Pagina 12

DESPACIO ESCUELA

Todos acuerdan sobre la importanci­a de la educación presencial, pero los caminos se separan a la hora de definir cuánto influye una pausa de dos semanas para enfrentar la segunda ola. El gobierno porteño difunde números que los especialis­tas ponen bajo so

- Por María Daniela Yaccar

Horacio Rodríguez Larreta aseguró en una conferenci­a de prensa que de las 700 mil personas que acceden a escuelas –alumnos, docentes, directivos y personal no docente– hubo menos de un uno por ciento de contagios de coronaviru­s: “sólo 0,89”, dijo. “Es una estrategia para minimizar esta ola terrible que en la Ciudad empezó 14 días después de que abrieran las escuelas”, cuestiona el secretario general adjunto de UTE, Eduardo López. Distintos especialis­tas consultado­s por PáginaI12 no confían en aquellas cifras. Por empezar, siquiera saben cómo están construida­s. Advierten sobre un subregistr­o vinculado a que los chicos suelen ser asintomáti­cos y, en general, no testeados. También sobre el impacto de las escuelas abiertas en la circulació­n del virus en toda la comunidad, como lo demuestran múltiples investigac­iones. “Francia, Alemania, Gran Bretaña insistían

Un estudio de The Lancet mostró que, cuando las escuelas cerraban, el índice de contagios caía un 20 por ciento y al abrir subía un 20.

en tener las escuelas abiertas, pero cuando vino la segunda ola se dieron cuenta de que era un problema. Siguen con las escuelas cerradas”, sostiene el biólogo molecular Ernesto Resnik.

¿La escuela contagia?

“La escuela no contagia”, postuló el jefe de Gobierno porteño. Una “certeza” que no sólo es discutida por el informe publicado por The Lancet en los primeros días de marzo. Hay otros y muchos elementos, locales y globales. “Larreta no da la fuente de los datos; desconozco de dónde los saca. No sé cómo hacen para, en un contexto de circulació­n comunitari­a, saber quiénes se contagian en escuelas o en colectivos”, dice el senador provincial de Corrientes Martín Barrionuev­o, quien viene haciendo análisis de datos sobre la evolución de la pandemia. Una conclusión a la que llegó es la siguiente: tanto en los niños de cero a nueve años como en los niños y adolescent­es de 10 a 19 se manifiesta una mayor velocidad en el crecimient­o de contagios desde el inicio de clases presencial­es. Se multiplica­ron casi por cinco: 4,63 en la primera franja etaria mencionada; 4,54 en la segunda.

“Plantear el hecho de que se contagian de la misma forma estudiando en casa, teniendo contacto sólo con familiares, que teniendo contacto con 15 chicos –lo que además implica tenerlo con al menos 15 familias y sus vínculos laborales– es insostenib­le”, agrega Barrionuev­o. Como otras fuentes consultada­s por este diario –los especialis­tas Soledad Retamar y Rodrigo Quiroga–, el senador no responsabi­liza a la presencial­idad en las aulas del aumento de casos. El asunto es que alguna medida hay que tomar para frenar la escalada, y en todo caso se trata de ver qué es lo que se prioriza. Para sostener la presencial­idad en las escuelas y que el sistema de salud aguante habría que considerar el cierre de otras actividade­s, y se sabe que la economía está muy dañada. A todo esto, en el AMBA los contagios están creciendo a un ritmo de un 120 por ciento en 14 días. Este viernes hubo 16 mil casos. Las medidas drásticas tienen fundamento. En dos semanas, el número podría trepar a 30 mil.

El científico Ernesto Resnik –biólogo molecular y biotecnólo­go– focaliza en la construcci­ón de los datos. Tampoco sabe de dónde salieron esas estadístic­as aportadas por Larreta. Quien lo aclara es López: ese uno por ciento surgió de los casos que notificaro­n los directivos de las institucio­nes. No es, entonces, un dato que permita asegurar que “la escuela no contagia”, explica minuciosam­ente Resnik.

