Bolsonaro, aislado y agresivo
Siempre que un cobarde se siente acosado distribuye al aire amenazas que sabe que no podrá cumplir y manotazos que se pierden en el viento.
Siempre que un psicópata se siente amenazado reacciona mostrándose aún más desequilibrado.
Es exactamente esa la actitud del ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro: cada vez más aislado, trata de mostrarse poderoso.
Frente a la pandemia que ya afectó a casi 14 millones de habitantes y mató a casi 400 mil, a la falta de coordinación nacional para actuar e impedir que sigan muriendo más de tres mil brasileños a cada día, Bolsonaro perdió parte substancial de la aceptación que tenía en las clases más elevadas.
Hace pocas semanas 500 de los más reconocidos empresarios, agentes financieros y economistas firmaron un manifiesto con duras críticas a él y a su gobierno. Los sectores de la clase media que lo respaldaban, a su vez, también se alejan, en parte por la devastación de vidas, por el colapso que amenaza las redes de salud y por la creciente crisis económica.
Ya las clases más populares padecen, además de los efectos de la economía, de algo que había sido extirpado en tiempos de Lula da Silva: el hambre. Si Lula sacó al país del mapa mundial del hambre, estudios recientes indican que ahora 59,8% de los brasileños – 125 millones 600 mil personas – no tuvieron, desde el inicio de la pandemia, alimentos en cantidad y calidad recomendadas. Y que para 44% de ellas la carne desapareció del cotidiano.
Acosado cada vez más desde el último trimestre del año pasado, Bolsonaro aceptó lo que había jurado no hacer jamás: buscar apoyo, en el Congreso, del grupo de partidos de derecha conocido como “centrão”. Son diputados y senadores que se aliaron, a cambio de puestos y presupuestos, a todos – literalmente todos – los gobiernos desde el regreso de la democracia en 1985, luego de 21 años de dictadura militar.
Ocurre que ese tipo de alianza no es nada fiable. Basta con recordar lo sufrido por la entonces presidente Dilma Rousseff en 2016: fue depuesta en el Congreso con votos de sus hasta entonces aliados, inclusive de quien habín integrado su gobierno.
Son partidos que no se venden: se alquilan. Y que cambian de actitud según las conveniencias ocasionales.
Ahora mismo el Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la justicia en Brasil, determinó que se instaure, en el Senado, una comisión destinada a investigar la conducta del gobierno nacional durante la pandemia. Todos los desastres llevados a cabo por el entonces ministro de Salud, general (activo) del Ejército Eduardo Pazuello, serán blanco de la comisión. Si es llevado a fondo, el trabajo de la comisión seguramente será un flechazo al corazón no solo del general, también del mismo presidente.
A Bolsonaro no le queda otra que intentar comprar más respaldo.
El Supremo, a propósito, dejó claro de toda claridad que actuará con rigor extremo para reprimir – con evidente retraso – los reiterados excesos que Bolsonaro intenta llevar a cabo.
Ahora mismo determinó que se investiguen supuestas vinculaciones del ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, con minerías e invasores de tierras públicas en la Amazonia, que sufre la peor devastación en décadas. Frío, metódico y de gran eficacia, Salles no hace más que seguir de manera estricta lo determinado por Bolsonaro.
La reciente crisis provocada con las Fuerzas Armadas dejó claro que el presidente no contará con cualquier tipo de respaldo para cumplir sus seguidas amenazas de golpe de Estado. Los más de seis mil uniformados, muchos de ellos activos, esparcidos por todos los rincones del gobierno, de ministerios y secretarías nacionales a autarquías y empresas públicas, no cuentan con la simpatía de los altos mandos de las Fuerzas.
Hasta el vicepresidente, el general reformado Hamilton Mourão, viene cada vez más distribuyendo declaraciones frontalmente críticas a iniciativas – o la constante inercia – tanto del gobierno cuanto a Bolsonaro.
A todas esas señales que indican el creciente aislamiento del ultraderechista mandatario, hay que sumar otro aspecto que significa una clara presión sobre Bolsonaro, principalmente con los ojos puestos en las elecciones del año que viene: la vuelta de Lula da Silva al ruedo.
En cada nuevo sondeo de opinión pública crece más y más el porcentaje de los electores que declaran su voto a favor del expresidente.
