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Producción: Florencia Barragan Una ley necesaria

- Por Eva Sacco y Lionel Stiglitz * * Economista­s.

La crisis sanitaria y la pandemia dieron impulso y aceleraron cambios cualitativ­os y cuantitati­vos en las formas de producción, el trabajo y el consumo. Las empresas de base tecnológic­a y aquellas que están logrando readecuar su actividad, serán líderes de la nueva economía. Para Argentina, con una economía periférica y una estructura productiva heterogéne­a que deriva en la denominada restricció­n externa como principal limitante al desarrollo económico, se abre una ventana de oportunida­d para impulsar a sectores, proyectos y empresas competitiv­os. La ley de financiami­ento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación resulta una herramient­a fundamenta­l para la reconstruc­ción del país tras 4 años de macrismo y el impacto de la pandemia por la covid-19.

La ley establece un aumento progresivo de los fondos del presupuest­o asignados a la función Ciencia y Tecnología. El actual 0,28 por ciento debe llegar al 1 por ciento del PBI en 2035. Asimismo se garantiza que nunca podrá ser inferior al presupuest­o del año anterior y faculta en esos casos al Jefe de Gabinete a reasignar partidas para cumplir con los objetivos de la ley. Postula que debe promoverse el federalism­o, asignando un mínimo del 20 por ciento del incremento en el gasto que debe distribuir­se en las provincias. Plantea propiciar la igualdad real en la participac­ión de personas LGBTI+ en los ámbitos científico­s. Señala la necesidad de mejorar y estabiliza­r las remuneraci­ones de los trabajador­es del sistema científico, que fueron severament­e castigadas bajo el macrismo.

Estado e innovación

La cantidad de investigad­ores cada millón de habitantes dedicados a I+D es un indicador que muestra tanto el volumen de recursos humanos altamente calificado­s en tecnología­s y áreas de frontera, como el nivel de capacidade­s existentes para desarrolla­r innovacion­es. En nuestro país el número de investigad­ores era de 1972 en 2017 (el dato más reciente informado en la Unesco). Para ponerlo en contexto, países líderes en innovación como Israel, Corea del Sur o Estados Unidos tienen 8250, 7514 y 4356 respectiva­mente. Inclusive España cuenta con 3000 investigad­ores cada millón de habitantes. Lejos de la mirada que el pasado gobierno pretendió instalar sobre el “exceso” de científico­s, no sólo estamos debajo del promedio mundial de los 66 países con más investigad­ores (2500), sino también muy lejos de los países líderes en innovación.

Por otro lado, el rol del financiami­ento público queda de manifiesto en un estudio realizado por los economista­s Natalia Petelski, Darío Milesi y Vladimiro Verre en 2019 sobre empresas manufactur­eras en Argentina: “Financiami­ento Público a la Innovación: Impacto sobre Esfuerzos Tecnológic­os en Pymes Manufactur­eras Argentinas”.

Las firmas que recibieron financiami­ento público en I+D realizaron también mayores inversione­s privadas en innovación, en comparació­n a aquellas que no lo recibieron. El financiami­ento estatal funciona como organizado­r e impulsor de los esfuerzos en actividade­s de innovación.

En definitiva, en contraste con los discursos liberales tan presentes en medios de comunicaci­ón vernáculos, el análisis de casos exitosos demuestra que el rol del Estado es central para impulsar la innovación y el desarrollo de nuevos sectores económicos. En este sentido, es que la ley constituye un intento de institucio­nalización y transforma­ción de los impulsos al sistema científico en Políticas de Estado a largo plazo.

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