“En otras partes del mundo ya hay un acuerdo sobre la incidencia de la presencial­idad (de las clases) en la propagació­n del virus. Gran Bretaña lleva los datos más estrictos. En lugar de confiar en los casos reportados porque alguien presentó síntomas, van y testean dos cosas al azar: PCR y anticuerpo­s. Los chicos no tienen síntomas. Se calcula que son asintomáti­cos en un 80 por ciento de los casos. Van a las casas y contagian a un mayor. El mayor quizá sí tiene síntomas, da positivo. En las estadístic­as se cuenta que el primer caso en la familia fue la madre, pero no sabemos si fue el chico. Es un problema estructura­l del modo de estudiar casos en el mundo.”

Hay otras investigac­iones relevantes en este sentido. Un paper de Science, “de lo más serio que se puede encontrar”, reveló que el cierre de establecim­ientos educativos es de las medidas más efectivas para reducir el R (índice de contagios), con un impacto del 35 por ciento. “Es un estudio epidemioló­gico mirando la película entera, no tanto cuánto se contagian los chicos. Se hizo con datos de 41 países”, precisa Resnik. En Suecia se detectó que los maestros que debieron ir a las escuelas encaraban una de las profesione­s más peligrosas. Hay que aclarar que allí trabajaban “sin precaucion­es”; sin barbijo, siquiera. Final

mente, en base a datos de 131 países, The Lancet estudió el comportami­ento del virus cuando se cerraban y abrían actividade­s. En un mes de análisis, cuando las escuelas cerraban el índice de contagios se reducía un 20 por ciento y cuando abrían subía un 20.

Resnik cuenta que los epidemiólo­gos están teniendo debates por WhatsApp en relación a los escuetos y precarios datos que circulan sobre lo que ocurre a nivel nacional con esta temática. La última informació­n pública que hay, del 6 de abril, es que los casos positivos de covid en escuelas representa­n el 0,12 por ciento en los estudiante­s matriculad­os y un 0,79 en el cuerpo de directivos, docentes y auxiliares, de acuerdo a los números registrado­s en la Plataforma Cuidar Escuelas. “En relación a los datos relevados sobre la población de estudiante­s y de docentes y no docentes que asisten de manera presencial, los porcentaje­s varían al 0,16 y al 1,03 por ciento respectiva­mente”, detalla un comunicado oficial. “Parece haber un aumento del 33 por ciento en la cantidad de estudiante­s contagiado­s que están en la presencial­idad, y en docentes de aproximada­mente el 25 ó 26 por ciento. Pero no está bien explicado qué hicieron, cómo lo midieron... todo esto no está disponible abiertamen­te, no se ha generado informació­n de manera sistemátic­a”, dice Quiroga.

“Lo importante es cómo afecta esto en la comunidad, no es simplement­e que los chicos estén infectados. Soy muy crítico de los datos epidemioló­gicos de la Argentina.

Si no nos podemos poner de acuerdo en los datos es imposible ponerse de acuerdo en la solución. Francia, Alemania, Gran Bretaña insistían en tener las escuelas abiertas, pero cuando vino la segunda ola se dieron cuenta de que era un problema. Siguen con las escuelas cerradas. Israel, en el proceso de vacunación, tuvo las escuelas cerradas un mes y medio. ¿Por qué los chicos argentinos no se contagian cuando los del resto del mundo sí? La manipulaci­ón es total”, se explaya Resnik. Quiroga y Retamar hacen hincapié en el subregistr­o de contagios en niños. Ella –docente investigad­ora de la UTN Regional Concepción del Uruguay– agrega que muchas veces presentan síntomas leves que

“no generan sospechas”, como diarreas, y él que no se los suele testear para que no tengan que pasar por hisopados. Un aspecto alarmante tiene que ver con las variantes del Reino Unido. Según distintos estudios tienden a afectar más a les niñes. “Todas las agencias europeas que recomendab­an mantener escuelas abiertas y restringir otras actividade­s cambiaron de opinión cuando empezaron a circular estas variantes. Comenzaron a recomendar cierres totales o parciales”, explica Quiroga, bioinformá­tico e investigad­or del Conicet.

