entonces un novel abogado, representa­ba a Pacheco en su divorcio. Luego de entablar amistad y de crear la disquera, salieron a vender de forma ambulante, en el Harlem hispano, los discos de un puñado de jóvenes músicos que se transforma­ron en iconos de la salsa y el jazz latino. Incluso después de la aparición de la salsa, la música dominicana siguió siendo sinónimo de merengue. Si bien Pacheco resistió por muchos años ese estereotip­o, en su repertorio, confeccion­ado por más de 150 canciones, se dio el gusto de colar uno que otro (de lo que dan fe temas del temple de “Los diablitos”).

Nacido en Santiago de los Caballeros, a los 11 años se mudó con su familia a Nueva York, donde comenzó su formación musical. A fines de los años ‘50, integró el conjunto de Charlie Palmieri, lo que le dio pie para armar el suyo en 1960: Pacheco y su Charanga, cuyo cancionero abordaba diferentes estilos del erario afrocaribe­ño como la guaracha, el mambo, la pachanga y la guajira. Tras convertirs­e en el primer grupo de música latina en actuar en el Teatro Apollo (sala reservada básicament­e para los músicos afroestado­unidenses), y de girar por el mundo, el flautista, percusioni­sta, arreglista, director y productor dominicano concibió Fania Records. Mediante su flamante sello, en 1964 sacó su primer álbum solista: Mi nuevo tumbao…

Cañonazo.

Lo único que le faltaba a su nuevo emprendimi­ento para trascender era un rótulo y eso sucedió en 1966 cuando el locutor venezolano Phidias Danilo Escalona bautizó con el nombre de “salsa” a la música de su disquera. A partir de entonces no sólo le aportó una banda de sonido a la colectivid­ad latina en los Estados Unidos, al punto de que rivalizó con la producción de la música afroestado­unidense (tuvo en el sello Motown Records a su antípoda), sino que comenzó su camino hacia la inmortalid­ad. Mientras grababa discos espectacul­ares como La

perfecta combinació­n (1971), Los compadres (1972), Volando bajito (1972) o The Artist (1977), colaboró con figuras del R&B, el soul y el jazz del calibre de Quincy Jones, George Benson y Stevie Wonder. También lo convocó David Byrne para su álbum Rei Momo (1989), donde firmó con Celia Cruz el tema “Loco de amor”. En aquellos años, el género que ayudó a parir había perdido fuerza. Lo que no detuvo a Pacheco, quien en 2004 lanzó su último álbum: Entre amigos. Sólo lo pudieron frenar la enfermedad y la muerte. Hoy la salsa está de luto.

Las Estrellas de Fania formaron parte del cartel musical de la previa del histórico combate entre Muhammad Ali y George Foreman.

“Acaba de mudarse a otro barrio”, advirtió Rubén Blades en su cuenta de Twitter, para a continuaci­ón manifestar su pésame a su familia.

Los fundadores de Fania se habían conocido mientras Masucci, en ese entonces un novel abogado, representa­ba a Pacheco en su divorcio.

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EFE Pacheco estaba alejado de los escenarios porque sufría de Parkinson.

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