En la búsqueda de la libertad creativa total
Manifiesto, con Iván Moschner y Pompeyo Audivert Sin definirse por la ficción ni el documental, el film de Alejandro Rath hace una puesta en escena del encuentro en México entre León Trotsky y André Breton, en 1938.
Argentina, 2021
Dirección y guión: Alejandro Rath
Duración: 95 minutos
Intérpretes: Pompeyo Audivert, Iván Moschner, César González, Gabriela Cabezón Cámara, María Negro, Adriana De Los Santos
Estreno: Viernes 26 a las 22 por Canal Encuentro. Disponible en la plataforma Cinear Play. @
A mediados de 2019 los actores Iván Moschner y Pompeyo Audivert viajan a una ciudad costera. Van a filmar una película en la que interpretarán los roles de André Breton y León Trotsky. Las primeras imágenes los muestran comiendo solos en una casa de diseño racionalista en medio de un bosque. Aunque los que comen son Moschner y Audivert, cuando hablan lo hacen como Breton y Trotsky: igual que en una sesión de espiritismo, los actores se convierten en médiums capaces de ser habitados por más de un espíritu de forma simultánea. En términos cinematográficos, el efecto es similar al que se produce al montar dos imágenes distintas, fundiendo una sobre otra, alumbrando una da por el neoliberalismo más extremo). Es decir: abordar el acto creativo con libertad absoluta, evitando del yugo de las formas rígidas, incluso de las que pudieran surgir del propio guión, piedra fundamental de la labor cinematográfica. Sobre el final, un texto informa que la escritura de la película atravesó todo el proceso, haciendo que rodaje y montaje se solapen de tal forma que, como en la paradoja del huevo y la gallina, se vuelva difícil “saber dónde empezó qué cosa”.
Es imposible no reconocer en ese mecanismo juguetón a aquellos otros, los utilizados por los artistas que le dieron forma al surrealismo, movimiento de vanguardia que tuvo en Breton a uno de sus artífices. Porque de algún modo Manifiesto no es otra cosa que un cadáver exquisito habitado por no pocos hallazgos. Pero la película también está cargada de la tradicional solemnidad trotskista, que a veces termina neutralizando a aquel espíritu lúdico, haciendo que el solapamiento entre ambas cosas se desencaje y deje al descubierto las costuras del cadáver.
De algún modo, Manifiesto no es otra cosa que un cadáver exquisito habitado por no pocos hallazgos.