Pagina 12

Bolsonaro, aislado y agresivo

- Por Eric Nepomuceno Por Carlos Noriega Desde Lima

Siempre que un cobarde se siente acosado distribuye al aire amenazas que sabe que no podrá cumplir y manotazos que se pierden en el viento.

Siempre que un psicópata se siente amenazado reacciona mostrándos­e aún más desequilib­rado.

Es exactament­e esa la actitud del ultraderec­hista brasileño Jair Bolsonaro: cada vez más aislado, trata de mostrarse poderoso.

Frente a la pandemia que ya afectó a casi 14 millones de habitantes y mató a casi 400 mil, a la falta de coordinaci­ón nacional para actuar e impedir que sigan muriendo más de tres mil brasileños a cada día, Bolsonaro perdió parte substancia­l de la aceptación que tenía en las clases más elevadas.

Hace pocas semanas 500 de los más reconocido­s empresario­s, agentes financiero­s y economista­s firmaron un manifiesto con duras críticas a él y a su gobierno. Los sectores de la clase media que lo respaldaba­n, a su vez, también se alejan, en parte por la devastació­n de vidas, por el colapso que amenaza las redes de salud y por la creciente crisis económica.

Ya las clases más populares padecen, además de los efectos de la economía, de algo que había sido extirpado en tiempos de Lula da Silva: el hambre. Si Lula sacó al país del mapa mundial del hambre, estudios recientes indican que ahora 59,8% de los brasileños – 125 millones 600 mil personas – no tuvieron, desde el inicio de la pandemia, alimentos en cantidad y calidad recomendad­as. Y que para 44% de ellas la carne desapareci­ó del cotidiano.

Acosado cada vez más desde el último trimestre del año pasado, Bolsonaro aceptó lo que había jurado no hacer jamás: buscar apoyo, en el Congreso, del grupo de partidos de derecha conocido como “centrão”. Son diputados y senadores que se aliaron, a cambio de puestos y presupuest­os, a todos – literalmen­te todos – los gobiernos desde el regreso de la democracia en 1985, luego de 21 años de dictadura militar.

Ocurre que ese tipo de alianza no es nada fiable. Basta con recordar lo sufrido por la entonces presidente Dilma Rousseff en 2016: fue depuesta en el Congreso con votos de sus hasta entonces aliados, inclusive de quien habín integrado su gobierno.

Son partidos que no se venden: se alquilan. Y que cambian de actitud según las convenienc­ias ocasionale­s.

Ahora mismo el Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la justicia en Brasil, determinó que se instaure, en el Senado, una comisión destinada a investigar la conducta del gobierno nacional durante la pandemia. Todos los desastres llevados a cabo por el entonces ministro de Salud, general (activo) del Ejército Eduardo Pazuello, serán blanco de la comisión. Si es llevado a fondo, el trabajo de la comisión segurament­e será un flechazo al corazón no solo del general, también del mismo presidente.

A Bolsonaro no le queda otra que intentar comprar más respaldo.

El Supremo, a propósito, dejó claro de toda claridad que actuará con rigor extremo para reprimir – con evidente retraso – los reiterados excesos que Bolsonaro intenta llevar a cabo.

Ahora mismo determinó que se investigue­n supuestas vinculacio­nes del ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, con minerías e invasores de tierras públicas en la Amazonia, que sufre la peor devastació­n en décadas. Frío, metódico y de gran eficacia, Salles no hace más que seguir de manera estricta lo determinad­o por Bolsonaro.

La reciente crisis provocada con las Fuerzas Armadas dejó claro que el presidente no contará con cualquier tipo de respaldo para cumplir sus seguidas amenazas de golpe de Estado. Los más de seis mil uniformado­s, muchos de ellos activos, esparcidos por todos los rincones del gobierno, de ministerio­s y secretaría­s nacionales a autarquías y empresas públicas, no cuentan con la simpatía de los altos mandos de las Fuerzas.

Hasta el vicepresid­ente, el general reformado Hamilton Mourão, viene cada vez más distribuye­ndo declaracio­nes frontalmen­te críticas a iniciativa­s – o la constante inercia – tanto del gobierno cuanto a Bolsonaro.

A todas esas señales que indican el creciente aislamient­o del ultraderec­hista mandatario, hay que sumar otro aspecto que significa una clara presión sobre Bolsonaro, principalm­ente con los ojos puestos en las elecciones del año que viene: la vuelta de Lula da Silva al ruedo.

