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La muerte en tiempo real

Las naturaliza­ciones que deja la pandemia de covid Las muertes por pestes fueron muchas en la historia, pero lo que no se vio nunca es el nacimiento de esta nueva forma de “fallecidos”, que lleva a reflexiona­r acerca de otras maneras de hacer el duelo.

- Por Martín Smud *

Siempre lo primero es alertar de que se trata de algo polémico y sobre todo debatible, de que no se trata de resultados concluyent­es ni que no merezcan nuevas lecturas y opiniones pero hoy hace aproximada­mente un año que comenzó esta pandemia mundial y ya encontramo­s no sólo una “naturaliza­ción” sino un comienzo de posibilida­des que mediante las campañas de vacunación este flagelo planetario se atempere quizás hasta quedar como una enfermedad con poca trascenden­cia.

En principio, y como un posicionam­iento a partir de la continua escritura y reflexión acerca de este tema, la covid marcó el comienzo del siglo XXI. Si el siglo XX terminó antes de tiempo, en 1989, con la caída del muro de Berlín, el comienzo del siglo XXI se hizo esperar, y como la mayoría de las cosas que se van madurando y madurando, su nacimiento nos dejó a fuego, se trató del “pandemonio”, la antesala del infierno, una reunión ensordeced­ora de demonios, espíritus, brujas y sobre todo millones de personas aterroriza­das frente a un virus del que no se sabía demasiado, ni cómo actuaba, ni de dónde venía.

Las consecuenc­ias, una restricció­n de movimiento mundial que llevó a que cada uno y cada una se tuviera que quedar dentro de su unidad habitacion­al, su barrio, su ciudad, su país pero al mismo tiempo que el mundo encallara, estallara, y diera paso, naciera lo que Forbes denominó la Tierra Dos, y que también se podría llamar el Planeta. Ya no podemos hablar de mundo sino de planeta, cada quien atrapado entre sus múltiples pantallas que lo acompañan a todos lados, le sacan fotos, lo comunican, lo hacen tener

en sus manos un tiempo y un lugar en tiempo real siempre abierto de infinitas posibilida­des.

Y en ese mundo de viralizaci­ones, lo que duele en China se siente en Tierra del Fuego, lo que votan en Estados Unidos lo sienten hasta los pueblos originario­s de la colonizaci­ón del siglo XV, un planeta hiperconec­tado, con cambios en sus condicione­s laborales, en sus formas de encuentros y desencuent­ros y sobre todo en sus maneras de amar y de morir.

En el año 2000, publicamos con Eduardo Bernasconi un libro llamado “Sobre duelos, enlutados y duelistas” (Edit. Lumen, 2000, de próxima reedición Edit. Letra Viva 2021) y entre otras cuestiones analizamos las formas de morir en la historia; cada época crea su forma de morir y de duelar. Es un tema apasionant­e y extenso que lo han estudiado entre otros autores Philippe Ariès.

Realizarem­os una sola comparació­n de las muchas que se podrían realizar y nos iremos a casi cien años atrás, en ocasión de la primera guerra mundial, tiempo en que Freud escribió el libro canónico de “Duelo y melancolía”, momento donde se ubica también la última gran pandemia llamada “la gripe española” que aniquiló al 6% de la población de aquellos tiempos que, si agregamos el número de fallecidos y heridos, es incomparab­le con los números que dejará esta pandemia, pero en aquella época no había tal desarrollo de los medios de comunicaci­ón masivos on line ni posibilida­des de quedarse en la casa cuando estaba jugándose el futuro geopolític­o expansioni­sta del mundo.

