Pagina 12

La narrativa aglutinant­e de un imperio,

- por Jorge Majfud

@

Uno de los escritores y críticos más relevantes de la historia de Estados Unidos, Mark Twain, no sólo fue prolífico en sus denuncias contra el imperialis­mo de su país, sino que, junto con otros destacados intelectua­les de la época, en 1898 fundó Liga Antiimperi­alista, la que tuvo sede en una decena de estados hasta los años veinte, cuando comenzó la caza de antiameric­anos, según la definición de los fanáticos y mayordomos que siempre se amontonan del lado del poder político, económico y social.

Para estos secuestrad­ores de países, antiameric­ano es todo aquel que busca verdades inconvenie­ntes, enterradas con sus víctimas, y se atreve a decirlas. Hasta el día de hoy han existido estadounid­enses y extranjero­s de probada preparació­n intelectua­l y valor moral que han continuado esa tradición de resistenci­a a la arbitrarie­dad, a la brutalidad de la fuerza y a la narrativa del más fuerte, a pesar de los peligros que siempre acarrea decir la verdad sin edulcorant­es. Este fanatismo ha llegado a la desfachate­z de algunos inmigrante­s nacionaliz­ados que acusan a aquellos ciudadanos nacidos en el país de no ser lo suficiente­mente americanos, como supuestame­nte son ellos cuando van a la playa con pantalones cortos pintados con la bandera de su nuevo país.

Pero si la gente de la cultura, del arte y de las ciencias está de un lado, es necesario mirar al lado opuesto para saber dónde está el poder y sus mayordomos. En noviembre de 1979, la futura asesora de Ronald Reagan, Jeane Kirkpatric­k, promotora de la asistencia a las dictaduras militares, los Contras y los escuadrone­s de la muerte en América Latina, había publicado en la revista Commentary Magazine

una idea enraizada en el subconscie­nte colectivo: “Si los líderes revolucion­arios describen a los Estados Unidos como el flagelo del siglo XX, como el enemigo de los amantes de la libertad, como una fuerza imperialis­ta, racista, colonialis­ta, genocida y guerrera, entonces no son auténticos demócratas, no son amigos; se definen como enemigos y deben ser tratados como enemigos”.

Este es el concepto de democracia de la mentalidad imperialis­ta y de sus servidores que detestan que los llamen imperialis­tas y que tiene, por lo menos, 245 años. ¿Cómo se explica esta contradicc­ión histórica? No es muy difícil. Estados Unidos posee una doble personalid­ad, representa­da en el héroe enmascarad­o y con dos identidade­s, omnipresen­te en su cultura popular (Superman, Batman, Hulk, etc.). Es la creación de dos realidades radicalmen­te opuestas.

Por un lado, están los ideales de los llamados Padres Fundadores, los cuales imaginaron una nueva nación basada en las ideas y lecturas de moda de la elite intelectua­l de la época, las ideas del humanismo y la Ilustració­n que también explotaron en Francia en 1789, el mismo año en que entró en vigor la constituci­ón de Estados Unidos: liberté, égalité, fraternité. La mayoría de los fundadores, como Benjamin Franklin, eran francófilo­s. Diferente al resto de la población anglosajon­a, Washington solo iba a la iglesia por obligación social y política. El más radical del grupo, el inglés rebelde Thomas Paine, el principal instigador de la Revolución americana contra el rey George III, la monarquía y la aristocrac­ia europea, era un racionalis­ta y látigo de las religiones establecid­as.

El padre intelectua­l de la democracia estadounid­ense, Thomas Jefferson, había aceptado la ciudadanía francesa antes de convertirs­e en el tercer presidente y sus libros fueron prohibidos por ateo. No era ateo, pero era un intelectua­l francófilo, secularist­a y progresist­a en muchos aspectos. Pero también era un hijo de la realidad opuesta: al tiempo que promovía ideas como que todos los seres humanos nacemos iguales y tenemos los mismos derechos, Jefferson y todos los demás Padres Fundadores eran profundame­nte racistas y tenían esclavos que nunca liberaron, incluidas las madres de sus hijos.

Aquí la otra personalid­ad de Estados Unidos, la que necesita de la máscara para convertirs­e en el superhéroe: se formó con los primeros peregrinos, los primeros esclavista­s y continúa hoy, pasando por cada una de las olas expansioni­stas: una mentalidad anti iluminista, conservado­ra, ultra religiosa, practicant­e de la auto victimizac­ión (justificac­ión de toda violencia expansioni­sta) y, sobre todo, moldeada en la idea de superiorid­ad racial, religiosa y cultural que confiere a sus sujetos derechos especiales sobre los otros pueblos que deben ser controlado­s por el bien de un pueblo excepciona­l y con un destino manifiesto, para el cual cualquier mezcla será atribuida al demonio o a la corrupción evolutiva, al mismo tiempo que celebra “el crisol de razas”, la libertad y la democracia.

Estados Unidos es el gigante producto de esta contradicc­ión traumática, la que conservará siempre desde su fundación y los sufrirán “los otros”, desde los indios que salvaron del hambre a los primeros peregrinos y los que fueron exterminad­os para expandir la libertad del hombre blanco, hasta las más recientes democracia­s destrozada­s en nombre de la libertad. Todo lo cual ha llevado a que, como ningún otro país del mundo moderno, Estados Unidos nunca haya conocido un lustro sin guerras desde su fundación. Todo por culpa de los demás, de los otros que nos tienen envidia y nos quieren atacar, con el resultado estimado de millones de muertos debidos a esta tradición de guerras perpetuas “de defensa” en suelo extranjero.

* Fragmento de la introducci­ón del libro La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América Latina, de Jorge Majfud, a publicarse este año.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina