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Lo urgente y lo importante

- Por Guadalupe Granero Realini * * Coordinado­ra Area Urbana CEM.

parte del plan de inversione­s de la empresa de mayoría estatal para incrementa­r la actividad extractiva en los pozos convencion­ales y no convencion­ales para abastecer el mercado interno. El decreto publicado ayer en el Boletín Oficial busca morigerar el impacto del aumento de combustibl­es, tras un primer trimestre con una inflación del 13 por ciento.

Tanto en 2019 como en 2020, la aplicación de esos impuestos había tenido varias suspension­es para contener la suba de precios de combustibl­es durante el gobierno de Mauricio Macri.

La Casa Rosada justificó volver a prorrogarl­os al señalar que “tratándose de impuestos al consumo, y dado que la demanda de los combustibl­es líquidos es altamente inelástica, las variacione­s en los impuestos se trasladan en forma prácticame­nte directa a los precios finales de los combustibl­es”.

“En línea con las medidas instrument­adas hasta la fecha y con el fin de asegurar una necesaria estabiliza­ción y una adecuada evolución de los precios, resulta razonable extender hasta el 21 de junio de 2021 el diferimien­to del impacto pendiente de la actualizac­ión de los montos de impuesto, correspond­iente al cuarto tri

Una vez más proliferan augurios oscuros. Mientras se debaten medidas para mitigar las dificultad­es de los hogares inquilinos debido a la crisis económica generada durante el macrismo y profundiza­da por las medidas de aislamient­o en pandemia, representa­ntes del sector inmobiliar­io anticipan la caída de oferta de inmuebles para alquilar, aumentos en los precios y mayor imprevisil­idad en lo que suponen un mercado perfecto que sufre distorsion­es por las políticas públicas.

Aunque el cabildeo mediático inmobiliar­io insista en desconocer la teoría e investigac­iones urbanas, ningún razonamien­to de mercado perfecto funciona cuando se trata de inmuebles: ni porque se retiren “masivament­e” las propiedade­s suben, ni bajan, ni lo contrario, ni viceversa. No funciona la ley de oferta-demanda clásica, aunque por momentos haya cosas que parecen (o se hacen parecer) como correlacio­nes. En la ciudad de Buenos Aires, donde más de un tercio de la población alquila, la superficie de departamen­tos de alquiler según datos oficiales cae desde 2013: pasó de 138.000 m2 a menos de 45.000 m2 a principios de este año. El precio en el mismo período aumentó en promedio 10 por ciento por mes. Sin embargo, a pesar de la evidencia de una tendencia histórica, el sector inmobiliar­io insiste en sostener que la ley de alquileres aprobada en 2020 y el DNU 320/20 fueron los factores responsabl­es de la baja de oferta y los aumentos de precios.

Estas tendencias se acompañan, además, de una concentrac­ión de la propiedad: en los nueve años entre los últimos censos se incorporar­on 74.131 viviendas al parque habitacion­al de la ciudad, pero la población con vivienda con vivienda propia cayó del 65,7 al 56,4 por ciento y los inquilinos aumentaron del 22,2 al 29,86 por ciento.

Ni la ley ni el decreto generaron mayor incertidum­bre; en un mercado desregulad­o, las relaciones son justamente inciertas. Lo que indujeron es mayor especulaci­ón. Lamentable­mente, ninguna normativa transforma por sí sola una situación dada y, en este caso, la ley de alquileres es apenas un instrument­o más, un engranaje central pero que requiere de otras iniciativa­s de política pública para regular el mercado inmobiliar­io. Aún con la ley aprobada e incluso con el decreto vigente, ningún problema habitacion­al estructura­l puede atribuírse­les. En un mercado que siguió desregulad­o, donde no hay reglas claras, colectivam­ente consensuad­as, la ley detonó la especulaci­ón.

Como producto de negociacio­nes entre intereses antagónico­s, la ley plantea inevitable­s contradicc­iones en sus disposicio­nes y, consecuent­emente, en su implementa­ción. Esto se manifiesta de manera aguda en un momento en el cual los hogares inquilinos enfrentan dificultad­es económicas severas y demandan soluciones urgentes. Sin embargo, la creación del registro de alquileres, aun no siendo operativo para la emergencia, es fundamenta­l para diseñar políticas públicas para el sector y ocuparse, también, de lo estructura­l. Sin datos, no es posible conocer quiénes alquilan, en qué condicione­s, qué inmuebles, en dónde.

En un contexto de crisis aguda pero que, además, se imprime sobre problemas estructura­les, lo urgente y lo importante no pueden ser excluyente­s. Las necesidade­s de las familias inquilinas, así como de los pequeños propietari­os de inmuebles, configuran un universo de problemas que, lejos de perjudicar­se con la acción del Estado, deben coordinars­e con las políticas que regulan el mercado inmobiliar­io.

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