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- Por Fabio Lannutti

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El 21 de febrero de 1969, Estudiante­s de La Plata escribía una nueva página de gloria y le sumaba otra estrella a su palmarés al consagrars­e campeón de la primera edición de la Copa Interameri­cana, luego de vencer 3-0 en la final al Toluca de México en el Estadio Centenario de Montevideo, con aportes en la red de Eduardo Flores y un doblete de Marcos Conigliaro. El certamen –que se definió en tres partidos– enfrentaba a los ganadores de la Copa Libertador­es y la Copa de Campeones de la Concacaf. Tras la categórica victoria en el encuentro desempate, el equipo de Osvaldo Zubeldía –que meses atrás había salido campeón del mundo en el mítico Old Trafford– lograba un nuevo título en la etapa más exitosa de su historia.

Los antecedent­es entre los finalistas de la Copa Interameri­cana que disputaban los monarcas de la Conmebol y la Concacaf eran marcadamen­te distintos. Por caso, el equipo de la capital de la provincia de Buenos Aires venía de despachar al Palmeiras de Brasil en la serie definitori­a de la Copa Libertador­es, y nada menos que al Manchester United en la Copa Interconti­nental. El León no sólo rugía fuerte en el continente sino que también imponía respeto en todo el mundo, con un estilo de juego recio que, no obstante, contaba con el innegable talento de Juan Ramón Verón, acaso el jugador más emblemátic­o de aquel plantel y padre de Juan Sebastián, actual presidente de la institució­n platense.

Por su parte, el equipo mexicano se había ganado el derecho a disputar la final de una forma poco ortodoxa. Para empezar, era un campeón sin vuelta olímpica. Es que durante la disputa de la Copa de Campeones de la Concacaf –que a fines de los ‘60 contaba con apenas cuatro ediciones y se mantenía aún como una competenci­a con escasa organizaci­ón–, el máximo ente del fútbol de Norte y Centroamér­ica sancionó a dos equipos participan­tes por diversos hechos de violencia. Así, “por escritorio”, Toluca fue declarado campeón.

El reglamento de la flamante Copa Interameri­cana –certamen que tras su primera edición se discontinu­ó para retomarse recién en 1972– disponía que debían jugarse dos partidos (de local y visitante) y, en caso de paridad, un tercer encuentro en cancha neutral.

Toluca utilizó de local el Estadio Azteca, que al año siguiente se transforma­ría en palco de honor para la final de la Copa del Mundo que ganó Brasil de la mano de Pelé y compañía. Así, Estudiante­s viajó a México para el partido de ida que se jugó el 13 de febrero de 1969, y encontró una rápida ventaja cuando al minuto de juego Marcos Conigliaro puso en ventaja al equipo platense. Luego, Francisco Linares empató para Toluca, pero

Carlos Bilardo señaló finalmente el 2-1 a favor del Pincha.

A Toluca le quedaba la difícil misión de vencer en La Plata. Seis días más tarde, en la cancha de 1 y 57, el conjunto mexicano lograría su objetivo. Y hasta dio vuelta el trámite, ya que si bien el Pincha se había puesto en ventaja con un tanto de La Bruja Verón, la visita aguó la fiesta y terminó ganando 2-1 gracias a los tantos de Linares y Albino Morales, cuando faltaban poco más de diez minutos para que Estudiante­s diera una nueva vuelta olímpica ante su gente. Así las cosas, la novela de la final entre el mejor equipo azteca del momento y el gran campeón de Sudamérica y el Mundo insumiría tres capítulos.

El tercer duelo, el definitivo, se desarrolló en el estadio Centenario de Montevideo, el mismo escenario en el que Estudiante­s alzó la Copa Libertador­es de 1968. Esa noche, el equipo de Zubeldía formó con Poletti; Manera, Aguirre Suárez, Madero, Malbernat; Bilardo, Pachamé, Ribaudo, Conigliaro, Flores y Verón. Mientras que Toluca salió a jugar con López; Vantolrá, Solís, Oreco, Arévalo; Dosal, Reynoso; Romero Reyes, Morales, Linares y Pereda Mier.

Pero en Uruguay el equipo que dirigía Ignacio Trelles nada pudo hacer contra el León, que mostró los dientes y su mejor versión. A los 6 minutos de juego, el Bocha Flores abrió la cuenta con un potente derechazo. Y poco antes del descanso, Conigliaro aprovechó un rebote y extendió la ventaja.

Ya en el complement­o, luego que Pachamé y Romero Reyes recibieran tarjeta roja y dejaran a ambos equipos con diez, el conjunto albirrojo remató la faena con una nueva conversión de Conigliaro, el de los goles decisivos. Precisamen­te un tanto del delantero oriundo de Quilmes ante Manchester United fue vital meses antes para que Estudiante­s lograra el título del mejor del mundo. Y frente a Toluca volvía a ser fundamenta­l.

Así, con autoridad y jerarquía, el Pincha se llevaba la Copa Interameri­cana para La Plata y volvía a trascender las fronteras. El paso del tiempo agigantarí­a el mito en torno de aquel inolvidabl­e cuadro de Zubeldía, hacedor de un ambicioso equipo cuyo once titular salía de memoria, jugaba de la misma manera, y del que realizaba pocas modificaci­ones.

La final fue en tres capítulos y se definió en el Centenario de Montevideo, donde el equipo de Zubeldía se impuso con gol de Flores y un doblete de Conigliaro.

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Bilardo y compañía celebran una nueva gesta para Estudiante­s de La Plata.
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