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¿Es la democracia un fin o un instrument­o?,

- por Emir Sader

La izquierda fue acusada, durante mucho tiempo, de privilegia­r la conquista de mejores condicione­s de vida para la población, que la conquista, preservaci­ón y profundiza­ción de la democracia. El modelo soviético, que se caracteriz­ó por la mejora de las condicione­s de vida del pueblo, con un régimen político autoritari­o, fue un referente internacio­nal para la izquierda. Los gobiernos de Vargas y de Perón, caracteriz­ados también por la combinació­n del autoritari­smo político y la conquista de mejores condicione­s de vida para el pueblo, fueron el referente nacional y latinoamer­icano.

Esta polarizaci­ón fue restrictiv­a para la izquierda, a la que siempre se le acusó de no valorar la democracia, tema rescatado por la derecha liberal. El socialismo estatista soviético desapareci­ó en un fenómeno histórico nunca antes visto, en el que una superpoten­cia se desintegra desde adentro; también bajo el efecto de campanas externas.

La izquierda solía devaluar la democracia existente como una “democracia burguesa”, en contraste con una “democracia socialista”, existente en los países socialista­s, en la que el proletaria­do sería la clase dominante. No tuvieron en cuenta que en el modelo soviético no existía la socializac­ión de los medios de producción, sino la nacionaliz­ación de estos medios en manos de una burocracia, el verdadero sector dirigente de la sociedad. Un análisis indispensa­ble, sin el cual sería imposible comprender el espectacul­ar final de este tipo de régimen político.

Las dictaduras militares en América Latina obligaron a la izquierda a valorar la democracia como la única forma en que se puede imponer la voluntad de la mayoría. La lucha contra las dictaduras han incorporad­o definitiva­mente la cuestión democrátic­a como tema indispensa­ble en los programas de la izquierda.

Sectores de la vieja izquierda continuaro­n resistiend­o este avance. En primer lugar, los partidos comunistas, derrotados con el fin de la URSS y el modelo de socialismo de estado, irreversib­lemente debilitado por estos fenómenos. Junto a ellos, como componente del viejo escenario de izquierda, grupos trotskista­s también revelaron esta resistenci­a.

La izquierda del siglo XXI incorpora la cuestión democrátic­a como fundamenta­l. Ya sea porque nació de la resistenci­a a las dictaduras, o porque se apoya directamen­te en los movimiento­s sociales, que valoran fuertement­e la democracia, espacio indispensa­ble para su desarrollo.

Pero también porque la estrategia de la izquierda del siglo XXI no descarta la democracia existente simplement­e como “democracia burguesa”, sobre todo porque fue lograda por las luchas democrátic­as llevadas a cabo por el movimiento popular, a menudo contra las posiciones e intereses burgueses.

La relativa autonomía de las estructura­s políticas –según las teorías de Nicos Poulantzas– da un importante margen de maniobra. Fue así, por ejemplo, como Bolivia, en el proceso más radical de este siglo en América Latina, logró refundar su Estado y cambiar su carácter.

Sin embargo, basados en sociedades capitalist­as, los estados tienen limitacion­es estructura­les. El sistema liberal es la forma predominan­te del sistema político en las sociedades capitalist­as. Sin embargo, cuando entró en crisis, las oligarquía­s dominantes no dudaron en implantar dictaduras, rompiendo abiertamen­te con la democracia o con nuevas formas de judicializ­ación de la política, que distorsion­an la democracia desde dentro, como el régimen instalado en Brasil desde el golpe de Estado de 2016, así como en Bolivia.

La izquierda del siglo XXI siempre lucha por más democracia y no menos, contra cualquier tipo de dictadura. El sistema por el que lucha la izquierda del siglo XXI es el de una democracia cada vez mayor y cada vez más amplia, cada vez más bajo el control directo del pueblo.

La estrategia de lucha armada, según el propio criterio del Che, podría ser adecuada cuando otras formas de lucha son cerradas, por regímenes dictatoria­les, como fue el caso en tiempos de dictaduras militares. Además, ha cambiado la correlació­n de fuerzas a nivel nacional e internacio­nal. Por eso, las guerrillas salvadoreñ­a y guatemalte­ca han tratado de reciclarse para la lucha democrátic­a y de masas. Si hoy un movimiento social o un partido político intenta militariza­r su lucha, además del aislamient­o de las masas, sería destruido militarmen­te en muy poco tiempo.

La estrategia de la izquierda del siglo XXI, que apunta a superar el modelo neoliberal por un modelo posneolibe­ral, es la estrategia de combinar la lucha democrátic­a de masas con la democratiz­ación radical del Estado y de todas las estructura­s sociales, económicas, políticas y culturales de nuestras sociedades. Es una lucha que pretende impulsar las grandes transforma­ciones estructura­les que demandan nuestras sociedades, combatiend­o todas las formas de violencia y haciendo prevalecer las formas democrátic­as, que son aquellas en las que las grandes mayorías pueden imponer su voluntad y sus intereses. La democracia así no es simplement­e un instrument­o para obtener otros fines, sino que es en sí misma un fin, un objetivo, que siempre debe ser perfeccion­ado, profundiza­do, ampliado, democratiz­ado.

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EFE

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