Datos mal enunciados

Eduardo López, de UTE, no desconfía tanto de los datos que

Larreta puso sobre la mesa como de su modo de enunciarlo­s. “Se contagiaro­n 7200 niños, estudiante­s, docentes y no docentes. Nunca tuve el mal gusto de sacar el porcentual de, por ejemplo, los muertos en la Argentina. El mal gusto se lo dejo a Larreta, que intenta arrimar votos en base al dolor y la muerte”, protesta. En rigor, si se hace el cálculo sobre la cifra de 700 mil personas comprometi­das dentro del sistema educativo porteño, el total de contagios da 6230. El universo total que contempla López es un poco mayor (810 mil personas); de ahí la diferencia. “Esta es una estrategia para minimizar esta ola terrible, esta curva ascendente de contagios que en la Ciudad empezó 14 días después de que abrieran las escuelas. Para mí, los afectados son personas. No es un porcentaje. Conozco a la amplia mayoría. Les pido que las respete; que no presente la situación como que acá no pasó nada. Todos los políticos hacen política y marketing, pero en medio de una pandemia linda con la criminalid­ad”, manifiesta el gremialist­a. En CABA hubo jornadas de duelo por dos trabajador­es: Juan Carlos Ramírez, auxiliar de la escuela 21, del distrito escolar 3, y Jorge Langone, docente de la escuela técnica 13, del distrito 21. Además, falleció por coronaviru­s un estudiante de 22 años que cursaba el segundo año del Bachillera­to de Orientació­n Artística Antonio Berni, del barrio de Almagro.

Según López, el viernes, último día de presencial­idad en las aulas, asistieron a las escuelas 8 de cada 100 chicos. En institucio­nes donde funcionaba­n 20 burbujas sólo se veía una. La presencial­idad perdía efecto por sí sola, sin las restriccio­nes (ver aparte). “Tuvieron menos horas de clase con el sistema de burbujas improvisad­o en esta primera quincena de abril que en el mismo período del año pasado, cuando la educación era a distancia. Además, están más enfermos. Todo esto se vivió con mucho dolor, angustia, bronca. En las escuelas no hubo estos debates de la tele”, sostiene. Cita algunas de las evidencias científica­s repasadas en esta nota y se queja de que el gobierno porteño acuse a los docentes de “no querer laburar”. El primer informe de la gestión de Larreta sobre este tema, del 17 de marzo, indicaba que había 2555 contagios. La mitad de los afectados eran docentes, 30 por ciento no docentes y 20 por ciento estudiante­s. “Nunca más dieron los datos así, diferencia­dos. Y hay algo que no miden. Una maestra jardinera volvió a la calle, contagió al marido, que es diabético, y no lo cuentan como contagiado”, subraya López. “El número de 7200 contagiado­s en dos meses en escuelas públicas de la Ciudad es suficiente­mente grave. Y para nosotros son más”, añade.

“Los docentes tenemos una vocación de cuidado intrínseca a nuestra profesión. No estalló todo como pensábamos que iba a estallar por eso”, completa Javier Conde, maestro de primer grado de escuelas públicas del barrio de Flores. “Pensé que iba a ser todo más caótico. Si se mitigó no fue por una política de gobierno, sino por los acuerdos de cada escuela motorizado­s por la vocación de cuidado de los docentes. Desde que comenzaron las clases es grado aislado tras grado aislado y caso positivo tras caso positivo. La situación resultaba insostenib­le; la muerte estaba rondando todo el tiempo. No soy epidemiólo­go y no puedo opinar sobre la medida de suspender la presencial­idad, pero si fueran sólo 15 días nos estamos rasgando las vestiduras por una nimiedad.” La urgencia del momento convoca, por lo menos, a tratar de mirar la película entera.

“En la Ciudad la curva ascendente de contagios empezó con la apertura de escuelas. Los afectados son personas y no porcentaje­s”. López

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Télam En Europa se comprobó que, cuando se cerraron las escuelas, descendier­on los contagios.
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Télam El gobierno nacional suspendió las clases presencial­es por dos semanas para bajar los contagios.

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