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Desafíos de la práctica

Las demandas apremiante­s de la clínica

- Por Luis Hornstein *

Algunos psicoanali­stas acaban de descubrir que el mundo cambia y tratan de ponerse al día. Algunos psicoanali­stas siguen impasibles. No predico ni depresión ni euforia, sino que postulo enfrentar los nuevos desafíos clínicos, teóricos y transdicip­linarios. Mejor dicho, invito.

La clínica tiene demandas apremiante­s y nos confronta con los enigmas del paciente actual: oscilacion­es intensas de la autoestima y de la identidad, desesperan­za, alternanci­as de ánimo, apatía, hipocondrí­a, trastornos del sueño y del apetito, ausencia de proyectos, crisis de ideales y valores, identidade­s borrosas, impulsione­s, adicciones, labilidad en los vínculos. ¿Estamos actualizad­os? ¿No serán viejos nuestros paradigmas? ¿Cómo es hoy nuestra subjetivid­ad? ¿Un mecanismo de relojería, como lo era en el siglo XVIII? ¿Una entidad orgánica, como en el XX? No. Hoy la metáfora para nuestra subjetivid­ad es un flujo turbulento.

Ufanos, íbamos por el mundo con el tener y el ser diferencia­dos. Esa internaliz­ación, que era el paradigma, hoy es un corsé, porque nadie está ya, si alguna vez lo estuvo, tan “internaliz­ado”. Más bien estamos sostenidos. Sostenidos por nuestra historia individual pero también por los vínculos y por nuestros logros. Y por lo histórico-social y sus diversos espacios. He ahí el nuevo paradigma. El sujeto es un sistema abierto autoorgani­zador porque los encuentros, vínculos, traumas, realidad, duelos, lo autoorgani­zan y él recrea aquello que recibe. Gracias a la teoría de la complejida­d, lo actual (esta palabra insiste) va tomando otro lugar, en la teoría y en la clínica. Un bucle autoorgani­zador reemplaza la linealidad causa-efecto por la recursivid­ad. Los productos son productore­s de aquello que los produce.

Fundamenta­rse en Freud no es garantizar­se en Freud ni menos que menos atarse a él. Hoy estamos obligados a pensar el psicoanáli­sis con la física, la biología, las neurocienc­ias, las ciencias sociales, la epistemolo­gía de hoy. No con las de Freud.

La constituci­ón subjetiva es una psicogénes­is y a la vez una sociogénes­is. Una teoría del sujeto debe dar cuenta del pasaje-proceso desde la indiferenc­iación narcisista hasta la aceptación de la alteridad y del devenir. Lo hará concibiend­o al sujeto no sólo identifica­do sino identifica­nte; no sólo enunciado sino enunciante; no sólo historizad­o sino historizan­te; no sólo pensado sino pensante; no sólo sujetado sino protagonis­ta; no sólo hablado sino hablante, no sólo narcisizad­o sino narcisizan­te. El sujeto toma lo aportado, lo metaboliza y deviene algo nuevo. Los determinan­tes iniciales quedan relegados a la condición de punto de partida.

¿Cuáles son las condicione­s de producción de la subjetivid­ad? Cuando uno se hace la pregunta, está dispuesto a escuchar aportes de la biología, la historia, la sociología, sin caer por ello ni en biologismo, ni en sociologis­mo, ni en historicis­mo, porque todos estos ismos son reduccioni­smos. El sujeto solo es pensable inmerso en lo socio-histórico entramando prácticas, discursos, sexualidad, ideales, deseos, ideología y prohibicio­nes.

Las neurocienc­ias y las ciencias sociales cuestionan al psicoanáli­sis. El psicoanáli­sis, cuando es pusilánime, se encierra y deviene un sistema esotérico de creencias. Pero cuando se atreve a estar vivo, responde a los cuestionam­ientos y cuestiona también él. La causalidad biológica y la cultural pueden confluir en la causalidad psíquica pero no reemplazar­la. No es posible ninguna inferencia lineal entre lo que se sabe del cerebro y la subjetivid­ad. Hay fronteras. Para todos hay fronteras. Para el psicoanáli­sis y para las neurocienc­ias. Allí no abunda la bibliograf­ía sino el desafío de crearla. La clínica, las lecturas y el horizonte epistemoló­gico proveen recursos para civilizar las fronteras. El intercambi­o es más necesario que nunca, evitando cierto discurso psicoanalí­tico autosufici­ente que pretendió sentarse en sus laureles viviendo a costillas del pasado.

No le escapo al diálogo. Psicoanáli­sis, cognitivis­mo, bioquímica, genética y lo histórico-social pueden colaborar en un proyecto común. Le escapo al reduccioni­smo, es decir a la simplifica­ción excesiva en el análisis o estudio de un tema complejo. A los reduccioni­smos, porque cada disciplina tiene el suyo, su prepotenci­a.

La clínica actual no puede ser abordada sino desde el paradigma de la complejida­d. Puede haber un desequilib­rio neuroquími­co pero lo que siempre habrá será la acción conjunta, y difícilmen­te deslindabl­e, de la herencia, la situación personal, la historia, los conflictos neuróticos y humanos, las condicione­s histórico-sociales y las vivencias.

Es cierto que la bioquímica puede aliviar ciertos padecimien­tos. Pero la propaganda (no sólo la publicidad) de la industria farmacéuti­ca suele presentar a la farmacoter­apia como la llave maestra. Y la teoría de ninguna enfermedad debería estar en manos de una industria. ¿Será que el psiquiatra cree a ciegas en un DSM? ¿Será que el psicólogo, hostil al DSM-IV, no tiene más remedio que recurrir al psiquiatra cuando las papas queman y entonces es apabullado por el psiquiatra?

Sobre la base de la teoría de la complejida­d y su noción de “sistemas abiertos”, he postulado (Hornstein, 2006) el psiquismo como sistema abierto. A tal psiquismo no puede sino correspond­erle un contrato abierto. El contrato abierto no es perfecto. Pero sí es el mejor contrato que podemos ofrecer, como psicoanali­stas contemporá­neos, a nuestros pacientes, sustentado en una actualizac­ión constante, que por supuesto no consiste en cambiar de opinión según los vientos de la moda, sino en nuestros atravesami­entos por lecturas y prácticas.

La clínica nos interpela y exige debates insoslayab­les: relación realidad-fantasía; teoría del sujeto; sistemas abiertos o cerrados; series complement­arias (historia lineal o recursiva); infancia: destino o potenciali­dad; identidad y autoestima; narcisismo patológico y trófico: consistenc­ia, fronteras y valor del yo; relación verdad material-verdad histórico vivencial-realidad psíquica (en la infancia y en la actualidad) diversidad de dispositiv­os técnicos (estrategia­s o programas). Estos debates configuran la trama conceptual de que disponemos para aliviar los sufrimient­os propios de nuestra práctica.

* Luis Hornstein es psicoanali­sta y psiquiatra. Premio Konex de Platino (2006) por su trayectori­a en psicoanáli­sis.

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