Aperturas y reestricciones
hace parkour y trabaja cierto atletismo. Para nosotras fue algo nuevo incluir cierta destreza física. Evidentemente algo de eso nos llama mucho la atención. Lo desconocemos un poco, pero nos genera mucha admiración. En esta obra quisimos redoblar esa apuesta y convertirla en tres figuras en vez de en una. Que hagan flic flac, saltos en el aire, una destreza que se pueda ver. Tienen una presencia muy grande esas Nadias. En los ensayos del año pasado fueron apareciendo cada vez más. Al principio aparecían sólo en los sueños, pero ahora hay mucho más atletismo en la obra del que habiamos escrito en el texto. Fuimos a gimnasios, clubes de barrio, a un montón de lugares así hasta que encontramos a las atletas. No tenían experiencia en actuación pero todo indicaba que sí, porque fue muy natural el proceso. Dos ya se conocían. Armaron una fraternidad instantánea. En la obra ellas no hablan, lo que habla son sus movimientos. Trabajamos mucho en esto con Luciana Acuña.
–La obra
Dtiene una presencia femenina fuerte: dos autoras y directoras, biografías de dos mujeres, el elenco está íntegramente compuesto por mujeres... ¿Es una obra feminista? ¿Su construcción también? C.F.:
–No deliberadamente. No es algo que buscamos. Hacemos la broma de que es una obra de dobles: Nika y Nadia, de jovencitas y de adultas, nosotras somos dos directoras, las atletas son tres. El equipo técnico también está compuesto por mujeres. El único hombre del elenco, Cristian Jensen, fue reemplazado por Nadia Sandrone. Diosque, en sonido, sería el único hombre. Todo va para ese lado, nos vamos encontrando aunque no nos lo planteemos: nos imantamos solas. Pero me daría cierta duda decir que es una obra feminista, porque no sé si hay un planteo desde
espués de todo este tiempo de teatros cerrados, ¿cómo experimentan las reaperturas de algunas salas? C.F.:
–Es curioso, nos estamos adaptando recién ahora. Estaba esa sensación de haber dicho adiós para siempre, y después está pasando otra vez. Estoy confundida. En cuanto a la obra, ya era protocolar antes de la Covid. Tuvimos que hacer ciertas readaptaciones en momentos en que las actrices se acercan, pero muy breves.
–Formo parte de Jardín Sonoro, una experiencia de teatro en el Jardín Botánico que había quedado en suspenso y de repente se activó. Son espacios de privilegio los que están activando. Si bien estamos estrenando en el teatro oficial es una situación excepcional: el independiente es el que peor la está pasando.
–No hay un sentido en la lectura que se pueda hacer de la obra. No hay un lugar al que llegar en relación a la historia soviética, pero sin querer me parece que estamos partiendo de dos biografías de niñas del mundo soviético. El otro día charlamos de que hay una lectura para hacer después de este año de pandemia: la vacuna rusa y nuestra obra “soviética”, totalmente a favor. Auspicia la Sputnik (risas). Eso hace un año no estaba. La obra arranca con un recitado en ruso, se oye el ruso en la obra. Tiene una presencia fuerte.
–Es única la experiencia de montar una obra que no llegó a estrenar antes, aparecen nuevas lecturas. Por ejemplo, la obra abre con el recital de Nika y hay unos audios que evocan a una multitud en un estadio. Eso claramente tiene una resonancia distinta a la que tenía en su momento: ahora no existe en ningún lugar una multitud en un estadio gritando. Se reforzó el carácter del artificio, de lo teatral. El afuera rebota de manera inesperada.
E.P.T.: –¿Se sienten identificadas con lo que decía Nika, aquello de que el arte nace de voces que se escuchan? C.F.:
–No tanto. O creo que no. Sin dudas hay algo que no podemos nombrar que tiene que ver con esas conexiones matemáticas que uno hace entre cosas que vio, leyó, pensó y soñó. De ahí caen las ideas o imágenes disparadoras para producir algo. En el caso de Nika me pareció interesante que haya podido transformar las voces que la atormentaban en otra cosa. Ya cuando fue más grande dejó de trabajar como poeta, eso se transformó en otra cosa. Le era más difícil el padecimiento. Había algo de eso en En lo alto.... Foster Wallace decía que aprender a pensar es lo más importante, más allá de aprender cosas.