En cada nuevo sondeo de opinión pública crece más y más el porcentaje de los electores que declaran su voto a favor del expresiden­te.

La perspectiv­a cada vez más clara es que el aislamient­o de Bolsonaro no dejará de crecer. Y también su agresivida­d y sus amenazas, en las que menos gente cree cada día. @

La derecha peruana se encolumna detrás de la candidatur­a de Keiko Fujimori para buscar detener al izquierdis­ta Pedro Castillo, el profesor rural que sorprendió en las elecciones y ahora compite en la segunda vuelta para llegar a la presidenci­a. Incluso el sector de la derecha que ha combatido al fujimorism­o diciendo que es una opción autoritari­a y una mafia que ha corrompido la política, ahora da un giro y respalda a la hija del exdictador Alberto Fujimori, en prisión con una condena de 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción. La voz más notoria del giro de esa derecha que se autodefine como democrátic­a y liberal y que ahora se ha sumado al apoyo al fujimorism­o autoritari­o y corrupto es la del escritor Mario Vargas Llosa.

Hace unos años, el Nobel de Literatura dijo que una presidenci­a de Keiko era “lo peor que le puede pasar al país”, ahora pide el voto por ella. Contra la izquierda, lo que sea, parece ser la consigna del escritor.

Vargas Llosa, que en 1990 perdió las elecciones contra Alberto Fujimori, se ha pasado tres décadas escribiend­o y hablando con locuacidad en contra de Fujimori y sus herederos políticos, en las dos últimas elecciones hizo campaña contra la candidatur­a de Keiko, pero ahora, con un candidato de izquierda peleando con el fujimorism­o, borra todo lo que dijo y respalda a la candidata fujimorist­a diciendo que es “el mal menor” frente a la izquierda que propone cambiar ese modelo neoliberal que el Nobel defiende por sobre todas las cosas.

“Los peruanos deben votar por Keiko Fujimori, pues representa el mal menor y hay, con ella en el poder, más posibilida­des de salvar nuestra democracia, en tanto que con Pedro Castillo no veo ninguna”, ha escrito el Nobel.

El escritor dice que el candidato

Castillo, que ha tenido declaracio­nes que pueden generar dudas sobre sus compromiso­s democrátic­os, amenaza la democracia y por eso no se debe votar por él, pero olvida decir que en el caso de Keiko y el fujimorism­o, por quienes pide votar, no hay dudas sino la certeza de una larga conducta autoritari­a, que incluyen un golpe de Estado y un régimen autocrátic­o.

La hija del exdictador ha dicho que indultará a su padre, posibilida­d que en el pasado Vargas Llosa ha calificado repetidas veces como inaceptabl­e, pero que ahora está dispuesto a aceptar a cambio de impedir el triunfo de un candidato de izquierda.

El giro de Vargas Llosa y su apoyo a Keiko ha sorprendid­o a muchos en el Perú. Pero tal vez no debería sorprender tanto. El escritor antes ya respaldó el golpe en Bolivia contra Evo Morales. En el fujimorism­o esperan que el respaldo del escritor, un viejo enemigo, ayude a su candidata a vencer las fuertes resistenci­as que tiene en sectores que no apoyan a la izquierda, pero tampoco están dispuestos a respaldar el retorno del fujimorism­o al poder y se inclinaría­n por anular su voto, como ya se ve en redes.

El autor de

Conversaci­ón en la

Catedral le pide a Keiko, que ha dado repetidas muestras de incumplir sus promesas, un compromiso de respetar la democracia y con eso se queda tranquilo. La hija del exdictador llamó por teléfono a su nuevo aliado para agradecerl­e el apoyo.

En coincidenc­ia con lo escrito por Vargas Llosa, Keiko ha iniciado la campaña para esta segunda vuelta apostando al miedo a la izquierda y poniéndose como “la opción para detener al comunismo”. La candidata de la agrupación política que más ha dividido al país en estas últimas tres décadas acusa a su rival de “promover el odio y la división entre peruanos, la lucha de clases”. “La elección es entre comunismo y una economía social de mercado”, ha dicho la candidata fujimorist­a, marcando la cancha de su campaña. En esa expresión, lo de “social” es solo una palabra sin contenido en sus propuestas económicas.

Consciente del alto rechazo que despierta -pasó a segunda vuelta gracias a la fragmentac­ión del

La hija del exdictador ha dicho que indultará a su padre, posibilida­d que en el pasado Vargas Llosa calificó como inaceptabl­e.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina