El hombre que huyó de los vuelos de la muerte
Declaró un conscripto que desertó tras ser testigo directo del horror en Campo de Mayo Francisco Villegas contó cómo vio que un grupo de personas eran obligadas a golpes a entrar a un avión. Aterrorizado, escapó y estuvo escondido un año. Su testimonio es
llevar pan dulce para la isla Martín García. Ibamos en la parte de atrás de un avión grandote, un avión Hércules, del batallón. Era de noche. Después, con el tiempo, me pareció raro que el avión nunca aterrizó en ninguna isla, volvió a Campo de Mayo”, detalló.
Los hilos los empezó a atar después de escapar de la guarnición, pero para eso faltaba un trecho. Primero le tocó perder los buenos tratos de sus superiores, cuando cometió la “falta” de regresar dos días después de un franco. Por la demora fue golpeado brutalmente, encarcelado, estaqueado al sol. Y encargado de hacer “guardias casi todos los días”. Muchas de esas guardias fueron de noche, pero una fue particular.
–¿Puede vincular ese vuelo en avión con lo se investiga en este juicio? –le preguntó a Villegas el fiscal Marcelo García Berro.
–Uy, sí. Porque más adelante yo vi personalmente.
Una noche a Villegas lo mandaron a vigilar el helicóptero de quien entonces era titular de la
Junta Militar, Jorge Videla. Villegas recordó que hacía “mucho frío”, que “lloviznaba”, por lo que se puso “una frazada que se usaba de poncho y la campera” encima. Pero seguía sintiendo frío y se tentó: “Abrí la puerta del helicóptero, toqué una alfombra roja, me metí adentro y me quedé dormido”.
No había nadie en los hangares ya que “a las 2 de la mañana solía pasar una camioneta militar a levantar gente de los puestos”. El supone que lo fueron a buscar también, pero no lo encontraron. De repente, a Villegas lo despertaron “unos gritos”. “¡No me pegués hijo de puta!”, escuchó. Ruidos de motores se mezclaban con los gritos, aseguró. “Asomo la cabeza y veo las luces de los bomberos. Había camiones de esos con las cajas como usan los carniceros, de chapa de aluminio, y de ahí bajaba gente”, alcanzó a describir antes de quebrarse. Vio que hacían bajar a un grupo de unas veinte personas vestidas de civil de esas camionetas estacionadas cerca de un avión Fiat G222. Logró sobreponerse y seguir.
“Les pegaban. Y los metían al avión por una puerta de atrás. Vi todo eso, no sabía qué hacer”, recordó. Se asustó mucho. Tanto que “no quería seguir mirando”, así que se “agachaba y escuchaba gritos, golpes”. Hasta que se fue el avión, se fueron los camiones, se apagaron las luces de los bomberos. Seguía siendo la madrugada.“Dejé la capa, el casco, el FAL en el helicóptero y empecé a correr para el campo. Yo sabía que si me descubrían me mataban”. Llegó a unas vías de tren, tomó uno. Llegó a su casa, en Derqui, pero de ahí huyó otra vez porque lo fueron a buscar. Entonces se refugió en el campo, cerca de Moreno, durante un año al menos.
Los ex soldados conscriptos Juan Carlos Lameiro y Carlos Espila también aportaron fichas importantísimas al rompecabezas. Lameiro fue claro al describir lo que vio en al menos una decena de oportunidades desde su puesto de guardia hacia el aeródromo de Campo de Mayo: “Gente que subía al avión a última hora, ver que los subían, la forma en que los subían, encapuchados, en hilera, a la parte de atrás del avión”. Espila mencionó haber visto el ingreso de camionetas con detenidos y su desvío hacia la pista donde había aviones. Sucedía de noche, contó, cuando a las personas que estaban con alguna función las “levantaban de los puestos”. Los aviones despegaban y regresaban “llenos de sangre y excrementos”.
“Les pegaban. Y los metían al avión por una puerta de atrás. Vi todo eso, no sabía qué hacer”, recordó el testigo directo.