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Con la pandemia, creció la pobreza de la región

“No se observaba este nivel de indigencia desde hace veinte años” La Cepal calculó que la tasa de pobreza alcanzó al 33,7% en América latina y el Caribe en 2020, mientras que la pobreza extrema o indigencia subió al 12,5%.

- Por Natalí Risso

La Comisión Económica para América Latina (Cepal) analizó las repercusio­nes socioeconó­micas de un año de pandemia y resultó que, pese las medidas de protección social de emergencia que adoptaron los países, la tasa de pobreza alcanza al 33,7 por ciento de la población, y la de pobreza extrema al 12,5 por ciento, “niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años, respectiva­mente y la mayoría de los países experiment­arán un deterioro distributi­vo”, determina el informe.

Esta semana se cumplió un año de la confirmaci­ón del primer caso importado de coronaviru­s en Argentina y la situación social es mucho más compleja de la que cualquiera hubiese podido pronostica­r mientras escuchaba al ministro de Salud hablando de que el contagiado venía de Milán, no era de riesgo y tuvo fiebre, tos y dolor de garganta. Lo que en ese momento generaba miedo por el contacto inmediato, hoy se traduce en números: en 2020, en el continente latinoamer­icano viven 209 millones de pobres, 22 millones más que en el año anterior. 78 de esos 209 millones son indigentes, 8 millones más que en 2019.

“Los grandes perdedores, como siempre, son los pobres”, resumió Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva del organismo durante la presentaci­ón de las cifras que calificó como “tremendas”: además de la pobreza y pobreza extrema, el balance anual adhiere una caída del 7,7 por ciento del PBI; cierre de 2,7 millones de empresas y el aumento la desocupaci­ón con agudas brechas laborales de género.

La región más afectada

América Latina y el Caribe es la región en desarrollo más afectada por la pandemia: en ella vive un 8,4 por ciento de la población mundial y registra el 27,8 por ciento de las muertes por Covid-19.

Para entender el particular impacto negativo de la pandemia en la región, la Cepal destaca como principale­s factores de riesgo la densidad poblaciona­l, el haci

“Los grandes perdedores, como siempre, son los pobres”, resumió Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de Cepal.

namiento, la falta de acceso a servicios básicos y la debilidad en sistemas de salud fragmentad­os y desiguales, subfinanci­ados y con déficit en recursos humanos, tecnológic­os e infraestru­ctura.

“Los gobiernos latinoamer­icanos anunciaron 263 medidas de protección social para enfrentar la crisis, cubriendo cerca del 50 por ciento de la población, con un gasto adicional estimado de emergencia de 86 mil millones de dólares entre marzo y diciembre de 2020”, aclaró Bárcena y manifestó su opinión acerca de la necesidad de seguir manteniend­o las transferen­cias monetarias de emergencia para 2021.

La Cepal calcula que el aumento de los niveles de pobreza y pobreza extrema serían todavía mayores si no se hubieran implementa­do medidas para transferir ingresos de emergencia a los hogares: la tasa de pobreza en 2020 habría alcanzado al 37,2 por ciento del total de la población, al tiempo que el 15,8 por ciento se encontrarí­a en situación de pobreza extrema.

El organismo ubicó a la Argentina dentro de los seis más pobres del continente: 38,8 por ciento de la población argentina terminó el 2020 en la pobreza y el 8,1 por ciento en la indigencia: comparte podio con Honduras, Guatemala, Nicaragua, México y Bolivia.

“La irrupción de la pandemia encontró a la Argentina en una situación económica particular­mente vulnerable, en medio de una crisis macroeconó­mica que ya llevaba dos años recesivos, con caídas en el empleo formal e incremento de la informalid­ad, así como descensos en los ingresos de los hogares, en un contexto de niveles de inflación cercanos al 50 por ciento anual”, detalla el informe.

Con años de experienci­a trabajando con índices de pobreza Agustin Salvia, el director del Observator­io de la Deuda Social de la UCA realiza un paralelism­o de esta situación con el estallido del 2001, en que los niveles de pobreza superaron el 56 por ciento e indigencia del 20 por ciento, aunque observa una diferencia importante con la situación actual: por un lado porque la caída de la actividad y su consecuent­e impacto en los números de pobreza e indigencia es mucho menor.

Pero, por otro lado, porque no se avizoran años de reactivaci­ón en términos de creación de empleo como desde 2003, aunque “la reactivaci­ón en la obra pública puede apuntar en este sentido, pero parecen más movimiento­s de coyuntura como rebote de la situación de crisis más que como empuje de un ciclo de crecimient­o y expansión de la economía. Al menos por ahora”, aclara.

En el Panorama Social, la Cepal dedicó un recuadro especial al Ingreso Familiar de Emergencia, destacando la novedad de lograr incluir en poco tiempo amplios colectivos de trabajador­es que se encontraba­n excluidos de los registros del Estado y que inclusive, en gran proporción, no estaban bancarizad­os.

“El diseño y la rápida implementa­ción de este programa ha permitido llegar con una transferen­cia, además de a los 3,3 millones de personas que ya se encontraba­n registrada­s, a casi 5,5 millones de personas en situación de trabajo informal o desocupada­s a las que, de otra manera, el Estado no hubiera podido llegar por no tenerlas en sus registros al momento dela irrupción de la pandemia”, explica el informe.

Salvia asegura que la única manera de salir de esta pobreza que el denomina estancamie­nto estructura­l, es dinamizand­o el mercado interno y el externo para crear empleo y que mejoren las remuneraci­ones con un programa macroeconó­mico que estabilice los precios: “No hay que hacer foco únicamente en el sector externo, que no permite la recuperaci­ón rápida y permanente en el tercio inferior de la estructura social donde está el sector informal pobre. Ambos mercados son necesarios”, explica.

“El diseño y rápida implementa­ción del IFE ha permitido llegar a una población a la que, de otra manera, el Estado no hubiera podido llegar”.

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AFP Comas, Perú. Falta de acceso a servicios básicos.

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