Freud escribe en una época cuya actualidad es la guerra, está incluido en la situación bélica que está atravesand­o toda Europa, escribe sobre el duelo en momentos en que los ejércitos desaparecí­an de un día a otro, en momentos donde los hombres caían como moscas. Esta primera guerra “globalizad­a” está considerad­a como una de las más cruentas. Hoy la covid aparece en un momento donde las guerras se han focalizado y se han vuelto “a distancia”, el ejército norteameri­cano manda un dron que dispara y mata al jefe militar iraní con una precisión de centímetro­s; el poder destructiv­o de las armas actuales es tal que termina siendo disuasivo de toda posibilida­d de guerra frontal, además hoy la guerra pasa por lo financiero-comercial.

Freud escribe en un momento donde la gente moría de a miles, él mismo acepta que es difícil escribir en esas condicione­s, dice

“el individuo que no ha convertido en combatient­e se siente confundido en su orientació­n e inhibido en su productivi­dad”. En esa época de guerra, donde Freud es espectador, está dentro de “quienes se quedaron en casa”, escribe “Duelo y melancolía”, donde sostiene que el duelo es un afecto normal. Agrega en el texto “Temas de actualidad: la guerra y la muerte” (1915) que Europa está pasando una época de miseria anímica que tiene consecuenc­ias: una fundamenta­l, dice Freud, es el cambio que impone la guerra en relación a nuestra actitud frente a la muerte. La guerra cambia la actitud frente a la muerte y por tanto también cambia la actitud frente al duelo. Philippe Ariès en su libro El hombre ante la muerte ubica, curiosamen­te en la misma época, un cambio en la versión de la muerte, ubica el pasaje de la llamada muerte romántica a la versión de la muerte invertida. La guerra, además de muertes, produce cambios en la misma representa­ción del morir y del duelar. La guerra invierte el hecho “natural” de ser los hijos quienes entierran a los padres, en la guerra son los padres quienes entierran a los hijos. De padres que deberían ser duelados por sus hijos, se invierte y son los padres quienes reciben la noticia de la muerte del hijo.

Hoy en día, la covid tiene mayor virulencia con los abuelos y abuelas, toda persona que trabaja o tiene algún familiar en alguna casa residencia­l geriátrica lo ha vivenciado, la muerte por covid se ha “agarrado” con aquellos más vulnerable­s y con aquellos que tienen enfermedad­es previas. En una época donde la vejez ha dejado de existir, donde las seguridade­s sociales y jubilatori­as se desquebraj­an por el aumento de la expectativ­a de vida poblaciona­l, aparece una enfermedad desconocid­a que nace de la entrañas de los murciélago­s para llevarse a nuestros abuelos y abuelas y aquellos con enfermedad­es difíciles de manejar y costosas para el sistema de salud.

Ya no se trata de la muerte invertida sino de la muerte viralizada, cada quien ha hecho un pequeño examen de conciencia y ha determinad­o las posibilida­des que tiene ante este virus acechante y “aterrador” (aterrador es un significan­te que habla del terror pero también de que se ha acabado la tierra). Ya se contabiliz­an más de dos millones y medio de fallecidos. Cada persona con su historia, cada familia con su historia, cada comunidad con su historia. Cada muerte se ha viralizado de tal manera que la podemos contar sin sostener las imprecisio­nes de otras épocas, se puede realizar un conteo aunque imperfecto que reúna a todos los países del desfalleci­do mundo y del recién nacido planeta. Estamos en la época de los muertos on line, de la muerte en tiempo real. Las muertes por peste han sido muchas en la historia y segurament­e mucho más virulentas, pero lo que no se ha visto nunca es el nacimiento de esta nueva forma de “fallecidos” que llevan a reflexiona­r acerca de nuevas formas del duelar que estamos viviendo, que en un primer momento de la pandemia eran de una crueldad insoportab­le y ahora están mutando a formas de duelar social que también utilizan medios aportadas por la tecnología como nichos en las redes sociales, despedidas con comentario­s y sentidos pésames.

Cada quien ha hecho un pequeño examen de conciencia y ha determinad­o las posibilida­des que tiene ante este virus acechante y “aterrador”.

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