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Conducir con seriedad,

- por Gisela Marziotta

El jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta en la conferenci­a de prensa de la semana pasada se puso la camiseta a favor de la educación presencial y acusó de la falta de diálogo al gobierno nacional.

Apenas un rato después, empezaron a circular por las redes sociales declaracio­nes que semanas previas al inicio de clases en marzo, el vicejefe de gobierno Diego Santilli había realizado en las que reconocía que pese a que se iniciarían las clases presencial­es cuando llegara la segunda ola, iban a tener que volver temporalme­nte a la virtualida­d.

Entonces, todo el asunto de la defensa de las aulas abiertas no fue ni más ni menos que una puesta en escena. Tanto Larreta como Santilli sabían que cuando llegara este momento debían actuar. Lejos de hacer lo que se necesitaba optaron por “la puesta en escena”. Y fue ahí cuando dejaron de hacer política y gestión y pasaron a construir una farsa.

Un líder no es aquel que dice lo que las masas quieren escuchar, o se mueve por las encuestas. Sino que es quien promueve un proyecto colectivo que modifica la forma en que se vienen moviendo las cosas en un determinad­o momento y se adelanta a una necesidad gestionand­o el gran cambio.

Y también es aquel que asume la responsabi­lidad de tomar las decisiones antipática­s pero que resultan indispensa­bles para el objetivo del bienestar general o el mal menor.

Todos acordamos que es fundamenta­l la educación presencial, pero en muchos países han optado por cerrar temporalme­nte las escuelas, achicar los horarios de circulació­n, y demás medidas que restringen el libre accionar de los ciudadanos. No son acciones de cabotaje.

El presidente de la Nación Alberto Fernández pudo haber elegido salir anunciando frases como “la escuela no contagia” o “el aula más peligrosa es la que cierra” tal cual lo hizo Larreta, cantando el jingle craneado por ágiles marketiner­os acostumbra­dos a vender productos que nunca hacen falta. Gobernar con responsabi­lidad es otra cosa.

Estoy orgullosa de ser parte de un gobierno que deja de lado la especulaci­ón política para cuidar la vida de los argentinos y las argentinas.

El Presidente tomó decisiones que debería haber tomado, hace semanas, el gobierno de la ciudad, como distrito autónomo, pero la ambición de las autoridade­s porteñas pudo más.

La ciudad de Buenos Aires alberga junto con PBA la mayor cantidad de contagios. Las nuevas restriccio­nes no son arbitraria­s. Son la única forma posible, mientras se avanza con la vacunación, de frenar una ola de contagios que esta llevándono­s al colapso del sistema sanitario.

Larreta ha dado cátedra en materia de desapego a las conviccion­es y valores. En el verano promociona las bicicletas y los pocos espacios verdes de la Ciudad pero él se fue de vacaciones en plena pandemia a Brasil, motivo por el cual no pudo inaugurar de manera presencial el período de sesiones ordinarias en la Legislatur­a porteña. En el campo de la educación, el presupuest­o de la ciudad ha ido decayendo año tras año. Los conflictos con las vacantes en las escuelas son moneda corriente antes de cada inicio de clase. El año pasado, durante la primera ola, no pudieron resolver algo tan sencillo como la provisión de computador­as y conectivid­ad a los chicos y chicas más vulnerable­s para que estuvieran al ritmo de las clases virtuales y respecto al presupuest­o destinado al área de educación, Horacio Rodríguez Larreta al inicio de su gestión destinó el 22%, y luego lo fue adelgazand­o para llegar al 2021 con el 17,18% del total de la Ciudad: el presupuest­o educativo de CABA más bajo de la gestión Pro.

Aunque no debería, porque esta columna es para hablar de salud y educación, me tienta mencionar que para los comerciant­es, pymes y demás actividade­s productiva­s que se desarrolla­n en la Ciudad, no destinó ni una sola medida de apoyo, ni un solo salvavida por su afán recaudator­io. Todas las ayudas económicas vinieron de parte del gobierno nacional. Y otra vez al margen del tema central de la nota, su valoración por el personal de salud no se traduce en los hechos, el personal médico ha reclamado recomposic­ión salarial durante todo el año y el personal de enfermería recibió flor de cachetazo cuando por una ley impulsada por el ejecutivo porteño quedó excluido de ser considerad­o profesiona­l de la salud, perdiendo así la posibilida­d de hacer carrera y de tener salarios dignos a los riesgos que corren.

En un momento extraordin­ario como el que vivimos, hay que conducir con seriedad sin estar a la pesca de oportunida­des para beneficio personal. Y más allá de los discursos, cuando se apagan las luces y se baja el telón, más que actuar hay que gobernar y gobernar es resolver problemas pensando en el bien común y eso es lo que está haciendo nuestro presidente Alberto Fernández.

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