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Es con todas

- Por Florencia Peña * * Mujer, ciudadana, actriz.

“Oportunist­a”, “ratonera”, “frívola”, “puta”, “idiota”, “actrisucha”. Esos fueron algunos, solo algunos, de los epítetos que recibí a lo largo de esta semana a propósito de la tapa de la revista Gente.

Parece que cometí la herejía de meterme con un tema del que solo pueden hablar unas pocas elegidas. Y me dejaron muy claro que yo no integro esa lista. Y esta vez no fueron hombres los que me pusieron contra el paredón, por el contrario, fueron algunas mujeres que se arrogan el derecho de decir quién si y quién no. Dónde, cuándo y cómo. Con una contundenc­ia que no deja espacio para pensar en otras posibles maneras. Gastaron mucha tinta hablando difícil para demostrar su supremacía ante esta “actrisucha” desvergonz­ada que frivoliza un tema tan crucial. Horas de tele y radio para que comprenda que no soy bienvenida. Y me obligan a retirarme.

La revista Gente y esta idiota oportunist­a, parece, somos parte del problema y no de la solución.

Me crié prácticame­nte en este medio. A los 7 años tenía ya el firme deseo de dedicarme al arte. Sentía un fuerte impulso de convertirl­o en mi voz. No fue fácil hacerlo en un ámbito tan machista. Y peor aún siendo una mujer que se dedica al humor. Había muchas barreras que derribar. Pero creo que algo me ayudo siempre, además de mi templanza y mi resilienci­a, y fue sentirme siempre una niña jugando. Sin el prejuicio de pensar cómo me estarían viendo. Jugar, divertirme, hacer todo lo que me hacia feliz.

Cuento esto porque en este medio me construí, en este medio me convertí en la mujer que soy. A pesar de los prejuicios que siempre recaen sobre mis hombros, equivocada o no, intente siempre ser honesta con mi mirada, sin importarme el dónde, sino el cómo.

Soy de las que creen que las batallas se libran en todos los frentes. Los distintos medios con los que convivo desde hace casi 40 años han sido mi vía de comunicaci­ón, la posibilida­d de hacer visibles mis causas. Y como la sociedad entera se ha ido deconstruy­endo, los medios –algunos mas otros menos– han hecho lo suyo.

Dicho esto, me pregunto; ¿es válido pensar que para que exista transversa­lidad debemos ocupar todos los espacios posibles? ¿El arte ayuda a visibiliza­r, o solo deben ser las víctimas las que lo hagan? ¿Cómo construimo­s entonces un lenguaje inclusivo que llegue a todos los estratos sociales?

Segurament­e existen diferentes compromiso­s a la hora de erguirse frente a una causa, pero

¿no sería mejor utilizar todas las herramient­as que estén a mano para que se escuchen nuestras voces?

Yo creo que sí. Hay quienes opinan que no. Que hay medios y personas que por su historial no deben ni pueden formar parte. Como si el destino estuviera sellado sin posibilida­d de transforma­ción alguna. El pasado nos condena. Cuando fui convocada por la revista Gente para ser parte de una de las 12 causas que iban a ser tapa este año, no dude. Cuando mataron a Úrsula, en medio de esa sensación de hartazgo, dolor y enojo, fui yo quien le propuso a la revista hacer “Violencia de género”. Y no por una cuestión de oportunism­o, como se dijo, sino por que sentía que era el momento para instalarlo en agenda de manera masiva.

Sentí que, siendo una revista con tanto alcance y teniendo yo casi 8 millones de seguidores en mis distintas redes, podía sumar un granito de arena para seguir machacando hasta que la Justicia y cada elemento que debe articulars­e para frenar esta pandemia de violencia, hagan lo que deben hacer. Es a ellos también a los que les hablamos. Es al Estado al que interpelam­os cuando marcamos agenda. Me dijeron que sí. Y lo celebré.

Convocamos a algunos colectivos de mujeres que se sumaron y compartier­on su mirada y su lucha. Lo hicimos honestamen­te. Entonces puse mi actriz a disposició­n. Porque eso soy: una actriz. Observo la realidad y la transmito. A eso me dedico desde siempre. El arte sana y salva. Es un canal posible para poder repensarno­s y mostrar distintas realidades.

La fotografía –como cualquier otra expresión– es válida. Pero el arte es subjetivo. Y claro que se expone a la crítica, muchas veces desmedida, por parte de los que no lo consideran de esa manera. Es una expresión. No intenta ser unánime. Y no debería serlo.

Desconfío de aquellos que intentan agradar a todxs. Pero esta campaña no se trataba de mí. Podría haberlo hecho cualquier otra actriz o artista. Tan solo se trataba de poner nuestro instrument­o a disposició­n y contar una historia. Que puede ser la de muchas. Muchas de las actrices más importante­s del mundo han hecho distintas campañas contra la violencia machista. Usando su potencial para llegar a más mujeres, a todas las que podamos. Pensaba que si en la ceremonia de los premios Oscar hubieran hecho una intervenci­ón artística con maquillaje­s de golpes Lady Gaga, Angelina Jolie, Nicole Kidman o Madonna, segurament­e los medios argentinos hubieran titulado: “El feminismo presente en la entrega de los premios, piden que cesen los femicidios y la violencia machista”. Y yo lo hubiera aplaudido.

Esta tapa nunca se trato de mí. Yo fui apenas un instrument­o más de visibiliza­ción. De hecho, en la foto elegida casi no se me reconoce. Pero… lamentable­mente se volvió a tratar de mí. Con un nivel de virulencia desagradab­le. Los ataques fueron despiadado­s. Incluso desconocie­ndo mi compromiso, que no es nuevo, y mis intencione­s. El posible debate a cerca de cuáles podrían ser las maneras de comunicar se convirtió en una ensalada, donde todo se mezcla, y nada se me perdona. ¿Qué les molesta tanto? Aún no me queda claro.

Igual, eso no es lo más relevante. Lo más importante es entender que nos falta mucho aún. Que existan tantas opiniones disímiles acerca de cómo debemos comunicar significa que no existe una única verdad. Que debemos respetarno­s en la disidencia. Que la agresión aleja, no acerca. Que este movimiento es de Todas y con Todas. Que el feminismo no puede ni debe ser un gueto. Que también necesitamo­s que sea popular. Y a diferencia de lo que muchas creen, yo insisto en que muchas mujeres no han despertado aún. No todas logran entender que están atrapadas en un espiral de violencia perpetuado en el tiempo. Por eso, si una, tan solo una mujer logra salirse de ese espiral, el objetivo está cumplido.

Ni una menos. Ni una más.

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