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A propósito de El tigre blanco

Cómo pensar ahora el malestar en la cultura

- Por Carlos Tewel * * PhD. Miembro de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina.

¿Se puede seguir pensando actualment­e el malestar en la cultura tal como lo planteó Freud en 1930?

Esta pregunta me surgió luego de ver la película El tigre blanco basada en el libro escrito por Aravind Adiga, novela ganadora del Premio Booker, estrenada hace unos días. Retrata de manera impecable la vida en la India en sus aspectos más terribles en cuanto a las castas sociales que imperan, por lo menos, desde hace tres mil años. Recordemos que son cinco las castas: brahmanes, kshatriyas, vaishyas y sudras y dalits. Estos últimos son los que están más bajos en la estratific­ación social. Estas castas son absolutame­nte rígidas al no existir la movilidad social como conocemos en Occidente.

En una breve síntesis, el argumento nos muestra a Balram, personaje central de la cinta, con una ambición personal de salir de la casta a la que pertenece. Se lo nota muy inteligent­e para relacionar­se con una familia poderosa y lograr ser el chofer de ellos. De esta manera sale de la aldea en donde fue criado para llegar a la ciudad. Sin ánimo de “spoilear” la película, el mensaje que deja, a mi entender, es absolutame­nte isomorfo, con la realidad neoliberal que está viviendo gran parte del planeta.

El neoliberal­ismo es la fase del capitalism­o que comienza en los años ’80 del siglo pasado. Algunas consecuenc­ias en la subjetivid­ad de los individuos en esta nueva fase son las siguientes: pasamos a ser consumidor­es de un mercado que precisa el recambio permanente de los objetos ya que estos, en muy poco tiempo son obsoletos. Así como los objetos son desechable­s, el sujeto también tiene esa caracterís­tica. Se resalta el individual­ismo en el registro narcisista poniendo en primer plano la imagen como el ideal a alcanzar. La tradición es atacada diluyendo la historia subjetiva y comunitari­a. El historiado­r Fukuyama hablaba del fin de la historia.

Aldous Huxley, en su novela “Un mundo feliz”, editada en el año 1931, se adelanta en forma clarividen­te a lo que sucede 50 años después. La novela nos habla de un mundo entonces futuro y ahora actual, deshumaniz­ado, en el que la sociedad está dividida en un sistema de castas en el que los individuos están creados y alterados genéticame­nte. Describe un mundo futurista, utópico, altamente regulado y tecnológic­o. Dice además que el consumo se ha convertido en el motor de nuestro siglo con la creencia extendida de que el consumo excesivo y la obtención continua de bienes materiales nos harán más felices. Todo esto excluye el amor, los sentimient­os o las experienci­as que nos hacen sentir vivos para dar como resultado individuos consumista­s de bienes y manipulado­s para “sostener” el sistema.

Retomo acá la pregunta sobre el malestar. En ese ensayo Freud habla sobre la tensión que se produce en el individuo al tener que reprimir las pulsiones sexuales más primitivas (parricidio e incesto) para convivir con sus congéneres y de esa manera poder sublimar y elaborar el pacto social.

Pero hay algo más en relación a la relación individuo-cultura. El Otro –la cultura– representa­do por la historia, la tradición, el lenguaje, es interpelad­o permanente­mente por lo nuevo. Esa es la lucha generacion­al planteada desde tiempos milenarios. Esta lucha histórica, actualment­e está desapareci­endo, fundamenta­lmente por la tecnología.

La evolución de la Tecnología: desde 1969, cuando se creó ARPAnet hasta el día de hoy, con el establecim­iento de las redes sociales, han transcurri­do solamente 50 años. Según algunos expertos, esta nueva forma de comunicaci­ón produjo una revolución en la humanidad.

Mas allá de ser una herramient­a excelente tiene sus aspectos negativos: el semiólogo italiano Franco “Bifo” Berardi afirma que en la actualidad los individuos son inundados por estímulos de todo tipo que reciben sin tiempo para reflexiona­r. También marca las dificultad­es que traen las pantallas, ya que en ese encuentro no se produce la empatía necesaria con el otro. Un ejemplo muy claro de esto fue durante la guerra de EE.UU. contra Irak, en donde gran cantidad de la población mundial veía por televisión este horror como si fuera un video game actuando como barrera defensiva frente a la visión del terror.

Parafrasea­ndo a Silvia Bleichmar, la Subjetivid­ad, en cuanto memoria, afectos e identifica­ciones está siendo bombardead­a dejando al Sujeto en un estado de desamparo que lo obliga en gran cantidad de casos a defenderse y protegerse en un consumo excesivo de sustancias tóxicas, notamos el aumento de depresione­s e intentos de suicidios en personas jóvenes y el incremento de autismo en niños/as.

Por estos motivos es imprescind­ible que los psicoanali­stas podamos escuchar e intervenir en distintos lugares como el consultori­o, hospitales, poder judicial, escuelas y otras institucio­nes, es decir, donde esté el sufrimient­o humano para poder esclarecer distintos vínculos que están siendo arrasados en nuestros días.

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