La perspectiva cada vez más clara es que el aislamiento de Bolsonaro no dejará de crecer. Y también su agresividad y sus amenazas, en las que menos gente cree cada día. @
La derecha peruana se encolumna detrás de la candidatura de Keiko Fujimori para buscar detener al izquierdista Pedro Castillo, el profesor rural que sorprendió en las elecciones y ahora compite en la segunda vuelta para llegar a la presidencia. Incluso el sector de la derecha que ha combatido al fujimorismo diciendo que es una opción autoritaria y una mafia que ha corrompido la política, ahora da un giro y respalda a la hija del exdictador Alberto Fujimori, en prisión con una condena de 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción. La voz más notoria del giro de esa derecha que se autodefine como democrática y liberal y que ahora se ha sumado al apoyo al fujimorismo autoritario y corrupto es la del escritor Mario Vargas Llosa.
Hace unos años, el Nobel de Literatura dijo que una presidencia de Keiko era “lo peor que le puede pasar al país”, ahora pide el voto por ella. Contra la izquierda, lo que sea, parece ser la consigna del escritor.
Vargas Llosa, que en 1990 perdió las elecciones contra Alberto Fujimori, se ha pasado tres décadas escribiendo y hablando con locuacidad en contra de Fujimori y sus herederos políticos, en las dos últimas elecciones hizo campaña contra la candidatura de Keiko, pero ahora, con un candidato de izquierda peleando con el fujimorismo, borra todo lo que dijo y respalda a la candidata fujimorista diciendo que es “el mal menor” frente a la izquierda que propone cambiar ese modelo neoliberal que el Nobel defiende por sobre todas las cosas.
“Los peruanos deben votar por Keiko Fujimori, pues representa el mal menor y hay, con ella en el poder, más posibilidades de salvar nuestra democracia, en tanto que con Pedro Castillo no veo ninguna”, ha escrito el Nobel.
El escritor dice que el candidato
Castillo, que ha tenido declaraciones que pueden generar dudas sobre sus compromisos democráticos, amenaza la democracia y por eso no se debe votar por él, pero olvida decir que en el caso de Keiko y el fujimorismo, por quienes pide votar, no hay dudas sino la certeza de una larga conducta autoritaria, que incluyen un golpe de Estado y un régimen autocrático.
La hija del exdictador ha dicho que indultará a su padre, posibilidad que en el pasado Vargas Llosa ha calificado repetidas veces como inaceptable, pero que ahora está dispuesto a aceptar a cambio de impedir el triunfo de un candidato de izquierda.
El giro de Vargas Llosa y su apoyo a Keiko ha sorprendido a muchos en el Perú. Pero tal vez no debería sorprender tanto. El escritor antes ya respaldó el golpe en Bolivia contra Evo Morales. En el fujimorismo esperan que el respaldo del escritor, un viejo enemigo, ayude a su candidata a vencer las fuertes resistencias que tiene en sectores que no apoyan a la izquierda, pero tampoco están dispuestos a respaldar el retorno del fujimorismo al poder y se inclinarían por anular su voto, como ya se ve en redes.
El autor de
Conversación en la
Catedral le pide a Keiko, que ha dado repetidas muestras de incumplir sus promesas, un compromiso de respetar la democracia y con eso se queda tranquilo. La hija del exdictador llamó por teléfono a su nuevo aliado para agradecerle el apoyo.
En coincidencia con lo escrito por Vargas Llosa, Keiko ha iniciado la campaña para esta segunda vuelta apostando al miedo a la izquierda y poniéndose como “la opción para detener al comunismo”. La candidata de la agrupación política que más ha dividido al país en estas últimas tres décadas acusa a su rival de “promover el odio y la división entre peruanos, la lucha de clases”. “La elección es entre comunismo y una economía social de mercado”, ha dicho la candidata fujimorista, marcando la cancha de su campaña. En esa expresión, lo de “social” es solo una palabra sin contenido en sus propuestas económicas.
Consciente del alto rechazo que despierta -pasó a segunda vuelta gracias a la fragmentación del
La hija del exdictador ha dicho que indultará a su padre, posibilidad que en el pasado Vargas Llosa calificó como inaceptable.