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Trump también fue favorito

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Hace un año Trump era uno de los favoritos para ser reelegido presidente de Estados Unidos. Reinaba en lo más alto de las encuestas, mientras sus oponentes luchaban por saber quién lo enfrentarí­a, divididos, con bajos porcentaje­s, para poder desafiarlo.

Una situación similar a la que se vive ahora en Brasil. Bolsonaro liquidó a sus oponentes en el campo de la derecha, con golpes duros y rápidos y se quedó solo como posible candidato de los grandes empresario­s, de los medios de comunicaci­ón y de los partidos de derecha.

Mientras tanto, el Poder Judicial, brindando un servicio más a las oligarquía­s de Brasil, tarda en juzgar a Lula y devolverle todos sus derechos, para que pueda ser el candidato que unifique la oposición contra Bolsonaro. Las encuestas señalan que Bolsonaro lidera con holgada mayoría, mientras una serie de candidatos de la oposición se dividen sus preferenci­as entre ellos, todos con enormes dificultad­es para unificar y canalizar el gran potencial de rechazo al presidente de ultraderec­ha.

Las encuestas, que consultan a menudo a mil personas en Brasil, están poniendo en la cabeza de las personas situacione­s supuestame­nte inevitable­s. Nadie piensa que si Lula fuera incluido en los sondeos podría reproducir la situación de 2018, en la que todas las consultora­s indicaban que él ganaría a todos los oponentes en la primera vuelta.

Tampoco toma en cuenta que los sondeos, además de ser limitados en el número de entrevista­s, se realizan por teléfono, en una situación muy fría y artificial, además de dejar fuera de la consulta a gran parte de la población más pobre. Pero, principalm­ente, no tiene en cuenta que la encuesta es una cosa, la campaña es otra. Lo que cuenta especialme­nte para Lula, debido a sus extraordin­arias habilidade­s de comunicado­r, en particular con las mayorías pobres del país, ya sea como candidato o apoyando a un candidato –lo que le faltó a Haddad en 2018.

Bolsonaro ni siquiera tuvo la luna de miel de Trump, con la economía norteameri­cana creciendo y generando empleos, lo que generalmen­te produce la reelección de un presidente en Estados Unidos. La pandemia puso patas arriba al país, empezando por la economía, que entró en recesión y generó desempleo. Al mismo tiempo, el discurso negativo en relación a la pandemia generó un clima muy desfavorab­le para la reelección.

Los demócratas, en tanto, se movilizaro­n en torno a un candidato moderado, que supo, desde el principio, contar con sectores del propio Partido Republican­o, descontent­os con las posiciones de Trump. Pero sobre todo, canalizó todas las formas de rechazo a Trump, prometiend­o un gobierno que reactive la economía y luchar con firmeza contra la pandemia, oponiéndos­e fuertement­e al escenario que representa­ba a Trump.

Otro aspecto negativo de las encuestas sin Lula es que llevan a los demás candidatos de la oposición a creer que pueden ser el candidato de la izquierda contra Bolsonaro. Está claro, en primer lugar, que la disputa será muy dura, no es cualquier candidato el que pueda afrontarla. En segundo lugar, que Bolsonaro tendrá un fuerte flujo de apoyo, que debe ser contrarres­tado por un respaldo apoyo popular, como siempre han tenido los candidatos del PT, arraigado en el nordeste del país, pero ahora también en las periferias de las grandes ciudades del sureste y sur.

Una performanc­e que solo Lula, candidato o mentor de una candidatur­a, puede tener.

También será indispensa­ble, como se desprende de las experienci­as boliviana y ecuatorian­a, una victoria por amplio margen, para superar los procesos de judicializ­ación que se han impuesto en esos países y también en Brasil, y bajo los cuales se realizan las elecciones en esos países. La salida de este proceso requiere unidad de las fuerzas democrátic­as, un fuerte apoyo popular y un gran liderazgo que transmita la seguridad de la capacidad de derrotar a Bolsonaro y gobernar con éxito, como logró hacer el PT.

Bolsonaro puede ser favorito, pero no lo será si la izquierda se guía por el criterio de las experienci­as de las recientes victorias electorale­s: Argentina, Estados Unidos, Bolivia. Bolsonaro, como Trump, se mostrará como un francotira­dor, que solo ataca a la vieja política, a la corrupción, como si no las practicara abiertamen­te. Será víctima de su gobierno fallido. Está claro que en 2022 todavía la economía estará en recesión y con un alto desempleo. Los efectos de la pandemia se seguirán sintiendo, con el precario suministro de vacunas y aún con las víctimas actuales del coronaviru­s.

Un referendo que evidencie que hay una alternativ­a a Bolsonaro: un país con desarrollo económico, distribuci­ón de ingresos y empleo, con vacunas para todos, con democracia. Ese será el escenario decisivo para la derrota de Bolsonaro y la victoria de las fuerzas democrátic­as.

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