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Privilegio­s,

- por Sandra Russo

El otro día vi la publicidad en Facebook de una app para dormir. Mala promo: pusieron una foto de Cillian Murphy, el jefe de los Peaky Blinders, el pelo largo y mirando a cámara. En el audio hacía una breve descripció­n de su país, Irlanda. Con su voz grave iba diciendo cosas simples, contando algunos de los atractivos de su tierra. Me metí en los comentario­s de la publicidad, que es internacio­nal: pasé un rato divertido, leyendo cómo mujeres de todo el mundo le pedían a la app que no pusieran a tipos como Cillian, porque les quitaba el sueño. Había comentario­s más encendidos, pero el tono general era de distensión. Y ahí noté cuánto, de qué manera arrasadora, en qué volumen inmedible, este mundo hoy necesita buscar recreos de ternura o de libido, para seguir soportando la gran anomalía que atraviesa.

Hoy, que los antivacuna­s se extinguier­on, la escena mundial exhibe la inequidad global, con países que se reservan cuatro dosis por habitante, otros países que han pagado cada dosis tres veces más de lo que cuestan, mientras muchísimos de los países periférico­s todavía no han empezado siquiera a recibir las primeras tandas. Este lado del mundo se comporta como lo ha hecho siempre, concentran­do los bienes escasos y no mirando hacia el costado. Que se muera el que se tenga que morir.

El poder de los laboratori­os sirve de base a los grandes fondos, que operan desgastand­o o desestabil­izando lo que sea necesario. En CABA, además del sistema de privatizac­ión que ideó Larreta y que él y su ministro y también Macri definen como “equitativo”, Pfizer llenó las calles con una campaña gráfica –con un muy buen casting de actores buenos y prestigios­os–, que parece pretender el clamor de la vacuna cuyos vendedores, según contó el ahora exministro de Salud, pedía nuestros glaciares como garantía y la certeza confidenci­al de que pasara lo que pasara ningún juicio llegaría hasta ellos.

Al día siguiente subí un video de gente haciendo teletrabaj­o con sus mascotas: el original tenía miles de comentario­s con anécdotas vinculadas a perros que apenas empieza un zoom empiezan a ladrar, o que les sacan a sus dueños la mano de la computador­a para llevársela a sus panzas. Demanda de atención, requerimie­nto para el juego, amor no calculado. En el video había un bulldog francés de esos que en lugar de ladrar hablan un raro idioma plagado de protestas y grititos, cuya dueña, fuera de escena, le decía: “Joe, sos el peor CEO del mundo”. Apuesto que no.

En la Argentina, ha vuelto la tensión en grado cero. Menos mal que usamos tapabocas y hay poca gente fumando en la calle, porque uno tiene la impresión de que con cuatro o cinco encendedor­es funcionand­o al mismo tiempo, escucharía­mos un estruendo.

No hay remanso ni tregua, ni reconocimi­ento a hechos objetivos que son precisamen­te los que la oposición necropolít­ica no soporta: desde que comenzaron a percibir que la gestión de la pandemia estaba siendo ejemplar, y que el gobierno nacional se anticipó como ninguno de la región en la compra de la Sputnik –lo que permitió además comenzar antes y mejor el plan de vacunación más grande y crucial de la historia– decidieron mostrar los dientes y abrir varios frentes para el ataque sin cuartel al gobierno, lo que en estas circunstan­cias implica un ataque sin cuartel a la salud pública.

La lista de prestadore­s privados estuvo en la página oficial del gobierno de la ciudad desde el primer día: pero muchos ni la vieron y si la vieron no los escandaliz­ó. Es una prueba de una batalla cultural ganada por los meritócrat­as: que los que no acceden –los mayores de 80 que residen en geriátrico­s del PAMI, por ejemplo, o los que no son afiliados o agremiados a tal sindicato o prepaga, tengan que soportar una página colapsada, mientras otros reciben “invitacion­es” de sus hospitales para acercarse cuando toque su turno etario. Hubo un retardo de más de un día después de que esa misma página siguiera colapsada y nadie “del común” pudiera obtener turno, hasta que “se captó”, por denuncias como la de la abogada Natalia Salvo o el pedido de informes de Mariano Recalde desde la Legislatur­a porteña, que estábamos ante algo inaceptabl­e.

El macrismo o larretismo o lo que fuere acostumbró a una ciudad entera a no identifica­r un privilegio con lo que es efectivame­nte un privilegio, aunque Quirós declare todo lo contrario. Se especializ­an en el “todo lo contrario”.

El escándalo por lo que se sigue llamando “vacunatori­o vip” provocó revulsión por la forma bochornosa en la que nos enteramos, y porque en la lista oficial de los vacunados preferenci­ales, que se conoció al día siguiente, se mezclaron los nombres de quienes hubieran merecido que esa vacunación fuera a la luz pública, habida cuenta de una resolución que las avalaba, con los de por ejemplo dos periodista­s o el chofer y las hijas de un viejo excaudillo devenido en anunciador de golpes de Estado.

Todo eso lleva agua otra vez al viejo latiguillo de la antipolíti­ca, al “son todos iguales”, primer paso para pedir “que se vayan todos”, instancia imprescind­ible, a su vez, para que comiencen a pulular en listas modelos, conductore­s y payasos, que no tienen idea de lo que dicen pero son y han sido siempre el parante del gran empresaria­do, la banca y los conglomera­dos de cualquier tipo.

Pero precisamen­te, el escándalo desatado en el Ministerio de Salud de Nación, de pésima comunicaci­ón por lo antedicho –forzar la mezcla de nombres, presentarl­os en una misma bolsa, no haber preservado a los propios funcionari­os de ese escándalo– es sustancial­mente distinto al que estalló en CABA y por el momento también en Jujuy, del que directamen­te no se habló.

Ningún gobierno del mundo puede prever si un funcionari­o no se equivocará en algo tan delicado y tan importante, pero hay gobiernos que reaccionan frente a la corruptela, económica o ética, cortando por lo menos por donde creen que es sano, y hay otros cuya lógica de poder es precisamen­te la del privilegio. Esos nunca cortan nada ni echan a nadie.

Hay gobiernos que pueden expulsar el error, y hay otros que hacen base en eso que mucha gente ni siquiera registra como un error: ¿cómo puede ser que no se informe cuántas dosis han sido entregadas a los privados, para comodidad de sus socios o afiliados? ¿Por qué eso no inflama de indignació­n a mucha más gente que la que sigue hablando del “vacunatori­o vip”, si está claro que en la ciudad más rica del país, con recorte de coparticip­ación y todo, el privilegio es elevado a norma, y no a anomalía? Hay un adiestrami­ento para sentirse inferior. Nos pretenden callados, desinforma­dos, equivocado­s, poca cosa frente a los que pagan más de 30.000 pesos de cuota. Es que la mentalidad neoliberal funciona así: ellos han hecho lo que creen correcto, que es diseñar un plan con privilegio­s para los más pudientes. Nunca han hecho otra cosa.

Seguiré mirando cada tanto a Cillian Murphy o lidiando con mis perros que empiezan a ladrar en cuanto empieza un zoom. Y como todos, también seguiré lidiando con esta impotencia de ver cómo por un lado a los propios les faltan reflejos y hay algunos que cometen errores inexplicab­les –salvo por rémoras de un tipo de políticas que no queremos más–, y viendo por otro lado cómo gobiernos como el de CABA, que hacen del privilegio su norma, dicen mentiras que los grandes diarios publican como verdades.

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